Las personas necesitan ayuda para descubrir qué es amar y para poder llevar a cabo lo que el amor implica: una oportunidad de entrega y perseverancia
“No hay crisis de la familia”. Así de tajante se manifiesta Nicolás Álvarez de las Asturias, sacerdote de la archidiócesis de Madrid y coautor de Redescubrir la Familia. Diagnóstico y propuestas (Ediciones Palabra). En su opinión, lo que existe es una crisis de la persona «que le hace difícil cumplir un deseo que todos quieren tener». Explica que las encuestas demuestran que el deseo de tener una familia es compartido por todos, hombres y mujeres. «Sin embargo, aún siendo la institución más valorada, existen muchas dificultades para conseguirla y mantenerla porque el índice de fracasos es muy elevado».
¿Por qué hay tantos fracasos?
Porque existe una necesidad de recibir una formación adecuada. Las personas necesitan ayuda para descubrir qué es amar y para poder llevar a cabo lo que el amor implica: una oportunidad de entrega y perseverancia. Pero una formación en la misma medida que se requiere para otros aspectos de la vida: ¿en qué no necesitamos que nos enseñen y ayuden cuando se nos presentan dificultades?
¿Hacia dónde deben ir encaminados los esfuerzos para fortalecer la familia?
Debe haber un esfuerzo integral dirigido a acompañar a las personas en todas las etapas de su vida para lograr que puedan desarrollar las herramientas necesarias y cumplir ese deseo. Para ello destaca el papel insustituible de la propia familia, que transmite los valores a sus hijos, así como la función esencial de la escuela y la reflexión en el ámbito universitario. La iglesia también está prestando un gran apoyo a los creyentes, pero que es exportable para todo el mundo.
¿Son suficientes las ayudas públicas?
Cualquier iniciativa es bienvenida. No se trata tanto de hacer políticas familiares, sino de que todas las políticas se hagan en clave de familia. Es decir, no es tan importante determinar qué pedazo de pastel de los presupuestos se dedica a la familia, como que todo el pastel esté pensado en relación a la familia.
¿Cómo se puede evitar que se rompan tantos matrimonios?
Habría que recuperar en nuestra cultura una serie de valores que están muy en alza y que la gente los entiende muy bien para otros ámbitos. Por ejemplo, el valor del compromiso. Es maravilloso el número de jóvenes españoles que son solidarios, se comprometen a colaborar en distintas ONG y dedican su tiempo a ayudar a los demás con gran compromiso. Pero, después, cuando llega la hora de pensar en el amor, parece que el compromiso no tiene valor. Hay una visión del amor prácticamente reducida al “me gustas ahora y, mañana, ya veremos”. O recuperamos la noción del compromiso, la idea de que la mejor manera de amar es decir “te quiero querer para siempre y voy a empeñarme en ello”, o será muy difícil.
¿Cómo debe ser el matrimonio?
En primer lugar debe considerarse como una aventura en la que hay una clara decisión de perseverar en el amor con el convencimiento de que no va a menos, sino a más. Ese amor tiene unas reglas del juego que son las que posibilitan su crecimiento. Un matrimonio puede ser feliz si descubre y acepta sus reglas del juego. El matrimonio es un amor compartido que crece en la medida en que se cultiva y se abre a la posibilidad de concebir hijos.
Son muchas las dificultades a las que se enfrentan las familias, falta de conciliación, de trabajo... que afecta a estabilidad de la relación. ¿Qué ocurre si no tienen las reglas claras?
El matrimonio y la familia se insertan en la sociedad y una sociedad en la que cuesta atender a una familia, debe hacérselo mirar. Por eso son necesarias, entre otras, las políticas de conciliación, que favorecen que los matrimonios tengan hijos... Es evidente. Pero luego hay otra cuestión. En el caminar de cada persona en todas sus dimensiones hay que dejarse ayudar. Si los matrimonios supieran que ante las dificultades no están solos y que pueden acudir a alguien, muchas crisis se resolverían. La Iglesia, en este sentido, es pionera porque tiene centros de orientación familiar donde se ayuda a esas personas a superar las dificultades de la pareja.
¿Cómo se imagina la familia dentro de 50 años?
Quiero imaginármela como familias que han redescubierto el papel importantísimo que tienen y en la que cada persona es consciente de que su familia es su tarea más importante en la vida, su activo principal y su camino de felicidad.
¿Eran más auténticos los matrimonios de nuestros abuelos que los de ahora?
Si se querían sí. Es verdad que hoy tenemos una visión injusta de nuestros abuelos pensando que “aguantaban”, pero yo pienso en los míos y no es verdad. Probablemente recibieron una educación en la que el valor del compromiso era un motor que les permitía amarse y se empeñaban en redescubrir ese amor y, por eso, fueron felices. Además, vivían en una sociedad en la que los modelos en los que se reflejaban la fidelidad y el compromiso eran muy valorados. Ahora parece que el amor se pierde y no se puede recuperar. No es cierto, sí se puede recuperar. Mientras que todos entendemos que por la salud hay que luchar hasta el final, de la misma manera que se lucha por no perder el trabajo o por recuperarlo, la idea de que por el amor hay que luchar y que, cuando así se hace el amor crece, no se piensa.
Entrevista de Laura Peraita, en abc.es.
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