En la 1ª Cumbre Mundial Humanitaria (Estambul, 23-24 de mayo de 2016)
El domingo 22 de mayo, durante el Ángelus, Francisco pidió acompañar con la oración a los participantes en la Primera Cumbre Humanitaria Mundial, que se lleva a cabo en Estambul, Turquía (23-24 mayo), “para que se comprometan plenamente en realizar el objetivo humanitario principal: salvar la vida de todo ser humano, ninguno excluido, en particular los inocentes y los más indefensos”.
Deseo saludar a todos los participantes en esta primera Cumbre Mundial Humanitaria, al Presidente de Turquía, junto a los organizadores de este encuentro, y a usted, señor Secretario General, que se han reunido en esta ocasión para ser un punto de inflexión en la vida de millones de personas que necesitan protección, atención y asistencia, y que buscan un futuro digno.
Espero que sus esfuerzos puedan contribuir de forma real a aliviar los sufrimientos de esos millones de personas, y que los frutos de la Cumbre se puedan mostrar a través de una sincera solidaridad y el respeto verdadero y profundo por los derechos y la dignidad de las personas que sufren debido a conflictos, violencia, persecución y desastres naturales. En este contexto, las víctimas son los más vulnerables, los que viven en condiciones de miseria y explotación.
No podemos negar que hoy en día muchos intereses impiden soluciones a los conflictos, y que estrategias militares, estrategias económicas y geopolíticas desplazan a las personas y los pueblos e imponen el dios del dinero, el dios del poder. Al mismo tiempo, los esfuerzos humanitarios están frecuentemente condicionados por limitaciones comerciales e ideológicas.
Por esta razón, lo que se necesita hoy en día es un compromiso renovado de proteger a cada persona en su vida diaria y proteger su dignidad y sus derechos humanos, su seguridad y sus necesidades integrales. Al mismo tiempo, es necesario preservar la libertad e identidad social y cultural de los pueblos; y no solo para casos aislados, sino que también debe favorecer la cooperación, el diálogo y sobre todo la paz.
"No dejar a nadie atrás" y "dar cada uno lo mejor de sí" exigen no darnos por vencidos y asumir la responsabilidad de nuestras decisiones y acciones en relación a las víctimas. En primer lugar, de manera personal, y luego juntos, coordinando nuestras fuerzas e iniciativas, respetando mutuamente nuestras diferentes tareas y áreas de especialización, sin discriminar sino más bien con espíritu acogedor. En otras palabras, no debe haber ninguna familia sin hogar, ningún refugiado sin bienvenida, ninguna persona sin dignidad, ninguna persona herida sin atención, ningún niño sin infancia, ningún hombre o una mujer jóvenes sin futuro, ninguna persona de edad avanzada sin vejez digna.
Que también sea la ocasión para reconocer la labor de los que sirven a su prójimo y contribuyen a consolar los sufrimientos de las víctimas de la guerra y la calamidad, de desplazados y refugiados, y se preocupan por la sociedad, especialmente a través de acciones valientes en favor de la paz, el respeto, la curación y el perdón. Esa es la forma en la que se protegen las vidas humanas.
Nadie ama un concepto, nadie ama una idea; amamos a las personas. El sacrificio, el verdadero don de sí, brota del amor a los hombres y mujeres, niños y ancianos, pueblos y comunidades... rostros, esas caras y nombres que llenan nuestros corazones.
Ofrezco hoy un reto a esa Cumbre: escuchemos el grito de las víctimas y de los que sufren. Dejemos que ellos nos enseñen una lección de humanidad. Vamos a cambiar nuestro modo de vida, la política, las opciones económicas, las conductas y actitudes de superioridad cultural.
Aprender de las víctimas y de los que sufren, y seremos capaces de construir un mundo más humano.
Les aseguro mis oraciones, e invoco sobre todos los presentes las bendiciones divinas de sabiduría, fortaleza y paz.
Vaticano, 21 de mayo de 2016
Francisco PP.
Fuente: vatican.va.
Traducción de Luis Montoya.
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