La de un cristiano es una fidelidad agradecida, porque no somos fieles a una idea sino a una Persona: «Jesús, ¡qué bueno eres, qué bueno!»
Las recientes fechas del dos y seis de octubre, aniversarios de la fundación de la Obra y de la canonización de san Josemaría, nos invitan una vez más a recorrer nuestro camino con agradecimiento y fidelidad. «¡Qué bueno es el Señor, que nos ha buscado, que nos ha hecho conocer esta manera santa de ser eficaces, de entregar la vida sencillamente, de amar a las criaturas todas en Dios y de sembrar paz y alegría entre los hombres! Jesús, ¡qué bueno eres, qué bueno!» (Carta 11-III-1940, n. 78).
Recordemos la oración de don Javier por la fidelidad de todas y de todos, en sus últimas horas en esta vida. La de un cristiano es una fidelidad agradecida, porque no somos fieles a una idea sino a una Persona: a Cristo Jesús, Señor nuestro, que −podemos decir cada uno− «me amó y se entregó por mí» (Gal 2,20). Sabernos queridos personalmente por Dios nos empuja, con su gracia, a un amor fiel y perseverante. Un amor lleno de esperanza en lo que Dios hará en la Iglesia y en el mundo, a través de la vida de cada una y cada uno, aun en medio de nuestra fragilidad.