Los escándalos aireados en estos días pueden hacernos perder la buena perspectiva de renovado afán de santidad y de grandeza moral de la Familia, que el Sínodo ha querido transmitir a toda la Iglesia
El viernes 5 de septiembre de 2003, el entonces cardenal Joseph Ratzinger fue entrevistado por la cadena de televisión americana de la Madre Angélica. Hablando de algunos escándalos entre los fieles por la actuación de algún sacerdote, y de los remedios adecuados para vencer esa situación, señaló:
«Creo que hay dos cosas esenciales en este asunto; por un lado, la conversión a una Fe profunda, la vida sacramental y la oración, y, por el otro, una enseñanza moral y una convicción de que la iglesia tiene el Espíritu Santo de su parte y puede avanzar en este camino».
El cardenal Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, sin referirse a las palabras de Ratzinger, ha dado una muestra de cómo el Sínodo ha seguido el buen consejo que esas palabras encierran, para recordar y anunciar al mundo la Fe y la Moral de Cristo.
«Durante el sínodo, los medios de comunicación han prestado mucha atención al acceso a la comunión de las personas que tras contraer un matrimonio sacramental válido se divorcian y se vuelven a casar por lo civil. (Aunque en realidad este tema candente apenas ha dominado el Sínodo, contrariamente a lo que ha pasado en los medios de comunicación). La práctica de la Iglesia desde tiempos inmemoriales −confirmada recientemente y de manera clara por San Juan Pablo II tras el sínodo de la familia de 1980, y renovada por el Papa Benedicto XVI tras el sínodo para la Eucaristía en 2005−, es que no pueden acceder a ella mientras continúe la segunda unión conyugal. Es consecuencia necesaria de las enseñanzas de Jesús sobre el divorcio y un nuevo matrimonio, y de lo que enseñó San Pablo el Apóstol sobre estar en un estado de gracia para recibir la Sagrada Comunión. Las propuestas finales del sínodo no alteraron esta enseñanza.
Los católicos que están en este tipo de situación suelen cargar una cruz muy pesada y pueden sentirse como los discípulos camino de Emaús. Pero la Iglesia, si quiere permanecer fiel a las enseñanzas de Cristo, no puede admitirles a la Comunión. El sínodo no ha cambiado nada de esto, a pesar de lo que se haya podido leer en informes descabellados».
El cardenal prosigue señalando que la Iglesia acompañará siempre a esas personas, en la esperanza de que ellos, como hicieron los de Emaús, serán capaces de convertirse, y de volver a la unión con la Iglesia, de la que se habían alejado.
Los escándalos aireados en estos días en torno a las finanzas del Vaticano, pueden hacernos perder la buena perspectiva de renovado afán de santidad y de grandeza moral de la Familia, que el Sínodo ha querido transmitir a toda la Iglesia.
Vale la pena no caer en la trampa. Cada cosa a su tiempo y a su manera. Esos escándalos pueden arreglarse con mano fuerte con los verdaderos culpables −todavía por descubrir− de la fuga de documentos, y con mano todavía más dura con quienes hayan llevado a la práctica , en su caso, la malversación de fondos.
Recomponer la Fe y la Moral es más arduo y llevara más tiempo. Ratzinger lo señaló también en la misma entrevista:
«Lo primero que debemos hacer es aprender nuevamente, reconvertirnos a una fe profunda y educarnos en la fe. Pienso que en los últimos cuarenta o cincuenta años la enseñanza moral de la Iglesia no estaba muy clara tampoco. Tuvimos tantos “maestros” en la Iglesia que enseñaban otras cosas y decían “no, esto no es pecado. Esto es común y como todos lo hacen está permitido”. Con esta idea, no tenemos una enseñanza moral clara e incluso podemos… ser presa de las cosas del mundo».
Más de uno de esos “maestros” sigue tratando de enturbiar las aguas de la Fe y de la Moral, y queriendo acomodarlas al “espíritu del mundo” (?). Dolan y los demás padres sinodales han salido bien al paso, y han dejado oír la voz del Espíritu Santo, animando al mundo a recibir la luz de Cristo, y se convierta a la bondad, a la belleza del Bien.