En el geriátrico el ambiente es de gran alegría, están rodeados de cariño, y hay un clima patente de esperanza
Un trabajo en el que pueden desarrollar una profunda labor social y ayudar a personas que aparentemente se encuentran en los peores momentos de la vida
A sus 30 años, Ramón Sampietro regenta un geriátrico. En 2006 fue galardonado con el premio de Joven emprendedor en Castilla y León. Convive con los ancianos todo el día y les divierte, viste y lava como los demás cuidadores. Su lema es: “No hay que tener paciencia, sino sentido del humor”. Los residentes ni se acuerdan de la tele. Prefieren las incesantes tareas creativas, cantos, bailes y juegos que se organizan. Entre todos han conseguido un clima impregnado de alegría e ilusión.
Ramónvive en Valladolid, su ciudad natal. Ahora tiene 30 años y regenta un geriátrico. «No me limito a cuestiones organizativas —afirma—, tanto para mí, como para mi madre y mi hermana, la residencia es nuestra segunda familia. Convivimos con los ancianos y nos ponemos el traje de faena: nuestro lema es que no hemos de hablar de "tener paciencia, sino de sentido del humor en todo momento". ¡Cuántas veces nada más limpiar y cambiar los pañales a uno ha de repetirse la operación a los 5 minutos: pues a reírse de la situación».
Les movió a promover esta iniciativa, además de la demanda de este tipo de entidades en la actualidad, la ilusión de tener un trabajo en el que pudieran desarrollar una profunda labor social y ayudar a esas personas que aparentemente se encuentran en los peores momentos de la vida. «Digo que "aparentemente" —señala—, porque cuando les trasmites cariño y les pones objetivos se revitalizan. Se decía de Juan Pablo II, ya en los últimos años, que no se sentía "viejo" porque en su corazón albergaba muchos proyectos. Eso es lo que intentamos que todos sientan en esta casa: tener proyectos».
Rodeados de cariño
«El 80 % son mujeres (ya se ve que nos sobreviven —bromea—), 10 padecen de demencia senil y otros 10 están aquejados de alzheimer. El trabajo es duro. Paso en el centro más de 10 horas al día y los fines de semana cada quince días. Pero a poco que te des, enseguida comienzas a tenerles mucho cariño, y haces todo lo posible para que se sientan felices. Esto es una compensación maravillosa. Hay momentos malos, por supuesto, y a veces tareas muy costosas y situaciones problemáticas. Pero son la excepción si se lleva con alegría».
Comenta que ha sido el espíritu del Opus Dei el que le ha impulsado a tener esta dedicación, en la que puede acercar a estas personas a Dios en unos momentos difíciles de la vida. «El mayor cuenta con 98 años y 8 son nonagenarios. Todos agradecen y acuden a la Misa semanal, muchos conversan personalmente con el capellán y todos han recibido con emoción la unción de los enfermos. Ellos preparan la capilla, pintan para cada misa un retablo nuevo, varios Vía Crucis al año y llenan de flores naturales —o artificiales elaboradas por ellos— el amplio salón convertido en capilla. En Navidad pintan muchos Belenes y este año fabricaron cinco con figuras. Les encantó escuchar villancicos a 60 colegiales que acudieron a pasar un rato con ellos en esos días que se celebra el nacimiento de Jesús. También a diario se lee un breve pasaje del evangelio proseguido de un comentario», comenta.
«Lo más duro son los fallecimientos —comenta—. He cerrado los ojos ya a bastantes y luego he dado la noticia a los demás: "ya está en el cielo", les digo». A la pregunta de si alguno ha insinuado algo sobre la eutanasia, responde que «eso ni se lo plantean, no ha habido el menor comentario en los 6 años que llevo. El ambiente es de gran alegría, están rodeados de cariño, y hay un clima patente de esperanza».
Consejos para emprendedores
Le llaman con frecuencia a dar charlas en universidades y colegios para animar a los estudiantes a montar sus propias empresas. En ellas les anima a «ser hombres y mujeres con inquietudes» y define la vocación empresarial como «la ilusión que nos hace levantarnos cada día». Les insiste en la idea de ser positivos y «superar con ganas y sin amarguras los tiempos de crisis». En definitiva, ser líder de uno mismo.
En cuanto acabó la carrera a los 23 años quiso ser «un joven emprendedor» y se lanzó a esta aventura apasionante junto con su hermana, muy alentados por su madre, de quien dice que es la verdadera promotora de todo: «Ella es quien nos anima constantemente. Es el alma de la Residencia». También influyó la situación de su abuela, que necesitaba cuidados de profesionales. Proyectó un edificio de nueva planta con capacidad para que residieran 45 ancianos y atender otros 15 "de día".
Esto le está ayudando a pagar los créditos pendientes. Hoy regenta la residencia en la que trabajan 20 personas: «Nosotros sólo somos la cara visible de un gran equipo de profesionales», afirma. Por su audacia, junto con su hermana, fue galardonado con el premio de Joven emprendedor de 2006 en Castilla y León. Entonces su madre les dijo: «menos premios y a trabajar». Esto le animó bastante y fue el lema que se impuso en lo sucesivo. La residencia tiene el nombre de Santa Teresita.