Leemos, de vez en cuando, noticias sobre un pleito que un grupo de personas inicia contra un arzobispo, contra un cura, contra un colegio
También leemos las maniobras de un ayuntamiento que promueve un proceso “legislativo-administrativo” para quitar la cruz erguida delante de una iglesia. Y ya son abundantes también, por desgracia, las noticias que informan de hechos más llamativos: una persona suspendida en su trabajo por llevar una cruz colgada al cuello; una familia que se ve privada de la custodia de sus hijos, porque el maestro ha informado a las autoridades que los niños “están influenciados por la fe de los padres”, etc., etc.
Últimamente nos encontramos con la noticia de la manipulación sexual que “leyes a lo cifuentes”, por llamarles de alguna manera, pretenden imponer, y que se encuentran con el rechazo patente no solo de algún que otro obispo, sino de cualquier madre y padre sensatos. Obispos y madres y padres son citados para comparecer ante el juez: ¿Cómo se les ocurre oponerse a semejantes “leyes” tan “ilustradas”?
¿Qué pretenden los iniciadores de tantos “pleitos”, de tantas soflamas?, ¿taparle la boca a la Iglesia para que no hable, con toda claridad y libertad sobre la defensa de la vida del concebido, por tanto ya nacido, que no ha salido todavía del seno materno; que reafirman la realidad natural de que familia es familia, basada en matrimonio hombre y mujer; que defienda la libertad de las familias contra las injerencias del estado en la educación de sus hijos, etc. etc.?
¿Por qué les crea tanto problema el hecho de que la Iglesia hable, de que el Papa señale claramente los peligros contra la vida y contra el matrimonio, y que los obispos defiendan la libertad de los padres para escoger la educación de sus hijos, y protesten contra la imposición “gubernamental” de imponer una “ideología de género”?
Si conocieran un poco de la historia de la Iglesia, llegarían a descubrir que la Iglesia no ha dejado de hablar. Un veces será las bocas de los obispos quienes hablen, porque que están más cerca de los acontecimientos, como es el reciente caso de la “ley a lo cifuentes”; otras será la del mismo Papa, como ha ocurrido en su reciente conversación con los obispos polacos, que terminó con estas palabras: «Quisiera concluir con este aspecto, porque detrás están las ideologías. En Europa, América, América Latina, África, en algunos países de Asia, hay verdaderas colonizaciones ideológicas. Y una de estas −lo digo claramente con nombre y apellido− ¡es la ideología de género!»
«Hoy a los niños −¡a los niños!−, en la escuela se les enseña esto: que el sexo cada uno lo puede elegir. ¿Y por qué enseñan esto? Porque los libros son de las personas e instituciones que te dan el dinero. Son las colonizaciones ideológicas, sostenidas también por países muy influyentes. Esto es terrible. Conversando con Benedicto XVI, que está bien y tiene un pensamiento claro, me decía: “Santidad, esta es la época del pecado contra Dios creador”. ¡Es inteligente! Dios ha creado al hombre y la mujer, Dios ha creado el mundo así, así, así…y nosotros hacemos lo contrario”.
El diablo lleva toda su existencia intentando “tapar la boca de la Iglesia”. No lo ha conseguido, ni lo conseguirá jamás.
Y con el Papa, y los obispos, hablaran los mártires, loa confesores de la Fe. Hablarán las Teresas de Cálcuta y las Teresas de Ávila; hablaran los san Benitos, los san Ignacios, los san Josemarías. Hablaran los santos curas de Ars, las santas madres de familia que no abortan, acogen a los hijos Down y los bautizan con toda solemnidad. Y seguirán hablando de Dios Creador, de Dios misericordioso, de Dios que perdona los pecados a quienes se arrepienten de haber pecado contra Dios y contra ellos mismos.
Ya el hecho de que se intente “tapar la boca a la Iglesia”, es en definitiva un reconocimiento −confesado o no confesado− de que en su voz palpita la Voz de Dios.