En los años que llevo trabajando en la Universidad de Navarra, he tenido la suerte de conocerlo y sin duda doy gracias por haberlo tenido
Ante el fallecimiento de monseñor Javier Echevarría, prelado del Opus Dei y Gran Canciller de la Universidad de Navarra, venía a mi mente unas palabras de Juan Crisóstomo: “No nos entristecemos por haberlo perdido, sino que damos gracias a Dios por haberlo tenido, y de tenerlo todavía, pues quien muere en el Señor vive eternamente”. En los años que llevo trabajando en la Universidad, he tenido la suerte de conocerlo y sin duda doy gracias por haberlo tenido.
En primer lugar, por haber presenciado su amor a Dios. Cuando hablaba de Él lo hacía con pasión, como un enamorado. Leerlo o escucharlo siempre suponía un estímulo para acercarse más a ese Dios que él amaba. Hace dos años pude estar con él en Roma, junto con otras 5 personas. Habíamos quedado a las 12 y después de saludarnos con afecto nos invitó a rezar el ángelus frente a un cuadro de la Virgen, y lo hizo mirándola con confianza filial y diciendo las palabras de forma pausada, con ternura.
Consecuencia de lo anterior, fue su preocupación por cada persona. Entre los documentos que en el Archivo se conservan he encontrado una carta dirigida a un antiguo bedel y a su esposa, al cumplir 60 años de matrimonio; en ella les animaba a dar gracias a Dios y les decía: “Pedirle que os ayude a quereros siempre más”.
Siguió el consejo que Pablo VI había dado a su predecesor, el beato Álvaro del Portillo, en la forma de actuar: “En estas circunstancias ¿qué hubiera hecho o dicho san Josemaría?” Esa total fidelidad al espíritu fundacional, era entendida como una profundización en lo esencial y un cambiar todo lo cambiable, siempre que fuera necesario.
También era muy llamativa su fidelidad al Papa, fuera el que fuera. No había mensaje que dijera el Papa, que él no transmitiera a los fieles de la Prelatura, animándonos a mejorar en ello. Pondré un ejemplo: cuando el Papa Francisco comenzó a hablar de la necesidad de acoger y ayudar al refugiado y al inmigrante, Mons. Javier Echevarría comenzó inmediatamente a transmitir esa necesidad. Hoy he buscado “refugiados” en www.opusdei.org y he encontrado 330 resultados, que responden a otras tantas iniciativas por todo el mundo. La más cercana es la que surgió en la propia Universidad de Navarra, donde medio centenar de voluntarios de AUNOM (Agrupación Universitaria por Oriente Medio) ayudan a integrarse a los refugiados. También es significativo que, durante el Año Santo de la Misericordia, con más de 80 años se lanzara a realizar un podcast cada mes sobre las obras de misericordia.
En la Universidad, además de por su cercano apoyo, también se le recuerda por su magnanimidad. Entre los documentos del Archivo, en uno de 1999, he leído cómo estimulaba a los de la Clínica a tener el “afán de no conformarse nunca con lo que hacemos, de no decir nunca basta, porque decir basta significa pararse y pararse es ya alguna manera de retroceder. (…). Se ha hecho mucho y hay que hacer muchísimo más, solamente en la medida que tengamos estas ambiciones llegaremos más lejos en el servicio que debemos prestar a la Iglesia, a la sociedad y a las personas”.
Sin duda se pueden destacar muchas más cosas, como su entrega y fortaleza; pero me quedo con la misma escena con la que comenzaba, en esa ocasión terminó diciéndonos con una sonrisa serena: “Tenemos que llenar el mundo de buen humor”.
Yolanda Cagigas Ocejo, directora del Archivo General de la Universidad de Navarra.