Pese a las noticias de los grandes periódicos y de las cadenas de televisión, siguen callados ante una auténtica arma de destrucción masiva del capitalismo salvaje, con millones de abortos en sus clínicas
El caso de los vídeos sobre tráfico de órganos procedentes de abortos va camino de convertirse en una vergüenza para la profesión periodística. Planned Parenthood, la empresa que ejecuta más de trescientos mil abortos por año y a la que se acusa del comercio ilícito, ha reaccionado negándolo, adoptando el papel de víctima en un ataque “contra la salud reproductiva de la mujer” y, asombrosamente, pidiendo a los medios que no den cobertura al asunto. Muchos le han hecho caso, empezando por las televisiones: solo la CNN y la Fox −de signo muy distinto− han mantenido una cobertura razonable.
Los medios importantes ligados a los demócratas, primero defendieron a la empresa, luego pasaron a una postura tibia, casi profesional y ahora han optado por el silencio o por reducirlo a una lucha partidista. Quizá se trate de mera prudencia, porque cada nuevo vídeo empeora el anterior −esta semana se han difundido dos− y resulta más complicado rebatirlos. O quizá estén plegándose a la estrategia de la empresa. Tampoco en España se ha hecho eco nadie, que yo sepa, pese a los indicios de gravísimos ataques contra la dignidad humana. Acaso porque se ve como algo ajeno.