Docente en la universidad de Utrecht, convencido defensor de la ‘dulce muerte’ y hoy arrepentido: “He formado parte de la Comisión para la eutanasia en Holanda y os digo: no cometáis nuestro error”
Convencido defensor de la legalización de la eutanasia, seguro de la necesidad de una ley que tenga un armazón sólido y miembro durante nueve años de la Comisión de control holandesa para vigilar la ejecución de la ley en los términos previstos, Theo Boer, docente de la Universidad de Utrecht, frente al número de los que han presentado recurso −cuyo número ha ido creciendo en un 15% cada año−, ha dado marcha atrás admitiendo sus propios errores.
Boer describe la eutanasia como el “homicidio de una persona”, habla de una Holanda “en la que la caridad ha desaparecido” y de una “ley que tiene efectos sobre toda la sociedad”, explicando por qué sus adversarios tenían razón “cuando decían que Holanda se podría encontrar en un peligroso plano inclinado”.
En 2001 Holanda aprobó la ley sobre la eutanasia. ¿Cómo empezó el debate y con qué argumentos fue aceptada la ley?
El debate inició a finales de los años sesenta. El influyente psiquiatra Jan Hendrik van den Berg sostenía que los médicos infligían gran dolor a sus pacientes ensañándose continuamente con los tratamientos y que, en cambio, era necesario que tuvieran valor para poner fin a la vida de sus pacientes. Al principio la eutanasia era considerada sobre todo un "homicidio por piedad". En los años ochenta decidimos que la eutanasia, por definición, tenía que realizarse bajo petición. Todos estaban de acuerdo en que el homicidio de pacientes incapaces de dar su consentimiento no era prudente. Se decidió que si los médicos respetaban ciertos criterios, no serían perseguidos por el crimen de eutanasia. Los criterios eran que el paciente tenía que ser capaz de dar su consentimiento y tenía que solicitarlo, que el sufrimiento fuera insoportable y sin perspectivas de mejoría, que no hubiera alternativas y que se consultase un segundo médico. Por esto fue instituida en 1998 una Comisión de control de la eutanasia. La ley de 2002 tiene los mismos criterios y se apoya en la Comisión. He formado parte de una de estas comisiones durante más de nueve años.
¿Qué sostenía quien se oponía a la ley?
Decían que Holanda se podría ver en un peligroso plano inclinado. Y que era necesario mejorar los cuidados paliativos. Sobre todo sostenían que por principio una sociedad no puede ocuparse del asesinato organizado de sus ciudadanos. Quienes, como yo, apoyaban la ley sobre la eutanasia, argumentaban hablando de piedad, de autonomía y de libertad individual. Viéndolo retrospectivamente, digo que nosotros estábamos equivocados. La eutanasia se ha convertido lentamente en algo cada vez más normal y difundido (los números han aumentado de 1.800 a 5.500) y muchos otros tipos de sufrimiento, sobre todo existencial, social y psiquiátrico se han convertido en motivo suficiente para pedir la eutanasia.
¿Puede describir los efectos que esta legislación ha tenido sobre la sociedad tanto en términos numéricos como culturales?
En Holanda la ley sobre el “suicidio asistido” no ha cerrado la larga discusión sobre la cuestión; más bien ha hecho que empiece otra. Los defensores de la libertad ilimitada han visto la norma del 2001 como un trampolín hacia derechos aún más radicales. De hecho, la ley ha formado una realidad propia. Es cada vez más frecuente que la muerte sea vista como el último remedio a cualquier forma de sufrimiento grave, ya sea físico, psicológico, social o espiritual. Y a pesar del patente secularismo, muchos están convencidos de que la eutanasia sea el paso a una vida mejor.
Creo que esto es un terrible error. Primero de todo, la decisión de matar a alguien es la decisión de poner fin a una existencia. Punto. Se puede esperar en el más allá, pero creo que deberíamos actuar como si nuestra vida en la tierra fuera la última que tenemos. Y creo que la decisión sobre la eutanasia no puede ser definida una decisión “autónoma”. Es autónoma como lo es el voto de un dictador.
