Encuentro del Papa con los obispos de Polonia en su primer día de visita a Cracovia, con ocasión de la XXXI Jornada Mundial de la Juventud
El Santo Padre respondió a las preguntas de los obispos polacos, precedidas por su petición de oración por Mons. Zygmunt Zymowski, presidente del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, fallecido hace unas semanas. Una oración conjunta de los obispos y el Papa fue también por el Cardenal Franciszek Macharski que, muy enfermo, se encuentra hospitalizado y al cual el Papa dijo que trataría de visitar.
Antes de comenzar el diálogo, con las preguntas que habéis preparado, quería hacer una obra de misericordia con todos vosotros y sugerir otra. Sé que en estos días, con la Jornada de la juventud, muchos de vosotros habéis estado ocupados y no han podido ir a las exequias del querido Mons. Zimowski. Es una obra de caridad sepultar a los muertos, y querría que todos juntos, ahora, hiciésemos una oración por Mons. Zygmunt Zimowski y que esta sea una verdadera manifestación de caridad fraterna, sepultar a un hermano que ha muerto. Pater noster… Ave Maria… Gloria Patri… Requiem aeternam…
Y luego, la otra obra de misericordia que quisiera sugerir. Yo sé que estáis preocupados por esto: nuestro querido cardenal Macharski que está muy enfermo…[1] Al menos acercarse, porque creo que no se podrá entrar donde está, privado de conocimiento, pero al menos acercarnos a la clínica, al hospital, y tocar la pared como diciendo: “Hermano, estoy a tu lado”. Visitar a los enfermos es otra obra de misericordia. Yo también iré. Gracias.
Y ahora, algunos habéis preparado unas preguntas, al menos las han hecho llegar. Estoy a vuestra disposición.
S.E. Mons. Marek Jędraszewski (Arzobispo de Łódź)
Santo Padre, parece que los fieles de la Iglesia católica, y en general todos los cristianos, en Europa occidental se van encontrando cada vez más en minoría en el ámbito de una cultura contemporánea ateo-liberal. En Polonia asistimos a un enfrentamiento profundo, a una lucha enorme entre fe en Dios de una parte, y de otra un pensamiento y estilos de vida como si Dios no existiese. Según Usted, Santo Padre, ¿qué tipo de acciones pastorales debería emprender la Iglesia católica en nuestro País, para que el pueblo polaco sea fiel a su ya más que milenaria tradición cristiana? Gracias.
Excelencia, usted es obispo de…?
De Łódź, donde comenzó el camino de Santa Faustina; porque justo allí oyó la voz de Cristo para ir a Varsovia y hacerse monja, precisamente en Łódź. La historia de su vida comenzó en mi ciudad.
¡Es usted un privilegiado! Es verdad, la descristianización, la secularización del mundo moderno es fuerte. Es muy fuerte. Pero alguno dice: Sí, es fuerte pero se ven fenómenos de religiosidad, como si el sentido religioso se despertase. Y eso puede ser también un peligro. Creo que nosotros, en este mundo tan secularizado, tenemos también el otro peligro, de la espiritualización gnóstica: esta secularización nos da la posibilidad de hacer crecer una vida espiritual un poco gnóstica. Recordemos que fue la primera herejía de la Iglesia: el apóstol Juan fustiga a los gnósticos −¡y cómo, con qué fuerza!−, donde hay una espiritualidad subjetiva, sin Cristo.
El problema más grave, para mí, de esta secularización es la descristianización: quitar a Cristo, quitar al Hijo. Yo rezo, oigo… y nada más. Eso es gnosticismo. Hay otra herejía que también está de moda, en este momento, pero la dejo aparte porque su pregunta, Excelencia, va en esa dirección. Hay también un pelagianismo, pero eso lo dejamos aparte, para hablar en otro momento. Encontrar a Dios sin Cristo: un Dios sin Cristo, un pueblo sin Iglesia. ¿Por qué? Porque la Iglesia es la Madre, la que te da la vida, y Cristo es el Hermano mayor, el Hijo del Padre, que hace referencia al Padre, que es el que te revela el nombre del Padre. Una Iglesia huérfana: el gnosticismo de hoy, es precisamente una descristianización, sin Cristo, y nos lleva a una Iglesia, digamos mejor, a los cristianos, a un pueblo huérfano. Y tenemos que hacer sentir eso a nuestro pueblo.
