Me atrevería a decir que, si hay algo por lo que seguramente le gustaría que le recordaran, es por su amor a la Iglesia, manifestado en la fidelidad a su vocación y en el deseo de servir (…) siguiendo fielmente al Romano Pontífice
El 12 de diciembre, fiesta de la Virgen de Guadalupe, el Prelado del Opus Dei, Mons. Javier Echevarría falleció en Roma a la edad de 84 años. Con su desaparición llega a su término no solo la vida entregada de un pastor fiel de la Iglesia sino, en cierto modo, una época significativa del Opus Dei. Los dos sucesores de san Josemaría Escrivá −el Beato Álvaro del Portillo y Javier Echevarría− habían incorporado a su vida el espíritu del Opus Dei recibiéndolo del mismo fundador a lo largo de muchos años de convivencia con él, en los que se consolidaron su identificación con el espíritu que el Señor había confiado a san Josemaría.
La vida de Mons. Echevarría se ha caracterizado por la normalidad de su entrega fiel a la vocación en esta “partecica de la Iglesia”, como decía san Josemaría, que es la prelatura del Opus Dei. Fue secretario de san Josemaría y posteriormente secretario general del Opus Dei como estrechísimo colaborador de Mons. Álvaro del Portillo en las tareas de gobierno de la Prelatura. Luego, al sucederle en el cargo, dirigió la Obra siguiendo los pasos de quienes le habían precedido, con el único deseo de continuar la misión de la Prelatura, así como su consolidación y expansión. Y si uno de los gozos de Álvaro del Portillo fue ver a Josemaría Escrivá beatificado, para Mons. Echevarría lo fue participar en su canonización, como también lo fue poder ser testigo de la beatificación del mismo D. Álvaro. No buscaba con ello glorias humanas ni meros reconocimientos, sino que fuera visible la fuerza de la gracia santificadora de Dios que suscita a través de los santos la luz y la esperanza que necesita nuestro tiempo.
No es tarea fácil reseñar en pocas líneas los rasgos más destacables de Javier Echevarría. En las diversas ocasiones en que lo pude tratar, siempre me llamó la atención su rapidez de mente y su memoria prodigiosa, pero sobre todo su humildad. Se sentía incómodo siendo el centro de las atenciones y miradas. Además, era constante su exhortación a los fieles del Opus Dei a servir a todos los hombres y mujeres que nos rodean y a aprender de ellos.
Pero, me atrevería a decir que, si hay algo por lo que seguramente le gustaría que le recordaran, es por su amor a la Iglesia, manifestado en la fidelidad a su vocación y en el deseo de servir a toda las personas y a todos los pueblos, siguiendo fielmente al Romano Pontífice, como había aprendido a hacer a lo largo de su vida con san Josemaría. Trató personalmente a san Juan Pablo II, a Benedicto XVI y ahora a Francisco, quien precisamente hace poco más de un mes le había recibido de nuevo en audiencia.
Como Gran Canciller de la Universidad de Navarra conocía de primera mano la situación y los afanes de todos los que trabajamos en ella. Era consciente de la ilusión que había puesto san Josemaría en este centro universitario y nos empujaba para que la docencia e investigación estuvieran al servicio de la verdad y de la sociedad. Seguía muy de cerca lo que hacíamos en la Facultad de Teología, animándonos a que nuestro quehacer teológico no se quedara en consideraciones abstractas sino que fuera ocasión de un encuentro con Cristo, para poderlo así mostrar a los demás. Mons. Javier Echevarría ha sido un pastor prudente que ha sabido guiar fielmente el Opus Dei de acuerdo a su carisma fundacional y ha dejado un testimonio vivo de amor a la Iglesia.
Juan Chapa Prado Decano de la Facultad de Teología. Universidad de Navarra