Una patología grave, que tiene mucho que ver con la dinámica de la toxicodependencia y el alcoholismo
Jubilados cerrados en sus abrigos parcheados, la bolsa de la compra apoyada rápidamente en el suelo, totalmente atrapados por las luces y los colores de las máquinas tragaperras de un bar anónimo y gris. Viudas sentadas en un taburete de una ruidosa sala de juegos, el filtro del cigarro que se apaga lentamente y la mirada perdida delante de un vídeo poker. Los hay que prefieren estar en la soledad de la propia casa, lejos de la mirada que juzga, para jugar al azar online en otro casino virtual, que promete ganancias fáciles e inmediatas. No es la trama sombría de una película de cine negro, sino lamentablemente la triste y desoladora realidad, cada vez más frecuente en todos los países.
La mayor parte de estas personas son ancianos, jubilados, viudas, personas que están solas, marginadas y con evidentes problemas psicológicos y dificultades sociales. Personas frágiles y abandonadas de la sociedad, y a menudo de sus mismas familias, que no tienen la fuerza de decir no al mal oscuro de la dependencia. Se encuentran así derrochando su pequeña pensión y los ahorros de una vida en la soledad de alguna hora al bar o delante de la pantalla de un ordenador.
Todo esto tiene un nombre: ludopatía. Es la dependencia patológica del juego de azar. Es una patología grave, que tiene mucho que ver con la dinámica de la toxicodependencia y el alcoholismo. Las personas que sufren ludopatía, como cualquier otra dependencia, ya no es dueña de sí misma y pierde la capacidad de dominar los propios impulsos y las propias emociones. La patología es devastadora: con el tiempo aumenta la frecuencia del juego, se pasa más tiempo jugando y se gasta más en el intento de recuperar lo perdido, invirtiendo más de las propias posibilidades. A menudo piden dinero y se llenan de deudas, además de descuidar los compromisos diarios. El juego se convierte en una obsesión, un torbellino, del que no se es capaz de escapar. Se entra en un túnel sin luz, de adicción sombría, desesperación y malestar, del que se es imposible salir solos. Los síntomas más difundidos de quien sufre ludopatía son:
− completa absorción mental en el juego durante toda la jornada. Por ejemplo se está continuamente intentando revivir las experiencias vividas durante el juego, planificar la próxima jugada, idear maneras para conseguir dinero para nuevos encuentros;
− extrema necesidad de tener que jugar sumas de dinero cada vez mayores para llegar al estado de emoción deseado;
− fuerte inquietud e irritabilidad cuando no se puede jugar;
− no es raro que, después de haber perdido, se busque inmediatamente una revancha, volviendo así a las pérdidas;
− se miente continuamente a la familia y al terapeuta, para esconder la entidad real de la propia implicación en el juego de azar.
Una de las formas de juego de azar más común y moderna es la de las máquinas tragaperras y los vídeo póker, lamentablemente presentes en todo ejercicio público, bar o estanco, con la complicidad silenciosa de los Gobiernos que esperan enormes recursos económicos de este gran negocio. Por dar un ejemplo, algunas estimaciones afirman que solo en 2014, el Gobierno italiano ganó 8 mil millones en ingresos por impuestos de la industria de juegos de azar, casi 15 mil euros al segundo. Una cantidad enorme, fundada en la desesperación de millones de personas. En el mundo, algunos analistas hablan de una facturación total de 450 mil millones en 2015.
Las máquinas tragaperras y vídeo póker son ya una plaga. Se calcula que solo en Italia se han instalado más de 400 mil, una máquina cada 150 habitantes. Una densidad increíble e impactante, si pensamos que en Italia, por citar un ejemplo, hay apenas 18 mil farmacias para servir a una población de más de 60 millones de habitantes. Japón es el país con más máquinas tragaperras activas en el mundo, casi 4’6 millones, mientras en Estados Unidos hay poco más de 750 mil, la mayor parte concentradas en Las Vegas.
En la era de internet y de la multimedialidad ya no hace falta ir al bingo. Ahora basta con tener un ordenador y una tarjeta de crédito para conectarse a uno de los miles de casinos virtuales existentes en la red. Se intuye enseguida cómo el juego de azar online es extremadamente peligroso, porque en la soledad de la propia casa el jugador ya no tiene frenos y límites. Puede acceder al juego siempre, sin sufrir la mirada que juzga de los otros. Y de simple pasatiempo, el juego se convierte en compulsión incontrolable. También aquí, como en otras patologías, el sujeto queda preso de un círculo vicioso, al punto de descuidar, en los casos más patológicos, las relaciones humanas, laborales, sociales y familiares.
El aumento de la ludopatía, en particular entre los ancianos, es la señal de alarma de un problema que ya no puede ser ignorado. La dependencia del juego ha aumentado dramáticamente en los últimos años, con la legalización y la difusión de las concesiones en los ejercicios públicos en todos los países, desde Japón a Italia. Son necesarias iniciativas fuertes, como por ejemplo la de premiar con incentivos y reconocimientos los bares sin máquinas tragaperras, para promover y sensibilizar a la opinión pública sobre una cuestión de cultura y tutela de la salud, como se ha hecho en los decenios pasados con el SIDA, la droga y el tabaco. Es necesario un compromiso y una sensibilización en las escuelas y en las bibliotecas públicas, en los hospitales y en los centros de ancianos. Sería deseable también una campaña mediática de información y de prevención sobre redes públicas y privadas.
Es necesario sobre todo un compromiso de los gobiernos. Son necesarias políticas serias, que desincentiven este negocio, que aun siendo fructífero para las arcas del Estado, es perjudicial para la salud pública de un país, sobre todo cuando golpea a los más débiles y necesitados de ayuda.
El espejuelo que máquinas tragaperras y vídeo póker puedan resolver los problemas y aliviar las dificultades de la vida, debe ser combatido con fuerza. Es una promesa falsa, considerando también el hecho de que gana siempre y solo el Estado. El mecanismo de estas máquinas no permite nunca al jugador ser vencedor, excepto algún cebo ilusorio para seguir jugando.
Fabrizio Piciarelli, en familyandmedia.eu.
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