¿Qué aconsejaría yo? Me viene a la cabeza −pero creo que es la práctica del Evangelio, donde está la enseñanza del Señor− la cercanía. Hoy nosotros, siervos del Señor −obispos, sacerdotes, consagrados, laicos convencidos−, debemos estar cerca del pueblo de Dios. Sin cercanía solo está la palabra sin carne. Pensemos −a mí me gusta pensar esto− en los dos pilares del Evangelio. ¿Cuáles son los dos pilares del Evangelio? Las Bienaventuranzas, y luego Mateo 25, el “protocolo” con el que todos seremos juzgados. Concreción. Cercanía. Tocar. Las obras de misericordia, tanto corporales como espirituales. “Pero Usted dice esas cosas porque está de moda hablar de la misericordia este año…”. No, ¡es el Evangelio! El Evangelio, obras de misericordia. Está aquel herético o no creyente samaritano que se conmueve y hace lo que debe hacer, ¡y arriesga hasta el dinero! Tocar. Está Jesús que siempre estaba entre la gente o con el Padre. O en oración, solo con el Padre, o entre la gente, ahí, con los discípulos. Cercanía. Tocar. Es la vida de Jesús... Cuando sintió compasión a las puertas de la ciudad de Naím (cfr. Lc 7,11-17), se conmovió, y fue y tocó el féretro diciendo: “No llores…”. Cercanía. Y la cercanía es tocar la carne de Cristo que sufre.
Y la Iglesia, la gloria de la Iglesia, son los mártires, ciertamente, pero son también tantos hombres y mujeres que han dejado todo y han pasado su vida en los hospitales, en las escuelas, con los niños, con los enfermos… Recuerdo, en África Central, una monjita, tenía 83 u 84 años, flacucha, valiente, con una niña… Vino a saludarme: “Yo no soy de aquí, soy de la otra parte del río, del Congo, pero cada vez, una vez a la semana, vengo aquí a hacer la compra porque es más conveniente”. Me dijo la edad: 83/84 años. “Desde los 23 años estoy aquí: soy enfermera obstétrica, he ayudado a nacer a dos o tres mil niños…” −“Ah… ¿y viene aquí sola?” −“Sí, sí, tomamos la canoa…”. ¡Con 83 años! Con la canoa tardaba una hora y llegaba. Esa mujer −y tantas como ella− han dejado su país −es italiana, de Brescia−, dejaron su país para tocar la carne de Cristo.
Si vamos a esos países de misión, al Amazonas, a América Latina, en los cementerios encontramos las tumbas de tantos hombres y mujeres religiosos muertos jóvenes, porque para las enfermedades de aquella tierra no tenían anticuerpos, y morían jóvenes. Las obras de misericordia: tocar, enseñar, consolar, “perder el tiempo”. Perder el tiempo. Me gustó mucho, una vez, un señor que fue a confesarse y estaba en una situación tal que no podía recibir la absolución. Fue con un poco de miedo, porque ya lo habían echado otras veces: “No, no… vete”. El cura lo escuchó, le explicó la situación, y le dijo: “Pero tú reza. Dios te ama. Yo te daré la bendición, pero tú vuelve. ¿Me lo prometes?”. Y ese cura “perdía tiempo” para atraer a ese hombre a los sacramentos. Eso se llama cercanía.
