El Papa lleva el mensaje del Evangelio, un mensaje muy relevante en este momento
La transformación de la guerrilla marxista de las FARC −Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia− en un partido político legal supone un paso histórico en la conquista de la paz en Colombia, uno de los países más cultos de América, asolado por la violencia desde hace más de cincuenta años. Subsisten muchos problemas, entre otros, la propia división entre los líderes políticos sobre el contenido del acuerdo alcanzado.
No a todos gusta lógicamente que una formación que mantiene sus principios, y no abandona el adjetivo “revolucionario” en su denominación, tenga asegurados legalmente diez escaños en las elecciones del 2018. Se esperaba un cambio de nombre −Nueva Colombia−, pero los dirigentes han convencido al congreso fundacional del partido: mantienen las siglas, modificando en parte su contenido: Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Como afirmó Iván Márquez, “puede ser que para algunos este nombre arrastre una carga negativa, pero también representa nuestro pasado revolucionario, que no se va a desdibujar. Vamos a continuar el conflicto, pero ahora desde la política y la legalidad”.
Además, queda pendiente el proceso jurídico que delimitará el alcance de la amnistía en su aplicación a personas concretas, según lo pactado después de que la consulta popular resultase negativa para el proyecto inicial de Santos, último premio Nobel de la paz. Por otra parte, será preciso incorporar al esfuerzo por la concordia a otras guerrillas, de menor alcance, pero aún no convencidas de que vale la pena dejar las armas.
Hoy, cuando las calles de Madrid están llenas de propaganda de la serie Narcos, no se puede olvidar otro drama de esa nación americana: el tráfico de la droga, con cárteles que practican la violencia, como también el gobierno, como acaba de comprobarse con la muerte del número dos de la banda criminal Clan del Golfo, Roberto Vargas Gutiérrez, alias “Gavilán”, abatido el pasado jueves, según escribió el presidente de Colombia en Twitter, antes de ofrecer los detalles de la operación dos días después. Juan Manuel Santos la califica como un gran golpe contra una banda dedicada al narcotráfico y la extorsión, la mayor amenaza para la paz tras la firma del acuerdo con la guerrilla de las FARC.
En ese contexto, incluida también la necesidad de proseguir la batalla en favor de la justicia y la solidaridad para superar las desigualdades, se sitúa el viaje apostólico del Papa Francisco a seis ciudades colombianas del 6 al 11 de septiembre. El lema de esta visita es “demos el primer paso”, más bien centrado en el proceso de reconciliación en curso tras una auténtica guerra, en la que intervinieron también en su momento fuerzas paramilitares contra los rebeldes.
Pero cada día habrá un tema diferente, según explicó Greg Burke, director de la sala de prensa vaticana: el 7 de septiembre, en Bogotá, el hilo conductor será "artesanos de paz, promotores de la vida"; el 8, en Villavicencio −donde la misa incluirá el rito de la beatificación de dos mártires colombianos: el obispo de Arauca, Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, y el sacerdote Pedro María Ramírez Ramo−, planteará la reconciliación con Dios, entre los colombianos, y con la naturaleza; el sábado 9, en Medellín, se centrará en la consideración de los cristianos como discípulos; el domingo 10, en Cartagena, donde está enterrado san Pedro Claver, insistirá en la dignidad de la persona y de los derechos humanos. No faltarán en diversos momentos gestos efectivos al servicio de los más necesitados y los enfermos.
Como suele suceder en las vísperas de los viajes pontificios −al menos desde Juan Pablo II−, se subrayan las dificultades. En estos días se apunta el riesgo −señalado por la corresponsal de Religión Confidencial− de que se instrumentalice al papa a favor o en contra de las diversas posturas en la sociedad y en la propia jerarquía eclesiástica ante el proceso de paz: un fenómeno inevitable, que recuerda reacciones no lejanas en España ante el final del terrorismo etarra. Pero la experiencia viene demostrando que los malos augurios se deshacen como pompas de jabón ante la presencia del Romano Pontífice. Se comprende que Greg Burke insista en el carácter pastoral y evangélico de la visita: “El Evangelio −concluía ante los periodistas− llama a la gente a la paz, al perdón, a la reconciliación. El Papa lleva el mensaje del Evangelio, un mensaje muy relevante en este momento”.