Escuché hace pocos días que las chicas guapas ya no van a Misa; si alguien dice o piensa eso que venga a una JMJ y lo vea con sus propios ojos
Hace veinticinco años Juan Pablo II, fundador y promotor de la JMJ, reunió a miles de jóvenes en Czestokowa en el verano de 1991. Por aquel entonces, Polonia como otros países del Este de Europa acababa de recuperar las libertades gracias a la caída del Muro de Berlín. Para mí fue muy emocionante ver a chicas y chicos de los cinco continentes en un ambiente de alegría y de paz, en una nación donde no se había podido practicar libremente la religión.
Ahora cinco lustros después, me llena de gozo volver a pisar suelo polaco y admirar la fe profunda del pueblo del último papa santo. Si con una palabra se pudiera resumir el ambiente de la JMJ 2016 podría ser impresionante. Muchas personas entran a las iglesias de Cracovia a rezar. Por las calles se ven grupos cantando canciones, como "Cerca de Ti Señor", mientras otros lo graban con el móvil. Se ven cientos de banderas de todos los países. Lo más llamativo es contemplar a gente joven haciendo cola para confesarse. Me contaba un sacerdote que en una Misa para peregrinas se le cansó la mano de dar la Comunión en la catedral de Estrasburgo de camino hacia Cracovia. En el Via Crucis con el Papa llamaba la atención la piedad de los asistentes y el ambiente de tranquilidad.
Escuché hace pocos días que las chicas guapas ya no van a Misa. Si alguien dice o piensa eso que venga a una JMJ y lo vea con sus propios ojos. El futuro de la Iglesia está en los jóvenes y, sobre todo, en las mujeres, tal como se está viendo en esta JMJ.
Onésimo Díaz. Investigador de la Universidad de Navarra.