En estos años se ha sabido de personas que han tenido acceso a la eutanasia sólo por estar deprimidas. Se ha sabido que familias enteras han "saludado" a sus seres queridos con fiestas. Aunque de manera ocasional, es verdad que esto sucede. Si bien la mayoría de los pacientes y de los médicos ven aún la eutanasia como una elección trágica y excepcional, yo critico este desarrollo.
Parece que se han roto todas las barreras.
Aún no todas. La situación es complicada. Primero, creo que Holanda ha cometido un error en la ley sobre la eutanasia: algunos criterios se presupusieron de manera implícita. Por ejemplo, el "sufrimiento insoportable" fue un criterio, pero no se especificó qué quería decir. Muchas personas en los años noventa estaban convencidas de que se hablaba de un contexto vinculado a la enfermedad terminal. Sin embargo, en realidad, todo paciente puede obtener la eutanasia. Si vemos lo que dice literalmente la ley, ni siquiera tienes que estar enfermo. Al principio se estableció que la dulce muerte estaba permitida sólo en el contexto de la relación médico-paciente, pero tampoco esto se especificó. La consecuencia es que ahora existe incluso una organización de médicos de la eutanasia a domicilio (“Clínica de fin de la vida”) que "ayuda" cada año a centenares de personas a morir.
La Asociación de Pediatras de Holanda desea la legalización de la eutanasia también para los menores de 12 años. Estamos ante otro desarrollo preocupante. La Asociación de Pediatras de Holanda ha emitido una declaración en la que apoya la posibilidad de la eutanasia para niños de edades comprendidas entre 1 y 12 años. Mientras que la eutanasia para mayores de 12 años es legal desde el principio. Sobre un total de 35.000 muertos registrados desde 2002, sólo uno tenía 12 años y cuatro 17. En otras palabras: pedir la eutanasia para menores de 12 años es un hecho meramente simbólico. Lo que temo es que si también se acepta esta propuesta, se abrirían las puertas a la eutanasia para otro grupo, más grande, de pacientes incapaces de dar su consentimiento: adultos gravemente minusválidos y enfermos de Alzheimer.
Parece verdaderamente, como sostiene Oriana Fallaci, que Occidente está más enamorado de la muerte que de la vida y, por lo tanto, de la tolerancia individualista que del sacrificio caritativo. ¿No faltan los signos de la caridad?
Sí, echo mucho de menos esos signos. Nuestra sociedad subraya tanto la necesidad de la autonomía y de la independencia que empuja, por ejemplo, a cada adulto sano a entrar en el mercado de trabajo, que el resultado a menudo es la gran soledad de los ancianos. Sus hijos, tal vez, les visitan una vez a la semana o al mes o se ocupan de ellos durante algún tiempo, pero no les pueden ofrecer todos los cuidados y atenciones que necesitan. En resumen, creo que el problema de la eutanasia en Holanda es parte de un conflicto intergeneracional. Esto explica por qué difícilmente se ven casos de eutanasia entre los emigrantes, que tienen una cohesión social mayor.
¿Qué les diría hoy a las personas que en Italia, como sucedió en su país hace quince años, piden la legalización de la eutanasia?
En una situación en la que un número creciente de personas sufre de soledad, se puede ver la eutanasia como la mejor solución. La opción de la eutanasia puede distraer nuestra atención de la búsqueda de alternativas. La eutanasia y el suicidio asistido están vinculados a la libertad del individuo, pero se trata también de un acontecimiento social. ¡El homicidio de una persona tiene consecuencias también sobre la vida de los otros! La muerte asistida puede empujar a otros a pedirla. El solo hecho de ofrecer la eutanasia crea su demanda.
Fuente: religionenlibertad.com.
(Entrevista original realizada por tempi.it, traducción de Helena Faccia Serrano).
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