Durante la Audiencia general el Papa ha explicado el significado del martirio: el cristiano que está decidido a vivir su fe con coherencia debe tener en cuenta esta advertencia de Jesús: habrá persecuciones
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy reflexionamos sobre la esperanza cristiana como fuerza de los mártires. Jesús advierte a sus discípulos que serán odiados por seguirle. Los cristianos son hombres y mujeres «contracorriente», que siguen la lógica del Evangelio, que es la lógica de la esperanza. Esto se traduce en un estilo de vida concreto: deben vivir la pobreza, recorriendo su camino con lo esencial, y con el corazón lleno de amor; deben ser prudentes y a la vez astutos; pero jamás violentos. El mal no se puede combatir con el mal.
La única fuerza del cristiano es el Evangelio. En el momento de la prueba el cristiano no puede perder la esperanza, porque Jesús está con nosotros; él ha vencido el mal y nos acompaña en todas las circunstancias que nos toca vivir.
Desde los primeros cristianos, se ha denominado la fidelidad a Jesús con la palabra «martirio», es decir, testimonio. Los mártires no viven para sí, no combaten para afirmar sus propias ideas, sino que aceptan morir solo por la fidelidad al Evangelio. Por eso, no se puede utilizar la palabra mártir para referirse a los que cometen atentados suicidas, porque en su conducta no se halla esa manifestación de amor a Dios y al prójimo que es propia del testigo de Cristo.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica.
Mañana celebraremos la solemnidad de los apóstoles san Pedro y san Pablo, que dieron su vida por amor a Cristo. Pidamos a Dios por su intercesión que nos conceda el don de la fortaleza para seguirle y ser sus testigos viviendo la esperanza cristiana, sobre todo en ese martirio continuo y escondido de hacer bien y con amor nuestras obligaciones de cada día. Muchas gracias.
Queridos hermanos y hermanas, buenos días. Hoy reflexionamos sobre la esperanza cristiana como fuerza de los mártires. Cuando, en el Evangelio, Jesús envía a los discípulos de misión, no los ilusiona con espejismos de éxito fácil; al contrario, les advierte claramente que el anuncio del Reino de Dios comporta siempre una oposición. Y usa también una expresión extrema: «Seréis odiados −odiados− por todos a causa de mi nombre» (Mt 10,22). Los cristianos aman, pero no siempre son amados. Enseguida Jesús nos pone ante esa realidad: en una medida más o menos fuerte, la confesión de la fe se da en un clima de hostilidad.
Los cristianos son pues hombres y mujeres “contracorriente”. Es normal: porque el mundo está marcado por el pecado, que se manifiesta en varias formas de egoísmo e injusticia, y quien sigue a Cristo camina en dirección contraria: no por espíritu polémico, sino por fidelidad a la lógica del Reino de Dios, que es una lógica de esperanza, y se traduce en el estilo de vida basado en las indicaciones de Jesús.
Y la primera indicación es la pobreza. Cuando Jesús envía a los suyos de misión, ¡parece poner más cuidado en “despojarlos” que en “vestirlos”! En efecto, un cristiano que no sea humilde y pobre, desprendido de las riquezas y del poder y sobre todo desprendido de sí, no se parece a Jesús. El cristiano recorre su senda en este mundo con lo esencial para el camino, pero con el corazón lleno de amor. La verdadera derrota para él o para ella es caer en la tentación de la venganza y de la violencia, respondiendo al mal con mal. Jesús nos dice: «Yo os mando como ovejas en medio de lobos» (Mt 10,16). Así que, sin fauces, sin garras, sin armas. El cristiano deberá más bien ser prudente, a veces también astuto: esas son virtudes aceptadas por la lógica evangélica. Pero la violencia jamás. Para derrotar el mal, no se pueden compartir los métodos del mal.
