¿Es, ahora, nuestro trato con los que nos rodean más estrecho, más cercano?
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El crecimiento de la comunicación electrónica debe darse al mismo tiempo que un fuerte desarrollo de la comunicación personal, por un creciente cultivo de las humanidades
Parecen haber pasado los días en que se hablaba con enorme interés del fenómeno de la globalización, todos metidos en el mismo “globo”, había un entusiasmo indiscriminado por la mundialización. Ahora suena con fuerza el movimiento “antiglobalización”, tienen muchas razones a su favor pero pierden la razón al ejercer la violencia.
Los que estudian el tema de la globalización calculan que las nuevas tecnologías informáticas, la “new economy” neoliberal, la interpenetración de las culturas o multiculturalismo y la llamada “sociedad de la información” afecta solamente al 15 por ciento de la población mundial mientras que el resto vive en niveles que, en algunas zonas, llegan al neolítico. Es llamativa la información de que el 65 por ciento de la población, nada menos, no haya hecho nunca una llamada telefónica y que en Mannhatan haya más conexiones electrónicas que en toda África.
Parece ser que lo primero que se ha globalizado es la pobreza y alguien ha llegado a afirmar que la pobreza puede hacer saltar todo el sistema. La diferencia entre un rico de un país desarrollado y un pobre de un país subdesarrollado es un abismo, algo que no se había registrado hasta ahora. A propósito de esta situación socio-económica, es anecdótico recordar que, hace mil años, China era el país más rico y Europa una zona algo mísera.
Resulta de gran interés lo que expuso Juan Pablo II en su carta apostólica Al comienzo del nuevo milenio: «Nuestro mundo empieza el nuevo milenio cargado de las contradicciones de un crecimiento económico, cultural y tecnológico que ofrece a pocos afortunados grandes posibilidades, dejando no sólo a millones y millones de personas al margen del proceso, sino a vivir en condiciones de vida muy por debajo del mínimo requerido por la dignidad humana. ¿Cómo es posible que, en nuestro tiempo, haya todavía quien se muere de hambre, quien está condenado al analfabetismo, quien carece de la asistencia médica más elemental, quien no tiene donde cobijarse? El panorama de la pobreza puede extenderse indefinidamente si, a las antiguas, añadimos las nuevas pobrezas que afectan a menudo a ambientes y grupos no carentes de recursos económicos pero expuestos a la desesperación del sinsentido, a la insidia de la droga, al abandono a edad avanzada o en la enfermedad, a la marginación o a la discriminación social».
Realmente, nos encontramos ante una globalización que tiene su núcleo en Estados Unidos y que puede resultar un procedimiento para que los poderosos se aprovechen de los débiles. No tiene por qué ser así pero existe este peligro. Por poner un ejemplo en el tema de la enseñanza, el enfoque adecuado de la globalización no consiste en distribuir masivamente ordenadores sino en elevar, antes, el nivel educativo y cultural, ese es el lado humano de la globalización. Es fácil comprender que un mal uso de las nuevas tecnologías y en especial de la televisión y de Internet está provocando un espectacular descenso del nivel de enseñanza en el epicentro de la globalización.
Hoy, la globalización se observa como un gran zoco en el que los que dominan venden más caro y compran más barato. Es la “new economy” que sobrevuela el mundo.
La sociedad del conocimiento, como dice Alejandro Llano, tiene que apostar por la investigación científica en un ámbito universal, por la colaboración en la innovación tecnológica y en la terapia biomédica, por una educación de calidad en todos los niveles.
Y una de las piedras de toque para evaluar la calidad moral de la globalización: ver cómo acogemos a los inmigrantes. La respuesta, a veces, es desoladora: regular o mal. Por mucho que avance la técnica es vital que las relaciones humanas verdaderas se sigan produciendo. Cada vez más, vemos por la calle a personas hablando y gesticulando, personas que caminan solas y van utilizando sus móviles. Gente, de todas las edades, que están pendientes de sus respectivos aparatos electrónicos aun cuando estén rodeados de otras personas; conversaciones interesantes o necesarias que son interrumpidas por un sonido insistente. ¿Es, ahora, nuestro trato con los que nos rodean más estrecho, más cercano?
El crecimiento de la comunicación electrónica debe darse al mismo tiempo que un fuerte desarrollo de la comunicación personal, por un creciente cultivo de las humanidades.