Y hablando a los Obispos de cercanía, creo que debo hablar de la cercanía más importante: con los sacerdotes. El obispo debe estar disponible para sus sacerdotes. Cuando estaba en Argentina escuché de sacerdotes… −tantas, tantas veces, cuando iba a dar los Ejercicios, me gustaba dar los Ejercicios−; decía: “Habla con el obispo de eso…” −“Pero si lo le llamado, y la secretaria me dice: No, está muy, muy ocupado, pero te recibirá dentro de tres meses”. Ese sacerdote se siente huérfano, sin padre, sin la cercanía, y empieza a ir para abajo. Un obispo que ve en el papel, por la noche, cuando vuelve, la llamada de un sacerdote, o esa misma noche o al día siguiente debe llamarlo en seguida. “Sí, estoy ocupado, ¿pero es urgente?” −“No, no, pero pongámonos de acuerdo…”. Que el sacerdote sienta que tiene un padre. Si quitamos a los sacerdotes la paternidad, no podemos pedirles que sean padres, y el sentido de la paternidad de Dios se aleja. La obra del Hijo es tocar las miserias humanas: espirituales y corporales. La cercanía. La obra del Padre: ser padre, obispo-padre.
Luego, los jóvenes, porque hay que hablar de los jóvenes en estos días. ¡Los jóvenes son “aburridos”! Porque siempre vienen a decir las mismas cosas, o bien “yo pienso así…”, o bien “la Iglesia debería…”, y hace falta paciencia con los jóvenes. Yo conocí, de chico, algunos curas: era un tiempo en que el confesionario era más frecuentado que ahora, pasaban horas escuchando, o allí recibían en la oficina parroquial, escuchando las mismas cosas… pero con paciencia. Y luego, llevar a los jóvenes al campo, al monte… Pensad en san Juan Pablo II, ¿qué hacía con los universitarios? Sí, daba clase, ¡pero luego iba con ellos al monte! cercanía. Los escuchaba. Estaba con los jóvenes…
Y una última cosa quería subrayar, porque creo que el Señor me lo pide: los abuelos. Vosotros, que habéis sufrido el comunismo, el ateísmo, lo sabéis: han sido los abuelos y las abuelas los que han salvado y trasmitido la fe. Los abuelos tienen la memoria de un pueblo, tienen la memoria de la fe, la memoria de la Iglesia. ¡No descartéis a los abuelos! En esta cultura del descarte, que es precisamente descristianizada, se descarta lo que no sirve, lo que no va. ¡No! Los abuelos son la memoria del pueblo, son la memoria de la fe. Unir a los jóvenes con los abuelos: también eso es cercanía. Estar cerca y crear cercanía. Respondería así a esta pregunta. No hay recetas, pero tenemos que bajar al campo. Si esperamos que suene la llamada o que llamen a la puerta… No. Debemos salir a buscar, como el pastor, que va a buscar a los perdidos. No sé, eso es lo que se me ocurre. Simplemente.
Mons. Sławoj Leszek Głódź (Arzobispo de Gdańsk)
Querido Papa Francisco, sobre todo estamos tan agradecidos de que el Papa Francisco haya profundizado la enseñanza sobre la misericordia que había iniciado San Juan Pablo II precisamente aquí, en Cracovia. Todos sabemos que vivimos en un mundo dominado por la injusticia: los más ricos se vuelven aún más ricos, y los pobres se vuelven miserables, está el terrorismo, hay ética y moralidad liberales, sin Dios… Y mi pregunta es la siguiente: ¿cómo aplicar la enseñanza de la misericordia, y a quién, sobre todo? El Santo Padre ha promovido una medicina que se llama “misericordina”, que llevo conmigo: gracias por la propaganda…
…y ahora viene la “misericordina plus”: ¡es más fuerte!
S.E. Mons. Sławoj Leszek Głódź
…sí, y gracias por ese “plus”. También tenemos el programa “plus” promovido incluso por el gobierno para las familias numerosas. Ese “plus” está de moda. ¿A quién y cómo, sobre todo? En primer lugar, ¿quién debería ser objeto de nuestra enseñanza de la misericordia? Gracias.
