A los que van a aventurarse en la misión de convertirse en padres es necesario recordar que cultivar el amor no será un bien solo para ellos, sino también para los hijos
Como es apenas lógico, los niños temen perder la estabilidad, el bienestar y la seguridad que les provee un hogar con papá y mamá que se aman, se respetan y conviven en armonía. Así lo ha comprobado Cecilia Galatolo de primera mano cuando dictaba una catequesis a un grupo de niños:
«Hace un par de años, durante una catequesis en una parroquia de Roma, estaba hablando de la familia de Jesús. En un cierto momento, no recuerdo en relación con qué, una niña afirmó: “Mi gran miedo es que mis padres se divorcien…”.
Después de esa externalización, le siguieron los comentarios de los compañeros, que, uno detrás de otro, empezaron a decir: “Sí, también el mío”. Y lo dijeron todos.
Eran diez niños, no es una muestra representativa que nos permita afirmar que “el miedo más grande de todos los niños es la separación de los padres”, pero ese episodio me hizo meditar.
No soy ni psicóloga ni pediatra, pero ese día reflexioné mucho sobre el hecho que los niños no vienen separadamente del padre o de la madre, sino de la unión de los dos y ninguna ley, ninguna ideología podrá nunca cambiar esta realidad.
Sin juzgar a todas esas personas que han encontrado en el divorcio la única solución a sus problemas, creo que no se puede olvidar que para los niños la separación de los padres es un drama» afirma Cecilia.
El final de un matrimonio es siempre fuente de sufrimiento y de dificultades. Verdad descontada. Sin embargo, este no debería ser un punto de llegada de la reflexión, sino un punto de partida o de re-partida.
Dos personas que se casan nutren, más o menos conscientemente, esperanzas y expectativas hacia su unión: se presume que si dos personas deciden casarse es porque creen y se desean transcurrir serenamente el resto de su vida juntos.
Sean los que sean los motivos que pueden llevar a una separación, es verdad que en cualquier caso se trata de un fracaso que deja heridas.
¿Pero qué sucede cuando el divorcio sucede entre personas que tienen hijos? ¿Cómo viven los niños la separación de los padres?
Muchos creen que el niño puede crecer adecuadamente también con los padres separados: lo que contaría para el niño, de hecho, sería el amor de la madre y el amor del padre… no el amor entre la madre y el padre. Pero ¿es realmente así?
Muchos psicólogos concuerdan en el hecho de que los hijos crezcan mejor con padres separados en vez de en un clima de conflicto con padres que viven juntos. Son de este parecer, por ejemplo, el doctor Marco Schneider, psicólogo y psicoterapeuta sistémico familiar y la doctora Stefania Ferrari, psicóloga y mediadora familiar. De acuerdo con un estudio realizado por ellos, habría una estrecha correlación entre el conflicto entre los padres (unidos o separados) y el malestar psicológico de los hijos. Según ellos, es por tanto más importante que los padres no estén en conflicto en vez de que estén juntos. Hay además situaciones extremas, en las que la separación se presenta como la única salida.
Sin embargo, a pesar de que las primeras causas de malestar para los niños son el conflicto y la violencia, no podemos olvidar que también el divorcio en cuanto tal −también cuando es vivido en aparente armonía− genera en ellos laceraciones.
Los hijos son el fruto de una unión, no vienen de dos personas tomadas singularmente. Esto, a nivel biológico y antropológico no puede ser considerado un hecho irrelevante: los hijos, viniendo de esa unión, quieren participar de ella y en ella buscan protección.
Los niños no solo prefieren vivir con ambos padres, en vez de pasar de una casa a otra, sino que son felices de ver que su madre y su padre se aman. Crecer en una familia unida les ayuda a adquirir seguridad y confianza en las relaciones humanas.
No puede descuidarse el hecho de que los niños aprenden a relacionarse con los otros, incluidos los futuros novios o cónyuges, sobre la base de las relaciones que han vivido con los padres y que han visto entre los padres. Una persona que ha asistido al disgregarse del propio núcleo familiar puede ser poco propensa a creer en las relaciones sólidas y duraderas y puede tener dificultad para comprometerse seriamente en una relación porque, quizá inconscientemente, la teme.
Son muchas las dificultades que pueden nacer de esta condición que, en cualquier caso, viene percibida por el niño como una condición anómala. Es esto lo que demuestra otro estudio realizado por el “Centro de Psicología Clínica y Psicoterapia”.
El hombre y la mujer se convierten en padre y madre juntos, en el mismo momento. Ver al padre que ama a la madre y viceversa puede ayudar al niño a descubrir qué es el amor.
Quien ha fracasado en la tarea de mostrar la maravilla del amor esponsal no debe ser estigmatizado: condenar a alguien desde fuera es tan fácil como injusto.
A todos aquellos que van a aventurarse en la misión de convertirse en padres, sin embargo, es necesario recordar que cultivar el amor no será un bien solo para ellos, sino también para los hijos: para los niños, de hecho, no será lo mismo ver que los padres viven una relación conyugal serena, armoniosa o sufrir sus conflictos hasta el día de la división definitiva».
Cecilia Galatolo
(Colaboración de familyandmedia.eu para lafamilia.info)
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