Así enseñan los colegios a sus alumnos a ser solidarios durante todo el año
Son muchas las campañas solidarias de todo tipo que reclaman la ayuda de los ciudadanos en estas fechas. Pero, por desgracia, la solidaridad es necesaria durante los 365 días del año. Por ello, y en un intento de crear personas solidarias, algunos colegios se preocupan por fomentar estos valores en sus alumnos desde edades muy tempranas. Pero todavía queda mucho por hacer y se requiere un compromiso mayor por parte del sistema educativo.
Javier Sáez, subdirector de Secundaria del Colegio Tajamar −un centro que realiza acciones de voluntariado todo el año y que, además de a los alumnos, implica a sus familias−, explica que «es muy importante que la comunidad educativa, independientemente de si pertenece a un centro religioso o laico, dedique tiempo a fomentar el voluntariado en sus alumnos». Además de conocimientos, «los docentes tenemos el compromiso de dar a los estudiantes una formación integral como personas. Estar en contacto con las personas que sufren dolor, soledad, pobreza o enfermedades supone para los chicos una concienciación de gran valía sobre la realidad de nuestra sociedad», explica.
En esta línea se manifiesta Lucía Antolín, coordinadora de voluntariado en Mensajeros de la Paz, al lamentar que no exista en todos los colegios una persona encargada de gestionar acciones de solidaridad. «Para ocuparse de esta labor hacen falta recursos, motivación y mucho trabajo porque hay que organizar a cientos o miles de estudiantes en cada centro y darles una formación teórica y práctica para que estén perfectamente cualificados para desarrollar un buen voluntariado. El problema es que no todos los profesores están dispuestos a ello al acabar sus clases. Es una lástima porque, precisamente, son ellos los que deben servir de modelo a seguir para sus estudiantes».
Hasta Mensajeros de la Paz llegan muchos estudiantes dispuestos a ayudar a las familias menos afortunadas. «Nosotros les decimos que lo primero son los estudios y valoramos mucho que regalen su tiempo para ayudar a los demás. Es curioso que cuando participan en las actividades prefieren ayudar a otras personas que estar en el sofá tumbados viendo la tele o con videojuegos. El nivel de satisfacción personal para ellos es enorme. Aprenden a ser generosos, a escuchar, a comprometerse, a ver otras realidades, se sienten útiles, buenas personas...», asegura Lucía Antolín.
Para fomentar el voluntariado en las aulas se debe empezar con los niños más pequeños con iniciativas sencillas como la recogida de alimentos no perecederos, de tapones de plástico, con organización de talleres solidarios donde el dinero que se saque con la venta de sus productos se done a alguna asociación... Es labor de los docentes explicarles posteriormente a dónde va dirigido el dinero para que sean conscientes poco a poco del valor que ha tenido la acción realizada.
Cuando son más mayores, en los últimos cursos de la ESO, ya pueden visitar los espacios donde están las personas que requieren ayuda y participar en las actividades: entretener a los niños pequeños, ayudar a alimentarles, a darles apoyo escolar, enseñarles normas de higiene, atenderles mientras los profesionales imparten la escuela de padres... «Al conocer el funcionamiento de estas acciones es cuando pueden dar un paso más y comprometerse a hacer voluntariado durante todo el año», explica Antolín, de Mensajeros de la Paz.
“Aprendes a valorar mucho más las pequeñas cosas”
Mario Gregorio (14 años) alumno de Tajamar
Los hijos de Luis Elijalde van al Colegio Tajamar y participan en muchas actividades solidarias. «Es un gran acierto, sobre todo porque nos involucra al resto de la familia y nos une mucho». Asegura que es importante que los niños vean otras realidades fuera de su entorno familiar o escolar. Saben que su ayuda es muy valiosa, por poco que parezca en principio, y se genera muy buen ambiente. Nadie se escaquea.
Hace poco estuvieron en un centro de mayores. A los alumnos les ayudó a darse cuenta de que hay personas muy solas y les incitó a ir a visitar más a sus propios abuelos. «Estas acciones les ayuda a desarrollarse como personas, a no juzgar a los demás, a no mirar por encima del hombro a nadie. Todos los colegios debería fomentar este tipo de acciones con contacto directo con las personas y no solo en Navidad, sino el resto del año».