Gracias. Esto de la misericordia no es una cosa que se me ocurrió a mí. Es un proceso. Si vemos ya al beato Pablo VI, tenía algún apunte sobre la misericordia. Luego, san Juan Pablo II fue el gigante de la misericordia, con la Encíclica Dives in misericordia, la canonización de santa Faustina, y luego la octava de Pascua: murió la víspera de aquel día. Es un proceso, desde hace años, en la Iglesia. Se ve que el Señor pedía que se despertara en la Iglesia esa actitud de misericordia entre los fieles. Él es el Misericordioso que perdona todo.
A mí me llama mucho la atención un capitel medieval que se halla en la Basílica de Santa María Magdalena en Vézelay, Francia, donde comienza el Camino de Santiago. En ese capitel, por una parte está Judas ahorcado, con los ojos abiertos y la lengua fuera, y por la otra parte está el Buen Pastor que lo carga consigo. Y si miramos bien, con atención, la cara del Buen Pastor, los labios por un lado son tristes, pero por el otro esbozan una sonrisa. La misericordia es un misterio, es un misterio. Es el misterio de Dios.
Me hicieron una entrevista, de la que luego se sacó un libro titulado El nombre de Dios es misericordia −es una expresión periodística−, pero creo que se puede decir que Dios es el Padre misericordioso. Al menos, Jesús en el Evangelio lo hace ver así. Castiga para convertir. Y luego las parábolas de la misericordia, y el modo en que quiso salvarnos… Cuando llegó la plenitud de los tiempos, hizo nacer al hijo de una mujer: con la carne, nos salva con la carne; no a partir del miedo, sino de la carne. En ese proceso de la Iglesia recibimos tantas gracias.
Y usted ve este mundo enfermo de injusticia, de falta de amor, de corrupción. Y es verdad, eso es verdad. Hoy, en el avión, hablando del sacerdote anciano que ha sido asesinado en Francia: desde hace tiempo estoy diciendo que el mundo está en guerra, que estamos viviendo la tercera guerra mundial a pedazos. Pensemos en Nigeria… Ideologías, sí, pero ¿cuál es la ideología de hoy, que está justo en el centro y que es la madre de las corrupciones, de las guerras? La idolatría del dinero. El hombre y la mujer ya no son el culmen de la creación; han puesto al ídolo dinero, y todo se compra y se vende por dinero. En el centro, el dinero. Se abusa de la gente. ¿Y la trata de personas hoy? Siempre ha sido así: ¡la crueldad!
Le hablé de este sentimiento a un jefe de gobierno y me dijo: “Siempre ha habido crueldad. El problema es que ahora la vemos en la televisión, se ha acercado a nuestra vida”. Pero siempre esa crueldad. Matar por dinero. Abusar de la gente, explotar la creación. Un jefe de gobierno africano, recientemente elegido, cuando vino en audiencia me dijo: “El primer acto de gobierno que he hecho ha sido reforestar el país, que había sido deforestado y aniquilado”. ¡No estamos cuidando la creación! Y eso significa más pobres, más corrupción.
Y qué pensamos cuando el 80% −más o menos, buscad bien las estadísticas, si no es 80 es 82 o 78− de las riquezas están en manos de menos del 20% de la gente. “¡Padre no hable así, que parece comunista!”. ¡No, no, son estadísticas! ¿Y quién paga eso? Paga la gente, el pueblo de Dios: las niñas explotadas, los jóvenes sin trabajo. En Italia, de menos de 25 años, el 40% está sin trabajo; en España, el 50%; en Croacia, el 47%. ¿Por qué? Porque hay una economía líquida, que favorece la corrupción.
