Quizá lo que todos necesitemos se llame horizonte de esperanza, capacidad de darse a los demás sin esperar nada a cambio y un encuentro personal y diario con Dios
¿Qué necesita la sociedad de hoy? ¿Qué puede aportar la Prelatura del Opus Dei al hoy y el ahora de una sociedad con tantas heridas y por ello, tan vulnerable? ¿Qué necesita la mujer y el hombre del siglo XXI para encontrar la senda que le lleve a la cumbre y lograr ser feliz?
Quizá lo que todos necesitemos se llame horizonte de esperanza, capacidad de darse a los demás sin esperar nada a cambio y un encuentro personal y diario con Dios. Creo que eso es lo que monseñor Fernando Ocáriz proporcionará al Opus Dei como nuevo prelado, entre otros muchos contenidos. ¿Y cómo lo hará? Con todo su bagaje personal: con su profundidad teológica consecuencia de una aguda inteligencia, con su amplio curriculum labrado con esfuerzo y tesón y con su fortaleza de corazón para defender la verdad y la libertad de las personas de los cinco continentes donde el Opus Dei desarrolla su actividad pastoral.
«El reto principal es ayudar a que cada persona del Opus Dei sepa hacer la Iglesia en su lugar de trabajo, en su ambiente profesional, en el mundo de la cultura y de la familia. Con su testimonio cristiano, los fieles de la Prelatura pueden ayudar a encontrar a Cristo a la gente de hoy: en medio de la calle, en una sociedad cada día más plural. En este sentido, es necesario realizar una catequesis actual en el mundo de las profesiones, allí donde está la gente.
Otro desafío es dar alegría y esperanza al mundo de hoy. No a un mundo ideal, sino a este mundo nuestro complejo, lleno de heridas, tan necesitado de la caridad. En otras palabras: santificar la vida ordinaria de hoy, llevando a Cristo a todas las periferias existenciales, como nos recuerda el papa Francisco».
El Espíritu Santo ha dado al Opus Dei un padre porque es una gran familia, y un prelado porque es una institución de la Iglesia Católica que cumplirá la misión de expandir la llamada universal a la santidad a través de la vida corriente, del trabajo de cada día, de la relación con los demás, y de la ayuda de los sacramentos.