A sus 14 años, Mario Gregorio, alumno de Tajamar, sabe muy bien lo que es estar en contacto con personas sin recursos. «En el colegio nos ofrecieron colaborar en una cena de Navidad. No lo dudé. Lo hice en compañía de mis padres y hermana. Mientras mis padres fueron a comprar para prepararles un coctel de mariscos, mi hermana y yo ayudamos a preparar las mesas y adornar la sala junto al resto de colaboradores. Las familias se quedaron asombradas al ver los platos porque verdaderamente pasan hambre. Una señora se acercó emocionada a mi madre por lo bueno que le había sabido un arroz con leche. Me di cuenta que algo que para mí es normal para muchos es extraordinario».
Mario también participa el resto del año con otros compañeros en una ONG de niños con Síndrome de Dowm. Acude cada quince días para ayudarles con los deberes, llevarles a hípica... «He aprendido a valorar las pequeñas cosas que tenemos, a ser más generoso, a pensar en los demás. Me ayuda a ser mejor persona. Me encanta participar por ver la cara de alegría que ponen los demás cuando les ayudas. Una vez que pruebas el voluntariado, no puedes parar».
“Ayudar a los demás engancha, te hace sentir importante”
Julia (16 años) estudiante del Colegio Orvalle
El colegio Orvalle celebra diferentes campañas solidarias temáticas a lo largo de todo el año. En 2015 las acciones han estado centradas en los refugiados de Siria y África. Durante el primer trimestre del curso, personal de Ayuda a la Iglesia Necesitada ha impartido sesiones de formación e información para que las alumnas, desde Infantil a Bachillerato, sepan a qué problemas se enfrentan los refugiados. «Cada clase se marcó una meta: lograr 300 euros, dinero con el que vive una familia refugiada durante todo un mes −asegura Mercedes García, subdirectora de Formación del Colegio Orvalle−. Para ello, las alumnas han preparado mercadillos, desayunos solidarios, manualidades... y, de este modo, han logrado reunir todo el dinero».
Durante el curso, las diferentes clases se turnan, además, para participan en otro tipo de acciones, como ir a centros de personas con deficiencia psíquica o a las residencias de la Fundación Vianorte-Laguna para acompañar a los mayores, darles conversación, cantar juntos... «La sociedad está muy centrada en el materialismo y es muy necesario que todos los alumnos aprendan el valor de la solidaridad −explica Mercedes García−. En nuestro caso, las estudiantes lo acogen con una actitud muy positiva por la enorme sensación de hacer el bien a los demás. Es algo que si lo adquieren de pequeños, les durará toda la vida».
Así lo corrobora Julia Aviñó, de 16 años y alumna de este centro. «Hay personas que no son solidarias porque no saben por dónde empezar. Mis compañeras de curso y yo tenemos la suerte de que vamos a jornadas que nos facilitan en el colegio y nos apuntamos rápidamente para cuidar enfermos, mayores... Tengo amigas de otros colegios a las que les parece muy bien lo que hago, pero cuando ellas se plantean que también quieren colaborar de alguna manera no saben dónde acudir. Yo les explique que hay fórmulas muy sencillas: podíamos quedar, comprar una bolsa de zumos y bollos y dárselos a la gente necesitada que nos encontráramos por la calle. Les pareció muy buena idea y así hicimos».
Julia es una joven a la que la solidaridad le «engancha». «Te hace sentirte importante cuando consigues la sonrisa de los demás».
‘Family Mission’ busca hasta empleo a los necesitados
Colegio Pinoalbar de Valladolid
El colegio Pinoalbar ha trabajado durante años en el campo de la solidaridad a través de las conocidas operación kilo, los rastrillos y colectas. Pero tanto los padres como docentes consideraron que hacía falta dar un paso más. Fue así como nació Family Mission.
Ayudar, servir, integrar, comprender sin juzgar. Ese es el objetivo de este programa de ayuda permanente a familias en situación de exclusión socioeconómica. La ayuda que prestan es directa. Su lema: «Dar de lo que nos falta» pretende que cada uno aporte voluntariamente un poquito de lo que más falta tengamos cada uno, sean recursos materiales como tiempo para ayudar a los objetivos del programa. Tanto alumnos, familias y docentes colaboran para buscar trabajo a los más necesitados, aportarles alimentación e higiene, darles auxilio económico y cubrir otras necesidades especiales.
Fuente: abc.es.
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