Me contaba escandalizado un gran católico, que fue a un amigo empresario: “Yo te enseñaré cómo gano 20 mil dólares sin moverme de casa”. Y con el ordenador, desde California, compró no sé qué y lo vendió en China: en 20 minutos, en menos de 20 minutos, había ganado esos 20 mil dólares. ¡Es todo líquido! Y los jóvenes no tienen la cultura del trabajo, ¡porque no tienen trabajo! La tierra está muerta, porque ha sido explotada sin sabiduría. Y así seguimos. El mundo se calienta, ¿por qué? Porque tenemos que ganar. La ganancia. “Hemos caído en la idolatría del dinero”: esto me lo dijo un Embajador cuando vino a presentar sus Credenciales. Es una idolatría.
La Divina Misericordia es el testimonio, el ejemplo de tanta gente, de tantos hombres y mujeres, laicos, jóvenes que hacen obras: en Italia, por ejemplo, el cooperativismo. Sí, hay algunos que son demasiado astutos, pero siempre se hace el bien, se hacen cosas buenas. Y luego las instituciones para cuidar enfermos: organizaciones fuertes. Ir por ese camino, hacer cosas para que la dignidad humana crezca. Pero es verdad lo que usted dice. Vivimos un analfabetismo religioso, hasta el punto de que en algunos santuarios del mundo las cosas se confunden: se va a rezar, hay tiendas donde se compran objetos de piedad, rosarios… pero hay algunos que venden cosas de superstición, porque se busca la salvación en la superstición, en el analfabetismo religioso, ese relativismo que confunde una cosa con la otra.
Y hoy hace falta catequesis, la catequesis de la vida. La catequesis que no es solo dar las nociones, sino acompañar el camino. ¡Acompañar es una de las actitudes más importantes! Acompañar el crecimiento de la fe. ¡Es una gran labor y los jóvenes esperan eso! Los jóvenes esperan… “¡Pero si empiezo a hablar, se aburren!”. Pues dales un trabajo que hacer. Diles que vayan durante las vacaciones, 15 días, a ayudar a construir casas modestas para los pobres, o a hacer cualquier otra cosa. Que empiecen a sentir que son útiles. Y ahí deja caer la semilla de Dios. Lentamente. ¡Pero solo con palabras la cosa no va! El analfabetismo religioso de hoy debemos afrontarlo con los tres lenguajes, con las tres lenguas: la lengua de la mente, la lengua del corazón y la lengua de las manos. Las tres armónicamente.
No sé… ¡Estoy hablando demasiado! Son ideas que os doy. Vosotros, con vuestra prudencia, sabréis qué hacer. Pero siempre la Iglesia en salida. Una vez me atrevía a decir: está aquel versículo del Apocalipsis: “Yo estoy a la puerta y llamo” (3,20); Él llama a la puerta, pero me pregunto cuántas veces el Señor llama a la puerta desde dentro, para que le abramos y Él pueda salir con nosotros a llevar el Evangelio fuera. ¡No encerrados, fuera! ¡Salir, salir! Gracias.
S.E. Mons. Leszek Leszkiewicz (Obispo Auxiliar de Tarnów)
Santo Padre, nuestro empeño pastoral se basa en general en el modelo tradicional de la comunidad parroquial, enfocada en la vida sacramental. Un modelo que aquí sigue dando frutos. Sin embargo, nos damos cuenta de que, también aquí, las condiciones y las circunstancias de la vida ordinaria cambian rápidamente y piden a la Iglesia nuevos modos pastorales. Pastores y fieles se parecen un poco a aquellos discípulos que escuchan, se afanan mucho, pero no siempre saben sacar fruto del dinamismo misionero interior y exterior de las comunidades eclesiales. Santo Padre, Usted, en la Evangelii gaudium, habla de los discípulos misioneros que llevan con entusiasmo la Buena Nueva al mundo de hoy. ¿Qué nos sugiere? ¿En qué nos anima, para que podamos edificar en nuestro mundo la comunidad de la Iglesia de modo fructuoso, fecundo, con alegría, con dinamismo misionero?