La única fuerza del cristiano es el Evangelio. En los tiempos de dificultad, se debe creer que Jesús está delante de nosotros, y no deja de acompañar a sus discípulos. La persecución no es una contradicción al Evangelio, pero forma parte: si persiguieron a nuestro Maestro, ¿cómo podemos esperar que se nos ahorre la lucha? Pero, en medio de la tormenta, el cristiano no debe perder la esperanza, pensando que ha sido abandonado. Jesús asegura a los suyos diciendo: «Hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados» (Mt 10,30). Como diciendo que ningún sufrimiento del hombre, ni siquiera los más pequeños o escondidos, son invisibles a los ojos de Dios. Dios ve, y con toda seguridad nos protege, y nos rescata. Porque hay entre nosotros Uno que es más fuerte que el mal, más fuerte que las mafias, que las tramas oscuras que se lucran con la piel de los desesperados, que aplastan a los demás con prepotencia… Uno que escucha desde siempre la voz de la sangre de Abel que grita desde la tierra.
Los cristianos deben hacerse encontrar siempre en la “otra vertiente” del mundo, la elegida por Dios: no perseguidores, sino perseguidos; no arrogantes, sino mansos; no vendedores de humo, sino sometidos a la verdad; no impostores, sino honrados.
Esa fidelidad al estilo de Jesús −que es un estilo de esperanza− hasta la muerte, será llamada por los primeros cristianos con un nombre bellísimo: “martirio”, que significa “testimonio”. Había tantas otras posibilidades, ofrecidas por el vocabulario: se le podía llamar heroísmo, abnegación, sacrificio de sí. En cambio, los cristianos de la primera hora lo llamaron con un nombre que perfuma de discipulado. Los mártires no viven para sí, no combaten para afirmar sus propias ideas, y aceptan deber morir solo por fidelidad al Evangelio. El martirio no es tampoco el ideal supremo de la vida cristiana, porque por encima de él está la caridad, es decir, el amor a Dios y al prójimo. Lo dice muy bien el apóstol Pablo en el himno de la caridad, entendida como el amor a Dios y al prójimo. Lo dice muy bien el Apóstol Pablo en el himno a la caridad: «Aunque diese como alimento todos mis bienes y entregase mi cuerpo al fuego, pero no tuviese caridad, de nada me serviría» (1Cor 13,3). Repugna a los cristianos la idea de que los que cometen atentados suicidas puedan ser llamados “mártires”: no hay nada en su fin que pueda acercarse a la actitud de los hijos de Dios.
A veces, leyendo las historias de tantos mártires de ayer y de hoy −que son más numerosos que los mártires de los primeros tiempos−, nos quedamos asombrados ante la fortaleza con que afrontaron la prueba. Esa fortaleza es signo de la gran esperanza que les animaba: la esperanza cierta que nada ni nadie les podía separar del amor de Dios que nos dio Jesucristo (cfr. Rm 8,38-39).
Que Dios nos dé siempre la fuerza de ser sus testigos. Que nos conceda vivir la esperanza cristiana sobre todo en el martirio escondido de hacer bien y con amor nuestro deber de cada día. Gracias.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua francesa, en particular a la fanfarria La Rosa blanca y a los fieles venidos de Suiza y Francia. Os invito a leer la vida de los mártires, de ayer y de hoy, para descubrir con qué fuerza afrontaron las pruebas. Con su ejemplo, pongamos toda nuestra esperanza en Jesús que nos da la fuerza, en la abnegación y en el sacrificio de sí, para hacer el bien y cumplir nuestro deber todos los días de nuestra vida. Dio os bendiga.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en esta Audiencia, especialmente a los provenientes de Inglaterra, Escocia, Gales, Suecia, Australia, Hong Kong, Indonesia, Filipinas y Estados Unidos de América. Dirijo un saludo particular a los participantes en el Congreso sobre la nueva Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis, asegurando mi oración por su importante ministerio. Sobre todos vosotros y vuestras familias invoco la alegría y la paz de nuestro Señor Jesucristo.
