Nada hay más apasionante que leer la vida de los conversos, porque buscan lo mismo que tú y que yo
Recomiendo vivamente la lectura de este clásico. Primero te darás cuenta de que no han cambiado tanto los tiempos: sexo, ansia de felicidad, uniones de hecho, doctrinas de todo tipo, hedonistas, escépticos, materialistas.
Agustín pasó, en un relato apasionante, por todo eso, hasta que se convirtió, encontró a Dios, que era en el fondo lo que andaba buscando. Mi corazón no descansa, hasta que repose en Ti. Es delicioso leer su capítulo, sobre el robo de unas manzanas cuando era niño. No tenía hambre, no le apetecía comerlas, pero saltarse lo prohibido, robarlas sin ningún placer, por el hecho de robar, ponía de manifiesto la tendencia al mal que tenemos.
Al tiempo, buenos y malos, actúan buscando la felicidad. El malvado busca su felicidad en su maldad, en su oro, en su vicio, en su orgullo, en las cosas, y ahí no está la felicidad. Juan Pablo II en el jubileo de los actores y el mundo del espectáculo, conoció y saludó a Gérard Depardieu y le recomendó que leyera Las Confesiones de san Agustín. Depardieu se apasionó tanto, que ofrece como reflexión, recitar al público pasajes escogidos de esa obra. Nada hay más apasionante que leer la vida de los conversos, porque buscan lo mismo que tú y que yo.
Y una vez convertido, tenemos que convertirnos de continuo, con la ayuda de Dios.