Dice el subtítulo que Palmira Díaz, que trabaja como limpiadora en la estación de autobuses de Granada, se encontró el pasado martes en un autobús que había llegado de Madrid un bolso que contenía unos 14.000 euros.
Esta es la brevísima, admirable y ejemplar historia de Palmira, limpiadora en una línea de autobuses, que devuelve los 14.000 € encontrados olvidados.
Lo que me deja extrañado es que quien haya hecho semejante titular considerara necesario entrecomillar la palabra conciencia, como si se tratara de algo extraño.
Como si devolver esos miles de dineros encontrados fuera algo extraño, raro, incomprensible, rayano en la anormalidad. Cuando sucede que el comportamiento de la señora Palmira es precisamente lo que cualquier conciencia rectamente bien constituida pide hacer. Como persona, como ciudadana y como profesional.
Al menos, cuando es precisamente eso mismo lo que se echa en falta y se denuncia en los medios a trompetazos cuando hoy en día (malos tiempos deben correr en términos de justicia) se habla de la conciencia —que es simple honradez— de políticos, jueces, empresarios, y unas cuantas otras profesiones. Sin ir más lejos ayer mencionaba aquí la conciencia de Obama...
Admirada Palmira: muchas gracias por ser así y hacer lo hecho. Felicidades! Enhorabuena por el ejemplo que nos has dado! Aunque al pobre periodista le parezca que la conciencia deba ser ahora entrecomillada como un bicho raro, cuando se habla seria, sencilla y naturalmente de ella.
En todo caso, esperemos que el comportamiento de esta persona justa le haya parecido raro al periodista como raro puede parecer un diamante.