Con afecto saludo a los peregrinos de lengua alemana, en particular a los jóvenes provenientes del Oldenburger Münsterland. Queridos amigos, los mártires dieron todo por el Señor. Pidamos a Dios que nos conceda también a nosotros la fuerza de ser sus testigos, sobre todo en el “martirio escondido de cada día”, haciendo bien y con amor a nuestras tareas y deberes. Que el Señor nos haga fuertes en la esperanza.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica. Saludo también al grupo argentino que ha trabajado sobre la encíclica Laudato Si’ y el diálogo interreligioso, y al integrante islámico de ese grupo: ¡feliz cumpleaños! Mañana celebraremos la solemnidad de los apóstoles san Pedro y san Pablo, que dieron su vida por amor a Cristo. Pidamos a Dios por su intercesión que nos conceda el don de la fortaleza para seguirle y ser sus testigos viviendo la esperanza cristiana, sobre todo en ese martirio continuo y escondido de hacer bien y con amor nuestras obligaciones de cada día. Muchas gracias.
Queridos peregrinos provenientes del Brasil y de otros países de lengua portuguesa, os saludo a todos, agradecido por el afecto y las oraciones con las que ordinariamente apoyáis mi ministerio de Sucesor de Pedro. A nuestra Madre común, la Virgen María, encomiendo vuestras vidas y vuestras familias, pidiendo para ellos la gracia de crecer en la intimidad con su divino Hijo, fuente de la verdadera vida.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los que vienen de Oriente Medio. Queridos hermanos y hermanas, los mártires son aquellos hombres y mujeres fieles a la fuerza mansa del amor, a la voz del Espíritu Santo, que en la vida de cada día intentan ayudar a los hermanos y amar a Dios sin reservas; nos enseñan que, con la fuerza del amor, con la mansedumbre, se puede luchar contra la prepotencia, la violencia, la guerra y se puede realizar con paciencia la paz. Que el Señor os bendiga.
Doy la bienvenida a los peregrinos polacos, en particular a los invitados de los Arzobispos metropolitanos que mañana recibirán el palio. Queridos hermanos y hermanas, precisamente mañana la liturgia nos recordará el martirio de las dos columnas de la Iglesia, los Santos Pedro y Pablo. Viendo el ejemplo de su ilimitada entrega a Cristo y al Evangelio, pidamos a Dios que también a nosotros nos dé siempre la fuerza para ser sus fieles testigos. Que nos ayude a vivir la esperanza cristiana, sobre todo en el martirio escondido de cumplir bien y con amor nuestros deberes de cada día. Que Dios os bendiga.
Dirijo una cordial bienvenida a los fieles de lengua italiana. Me alegra recibir a las Esclavas de la Visitación “Oasis Tabor” y a las Hijas de la Divina Providencia con ocasión de sus respectivos Capítulos Generales, y las animo a promover su carisma con espíritu de servicio y de fidelidad a la Iglesia. Un saludo especial a los participantes en el Congreso de la Asociación Nacional de Familiares del Clero, y animo a sus miembros a cultivar la amistad con los sacerdotes, particularmente a los que están más solos, sosteniendo su vocación y acompañando si ministerio. Saludo a los monjes brasileños de San Josafat, que recuerdan el cuarto centenario de fundación; a los peregrinos de la Via Francigena; a los militares del 17° regimiento “Acqui” de Capua, ya los fieles de Altamura y a los abanderados de Grumo Appula.
Saludo finalmente a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Mañana celebraremos la Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo, Patronos de Roma. Queridos jóvenes, del valor de los mártires, sobre cuya sangre se funda la Iglesia, aprended a dar testimonio del Evangelio y los valores en que creéis; queridos enfermos, que el amor de los Apóstoles por el Señor sea vuestra esperanza en la prueba del dolor; queridos esposos, enseñad a vuestros hijos la pasión por la virtud y la entrega sin reservas por Dios y por los hermanos.
Fuente: vatican.va / romereports.com.
Traducción de Luis Montoya.
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