Me gustan las personas que saben no solo respetar sino relacionarse, e incluso trabar amistad, con otras con ideas o circunstancias diferentes, diversas…
Todos somos iguales. Y todos diversos; que no necesariamente divertidos, je, je.
Cada uno de nosotros, por nuestra dignidad como personas, merecemos el mayor de los respetos. Con independencia de nuestras circunstancias individuales o sociales.
Hoy quiero hablarte de respeto y convivencia.
Déjame, antes, comenzar con esta breve anécdota: evidencia cómo somos diferentes y deberíamos asumirlo como algo natural; natural como el arroz… (alguno pensará que se me ha ido la olla).
Ahora lo vas a entender.
Están dos personas en el cementerio de una ciudad occidental. Uno, chino, coloca junto a un nicho un plato de arroz.
El otro, que acaba de depositar unas flores en el panteón de su madre, se dirige a aquel, con cierta sorna, diciéndole: −¿Cuándo esperas que tu pariente se coma el arroz?
La respuesta es inmediata: −Tan pronto como el tuyo haya olido las flores.
¡Qué vivo, el del cementerio!
Me gustan las personas que saben no solo respetar sino relacionarse, e incluso trabar amistad, con otras con ideas o circunstancias diferentes, diversas… Si somos seres humanos… que en el mundo no falte humanidad.
Lo leí hace poco y es una gran verdad: cada persona con la que te cruzas puede estar luchando una batalla de la que tú no sabes nada. Sé amable siempre.
Ah, y como afirmaba Stephen Cosgrove, más allá de cómo sea cada cual, nunca juzgues a alguien por su apariencia, ni a un libro por su cubierta… Incluso dentro de páginas aparentemente andrajosas hay mucho por descubrir…
El respeto es algo que suele demandarse. ¡Mucho! Y practicarse… Menos. Incluso nada; en ocasiones, por parte de alguno de quienes no dudan en reclamarlo, a viva voz, para sí y los suyos.
Cuando ya esbozaba este post me encontré con algunas reflexiones que nos pueden ayudar:
Así que ya advertía este premio nobel: “Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”. Si eres seguidor de Dame tres minutos, la frase te tiene que sonar…
Traigo a colación a este gran activista contra la discriminación racial… y me gustaría compartir contigo algo que me cuentan sucedió hace no demasiado. Nos hará pensar.
Año 1998. Vuelo de British Airways
Una pasajera del avión tiene su asiento al lado de un hombre de raza negra.
Sin pensarlo dos veces, solicita a la azafata que la cambie de sitio, porque “no puede sentarse junto a una persona tan desagradable”.
La auxiliar de vuelo comenta que el vuelo está muy lleno, pero que va a revisar si existe alguna plaza libre.
Los pasajeros observan la escena con indignación, mientras la señora se muestra feliz y hasta triunfadora: la van a quitar de ese sitio y ya no estará cerca de aquella persona…
Minutos más tarde regresa la azafata y le informa:
−El vuelo está lleno… pero, afortunadamente, hemos encontrado un asiento vacío en primera clase.
Para hacer este cambio he tenido que pedir la autorización del capitán. Él me subrayó que no podía obligarse a nadie a viajar al lado de una persona tan desagradable.
La “señora”, con rostro de satisfacción, intenta dejar su asiento, pero la azafata en ese momento se dirige al hombre de raza negra y le indica:
−Señor, ¿sería usted tan amable de acompañarme a su nuevo asiento?”
Todos los pasajeros se levantan y aplauden, llenos de satisfacción.
Como dirían ahora, un respetuoso zasca en toda la boca. Sin violencia, eso sí.
Alguien dirá que cosas como estas ya no pasan. Pero sí que pasan: sigue habiendo racismo. Y muchos otros tipos de discriminación, persecución, intolerancia o falta de respeto.
Junio de 2017. Una calle de Granada
Lo he leído hace bien poco: han agredido brutalmente a una religiosa en Granada. ¿Por qué?, se preguntará alguno. ¿Acaso cabe algún porqué para agredir?, deberíamos interrogarnos todos.
El salvaje atacante no pretendía robarle, no. Le destrozó la nariz, de un tremendo puñetazo, simple y llanamente… “por monja”. Eso es lo que gritó el cobarde. Sin mediar más palabra. Y aprovechando que la víctima regresaba, sola, nada más y nada menos que de llevar a un grupo de niños a una escuela-hogar: grave delito, el de la religiosa.
En estas mismas fechas, por cierto (no me ha hecho falta cambiar de continente, ni siquiera de país) he leído también que han atacado una capilla en la Universidad Autónoma de Madrid. Otra más. Lanzaron a su interior varios artefactos incendiarios. El resultado: daños en paredes, suelo, una puerta y… una imagen de San José. Los de los molotov dejaron una pintada advirtiendo: “La iglesia que ilumina es la que arde”.
El respeto a la dignidad de la persona, a los derechos que le son inherentes en su condición de tal, el que merecen sus convicciones más profundas, ha de darse en todo momento. Ello es aplicable a todos: hasta a los católicos; que ya es decir en los tiempos que corren. Unos tiempos en que algunos parecen querer arrojar a los cristianos más a los leones que incluso a las sacristías en las que se nos pretende recluir.
Y todo esto ante el silencio cómplice o cobarde de muchos. Y de muchas. No he visto alboroto, ni siquiera demasiadas reacciones, ante la brutal agresión a la mujer granadina: … por monja.
Habrás leído alguna vez algo parecido a esto:
Primero vinieron a buscar a los comunistas. Pero no dije nada; yo no era comunista.
Luego vinieron a por los judíos. Pero no dije nada; yo no era judío. Luego vinieron a por los negros. Pero no dije nada; yo no era negro. Luego vinieron a por los católicos. Pero no dije nada; yo no era católico. Luego vinieron a por mí… Para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada.
Un párrafo similar se atribuye erróneamente a Bertolt Bretch, aunque el autor es Martin Niemöller.
En este ambiente de violencia, intolerancia y persecución, tan impropio de una sociedad civilizada, se me ha ocurrido meterme en Google y teclear en el cajetín de búsqueda: “agreden a”.
En 0,41 segundos, el dichoso algoritmo me ha localizado aproximadamente… 1.290.000 resultados.
Está claro que no faltan en esta sociedad quienes prefieren imponer a proponer; vencer a convencer. A cualquier precio.
Deberían hacérselo mirar.
¿Tendremos que pensar en celebrar la convivencia y respeto humanos? A ver a cuántos congregamos. En respetable y respetuosa diversidad.
Porque el respeto nos hace bastante más falta que comer.
Te invito a difundir. Sé libre. Vive. Y hazte respetar.
José Iribas, en dametresminutos.wordpress.com.
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