Gracias. Quisiera subrayar una cosa: ¡la parroquia siempre es válida! La parroquia debe permanecer: es una estructura que no debemos tirar por la ventana. La parroquia es precisamente la casa del Pueblo de Dios, en la que vive. ¡El problema es cómo enfoco la parroquia! Hay parroquias con secretarias parroquiales que parecen “discípulas de satanás”, ¡que asustan a la gente! Parroquias con las puertas cerradas. Pero también hay parroquias con las puertas abiertas, parroquias donde, cuando viene alguno a pedir, se dice: “Sí, sí… Siéntese. ¿Cuál es el problema?...” Y se escucha con paciencia… ¡porque cuidar el Pueblo de Dios es cansado, pesado!
Un buen profesor universitario, un jesuita que conocí en Buenos Aires, cuando se jubiló pidió al Provincial ir como párroco a un barrio para tener esa otra experiencia. Una vez a la semana venía a la Facultad −él dependía de esa comunidad− y un día me dice: “Di a tu profesor de eclesiología que en su tratado faltan dos tesis” −“¿Cuáles?” −“Primera: el Pueblo Santo de Dios es esencialmente agotador. Y la segunda: el Pueblo Santo de Dios ontológicamente hace lo que le da la gana. ¡Y eso cansa!”. Hoy ser párroco es cansado: sacar adelante una parroquia es cansado, en este mundo de hoy con tantos problemas.
Y el Señor nos ha llamado para que nos cansemos un poquito, para trabajar y no para descansar. La parroquia es cansada cuando está bien enfocada. La renovación de la parroquia es una de las cosas que los obispos deben tener siempre a la vista: ¿cómo va esa parroquia? ¿Qué haces? ¿Cómo va la catequesis? ¿Cómo la enseñas? ¿Está abierta? Tantas cosas… Pienso en una parroquia de Buenos Aires, cuando los novios venían: “Nos gustaría casarnos aquí…” −“Sí, decía la secretaria, estos son los precios”. Eso no va, una parroquia así no va. ¿Cómo se acoge a las personas? ¿Cómo se escuchan? ¿Hay siempre alguno en el confesionario?
En las parroquias −no en las que están en los barrios pequeños, sino en las parroquias que están en el centro, en las grandes calles− si hay un confesionario con la luz encendida, siempre la gente va. ¡Siempre! Una parroquia acogedora. Los obispos debemos pedir esto a los curas: “¿Cómo va tu parroquia? ¿Y tú sales? ¿Visitas a los encarcelados, a los enfermos, a las viejitas? ¿Y con los niños qué haces? ¿Cómo los haces jugar y cómo sacas adelante el oratorio[2]? Es una de las grandes instituciones parroquiales, al menos en Italia. El oratorio: ahí los chicos juegan y se le dice una palabra, un poco de catequesis. Vuelven a casa cansados, contentos y con una buena semilla. ¡La parroquia es importante!
Alguno dice que la parroquia ya no sirve, porque es la hora de los movimientos. ¡Eso no es verdad! Los movimientos ayudan, pero los movimientos no deben ser una alternativa a la parroquia: deben ayudar a la parroquia, sacar adelante la parroquia, como en la Congregación Mariana, como en la Acción Católica y tantas realidades. ¿Buscar la novedad y cambiar la estructura parroquial? Lo que os digo podrá parecer quizá una herejía, pero es como lo vivo yo: creo que es una cosa análoga a la estructura episcopal, es diferente, pero análoga. La parroquia no se toca: debe permanecer como un lugar de creatividad, de referencia, de maternidad y todas estas cosas. Y ahí realizar esa capacidad inventiva; y cuando una parroquia va adelante así se realiza lo que −a propósito de los discípulos misioneros− yo llamo “parroquia en salida”.
