Los padres necesitan que se incorporen a la vida escolar de nuestros jóvenes y desde muy temprana edad, modelos de convivencia basados en el respeto a los demás y la solidaridad
Mientras se elabora el pacto educativo se hablará de la necesidad de que haya reválidas y de los deberes de los hijos; se preocuparán del tema de los conciertos en los colegios; que la lengua vehicular en la escuela sea el español en todas las Autonomías, respetando las propias de cada comunidad; que se eliminen los símbolos religiosos de las aulas, discutirán sobre el bullying, sobre el acoso de algunos padres a profesores y de más asuntos que los medios de comunicación se preocuparán de difundir a la sociedad.
El pacto por la educación debe contemplar, antes que el aspecto político, la visión social, la de los agentes educativos, los padres y los profesores en primer lugar y, posteriormente, las patronales educativas.
Para ello, los agentes educativos con marcado signo político deberán hacer uso de una gran generosidad cediendo y, sobre todo aceptando, las ideas y las propuestas de los que tienen opiniones diferentes a las suyas. Deberán dejar a un lado sus ideologías poniendo en primer lugar el beneficio para el estudiante escuchando y atendiendo a los padres con un gran espíritu de servicio.
Es imprescindible llegar a un acuerdo general para alcanzar la tan ansiada estabilidad al sistema educativo español.
Sin embargo, los padres necesitan que se incorporen a la vida escolar de nuestros jóvenes y desde muy temprana edad, modelos de convivencia basados en el respeto a los demás y la solidaridad. Modelos que les hagan notar la excelencia del esfuerzo y del compromiso, los magníficos frutos que producen el tesón, el trabajo continuado y el sacrificio tanto por el propio bien como por el bien común; que aprendan a respetar a sus padres, sus hermanos, y por supuesto a los maestros y a sus compañeros.
Modelos que hagan que la vida del colegio sea una continuidad de la vida familiar y viceversa. Todo esto, que parece un sueño inalcanzable en la sociedad actual, no lo es.
Este fin de semana pasado, Rafa Nadal demostró lo que se puede alcanzar con esfuerzo, sacrificio, paciencia, ilusión, trabajo y una enorme humildad. Tal vez la mayor de las virtudes de este extraordinario deportista es que, habiendo llegado a lo más alto de su carrera, siempre se ha manifestado con una ejemplar modestia sobre sus capacidades. El trabajo de Rafael Nadal debe ser la referencia para nuestras futuras generaciones y marcar la base de la educación que queremos para los pequeños y los jóvenes. Todos los padres saben que la mejor educación es el ejemplo.
Empecemos desde los más pequeños.
Por supuesto que es importante la instrucción académica, pero de nada vale si lo prioritario como la educación en valores, la educación integral de la persona, la colaboración mutua entre la escuela y la familia, no son los puntos de partida para la elaboración del pacto. Esto nos proporcionará como sociedad generaciones de jóvenes españoles que miren hacia el futuro con ilusión y esperanza, marcándose metas y objetivos a conseguir.