Un dilema tan antiguo como necesario de abordar en el momento presente: si Dios existe y es el Bien infinito, ¿por qué permite el mal en el mundo?
Hace ya algún tiempo, estaba en el estudio de mi amigo Julio cuando reparé en un libro que tenía sobre la mesa. Estaba lleno de esos separadores de colores chillones −se notaba que lo había manoseado bien− y le pregunté: “Oye, ¿y esto qué es?” Se volvió y sonriendo me dijo: “Ah, es..., es un libro increíble, de intriga y teología”. Me quedé unos segundos más ojeando el libro antes de despedirme, y memoricé el título y su autor: La cabaña, de W. Paul Young.
Por supuesto me hice con el libro y, ahora que he visto la película, en los dos casos mi comentario coincide con el de mi amigo: increíble. No lo es por haber vendido veinte millones de ejemplares del libro en todo el mundo, ni por ser la película un gran éxito de taquilla. Lo es por conseguirlo sin un argumento de impredecibles crímenes morbosos en ambientes de lujo, o destapando oscuras conspiraciones de instituciones respetables. Sorprendentemente, conquista el éxito hablando de Dios (del Dios cristiano) y −lo más notable− sin campañas publicitarias, con el boca a boca.
Mack Phillips (Sam Worthington, el actor protagonista de Avatar), es un joven padre de familia que cae en una profunda depresión tras una tragedia que pondrá en crisis su vida. A pesar del apoyo de su mujer (Radha Mitchell) y de sus amigos no logra remontar. Un día recibe una misteriosa invitación a una cabaña en lo profundo del bosque. Lo que va a ocurrir allí es la clave de la historia.
El segundo largometraje del director Stuart Hazeldine tiene una factura discreta pero eficaz para la difícil y sugerente trama. Se puede resumir en un dilema tan antiguo como necesario de abordar en el momento presente: si Dios existe y es el Bien infinito, ¿por qué permite el mal en el mundo?; sobre todo, el sufrimiento de los inocentes.
Para algunos pensadores esta disyuntiva resulta irresoluble y es el fundamento de su ateísmo. Tomás de Aquino nos da una respuesta: «Boecio −escribe en la Suma contra los Gentiles, III, 71− presenta a un filósofo que pregunta: “Si Dios existe, ¿por qué hay mal?” Habría que razonar al revés: si hay mal, Dios existe. Pues si se suprimiera el orden del bien, no habría mal, que es la privación del bien. Y ese orden no existiría si no existiese Dios».
Evidentemente, la película no entra en debates teóricos. Y es aquí donde encontramos uno de sus ingredientes más interesantes. Aborda respuestas desde el conflicto dramático, existencial, de Mack y en la relación con los personajes que él se encuentra en la cabaña. No quiero desvelar detalles para que el espectador disfrute con las sorpresas que nos depara la audaz propuesta del guion.
El reparto resuelve con solidez los momentos dramáticos, junto con otros encantadores y divertidos. Además de Worthington destaca Octavia Spencer (Figuras ocultas), encarnando una de las ideas más provocadoras de la película.
Un buen complemento para este visionado es el Motion Graphics Is God Good?, disponible en este enlace. Excelente en su realización y coincidente con el filme en un concepto que experimentamos en el vivir de cada día: a pesar de todos los condicionamientos, el alcance de nuestra libertad es cosa nuestra.