Por ejemplo, pienso en una parroquia −un ejemplo bonito que luego fue imitado por muchos− en un país donde no era habitual que se bautizasen los niños, porque no había dinero; pero para la fiesta patronal se prepara desde 3 o 4 meses antes, con la visita a las casas y ahí se ve cuántos niños no son bautizados. Se prepara a las familias y uno de los actos de la fiesta patronal es el Bautismo de 30 o 40 niños que, de lo contrario, se quedarían sin Bautismo. Inventar cosas de ese tipo. La gente no se casa en la Iglesia.
Estoy pensando en una reunión de sacerdotes; uno se levantó y dijo: “¿Tú has pensado por qué?” Y dio muchas razones que todos compartimos: la cultura actual, y cosas así. Pues hay un buen grupo de gente que no se casa porque ¡hoy casarse cuesta! Cuesta por todo, la fiesta… Es un acto social. Y ese párroco, que tenía una gran inventiva, dijo: “Quien quiera casarse, yo le espero”. Porque en Argentina hay dos matrimonios: se debe ir siempre al civil y ahí se hace el matrimonio civil, y luego si quieres vas al templo de tu religión a casarte. Alguno −¡muchos!− no vienen a casarse porque no tienen dinero para dar una fiesta grande…
Pero los curas que tienen un poco de ingenio dicen: “¡No, no! ¡Yo te espero!” Ese día, al civil se casa a las 11.00-12.00-13.00-14.00: ¡ese día no duermo la siesta! Después del matrimonio civil van a la Iglesia, se casan y se van en paz. Inventar, buscar, salir, buscar a la gente, ponerse en las dificultades de la gente. ¡Pero una parroquia-oficina hoy no va! Porque la gente no es disciplinada. Vosotros tenéis un pueblo disciplinado, ¡y eso es una gracia de Dios! Pero en general no es disciplinada. Yo pienso en mi tierra: la gente, si tú no vas a buscarla, si no haces un acercamiento, no viene. Y ese es el discípulo misionero, la parroquia en salida. Salir a buscar, como hizo Dios que envió a su Hijo a buscarnos.
No sé si es una respuesta simplista, pero no tengo otra. No soy un pastoralista iluminado, digo lo que se me ocurre.
S.E. Mons. Krzysztof Zadarko (Obispo Auxiliar de Koszalin-Kołobrzeg)
Padre Santo, uno de los problemas más angustiantes con los que se enfrenta la Europa de hoy es la cuestión de los refugiados. ¿Cómo podemos ayudarlos, ya que son tan numerosos? ¿Y qué podemos hacer para superar el miedo de una invasión o agresión, que paraliza a toda la sociedad?
Gracias. El problema de los refugiados… No en todos los tiempos los refugiados eran como ahora. Digamos emigrantes y refugiados, los consideramos juntos. Mi padre era un emigrante. Y yo contaba al Presidente de Polonia que en la fábrica donde trabajaba había tantos emigrantes polacos, en la posguerra; yo era niño y conocí muchos. Mi tierra es una tierra de inmigrantes, todos… Y ahí no había problemas; eran otros tiempos, de verdad. Hoy, ¿por qué hay tanta migración? No hablo de la emigración de la propia patria hacia el exterior: eso es por falta de trabajo. Está claro que van a buscar trabajo fuera. Esto es un problema de casa, que también vosotros tenéis un poco… Hablo de los que vienen a nosotros: huyen de las guerras, del hambre. El problema está allá. ¿Y por qué el problema está allá? Porque en esa tierra hay un abuso de la gente, hay una explotación de la tierra, hay un abuso para ganar más dinero.
Hablando con economistas mundiales, que ven este problema, dicen: debemos hacer inversiones en esos países; haciendo inversiones tendrán trabajo y no necesitarán emigrar. ¡Pero está la guerra! Está la guerra de las tribus, algunas guerras ideológicas o algunas guerras artificiales, preparadas por los traficantes de armas que viven de eso: dan las armas a ti que estás contra aquellos, y a aquellos que están contra ti. ¡Y así viven ellos! De verdad la corrupción está en el origen de la migración. ¿Qué hacer? Yo creo que cada país debe ver cómo y cuándo: no todos los países son iguales; no todos los países tienen las mismas posibilidades. ¡Sí, pero tienen la posibilidad de ser generosos! Generosos como cristianos. No podemos invertir allí, pero para los que vienen... ¿Cuántos y cómo? No se puede dar una respuesta universal, porque la acogida depende de la situación de cada país y también de la cultura.
Pero seguro que se pueden hacer muchas cosas. Por ejemplo, la oración: una vez a la semana la oración al Santísimo Sacramento con rezos por los que llaman a la puerta de Europa y no logran entrar. Algunos lo logran, pero otros no… Luego entra uno y toma un camino que genera miedo. Tenemos países que han sabido integrar bien a los inmigrantes, ¡desde hace años! Han sabido integrarlos bien. En otros, desgraciadamente, se han formado como guetos. Hay toda una reforma que se debe hacer, a nivel mundial, en este empeño, de la acogida. Pero, en todo caso, es un aspecto relativo: absoluto es el corazón abierto para acoger. ¡Eso es lo absoluto! Con la oración, la intercesión, hacer lo que yo pueda. Relativo es el modo en que puedo hacerlo: no todos pueden hacerlo de la misma manera. ¡Pero el problema es mundial! El abuso de la creación, y el abuso de las personas. Estamos viviendo un momento de aniquilación del hombre como imagen de Dios.
Y aquí quisiera concluir con este aspecto, porque detrás de esto están las ideologías. En Europa, en América, en América Latina, En África, en algunos países de Asia, hay auténticas colonizaciones ideológicas. ¡Y una de esas −lo digo claramente con “nombre y apellidos”− es la ideología de género! Hoy a los niños −¡a los niños!− en la escuela se enseña eso: que el sexo cada uno lo puede elegir. ¿Y por qué enseñan eso? Porque los libros son los de las personas e instituciones que te dan el dinero. Son las colonizaciones ideológicas, sostenidas incluso por países muy influyentes. Y eso es terrible. Hablando con el Papa Benedicto, que está bien y tiene un pensamiento claro, me decía: “¡Santidad, esta es la época del pecado contra Dios Creador!” ¡Es inteligente! Dios creó al hombre y a la mujer; Dios creó el mundo así, así, así…, y nosotros estamos haciendo lo contrario. Dios nos dio un estado “inculto”, para que lo hiciésemos llegar a ser cultura; ¡y luego, con esa cultura, hagamos cosas que nos devuelvan al estado “inculto”! Esto que me dijo el Papa Benedicto debemos pensarlo: “¡Es la época del pecado contra Dios Creador!” Y esto nos ayudará.
Pero tú, Krzysztof, me dirás: “¿Qué tienen que ver esto con los emigrantes?” Es un poco el contexto, ¿sabes? Respecto a los emigrantes diré: el problema está allá, en su tierra. ¿Y cómo los acogemos? Cada uno debe ver cómo. Pero todos podemos tener el corazón abierto y pensar hacer una hora en las parroquias, una hora a la semana, de adoración y de oración por los inmigrantes. ¡La oración mueve montañas!
Estas eran las cuatro preguntas. No sé… Perdonadme si he hablado demasiado, pero la sangre italiana me traiciona…
Muchas gracias por la acogida y esperemos que estos días nos llenen de alegría: de alegría, de gran alegría. Y recemos a la Virgen, que es Madre y que nos lleva siempre de la mano. Salve Regina…
Y no olvidéis a los abuelos, que son la memoria de un pueblo.
Fuente: vatican.va.
Traducción de Luis Montoya.
[1] De hecho, ha fallecido el 2 de agosto (ndt).
[2] El “oratorio” en Italia es una especie de club para jóvenes: actividades de piedad, formativas y recreativas, etc. (ndt).
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