A medida que transcurre el año mariano, procuremos hacer más intensa nuestra plegaria por el próximo Sínodo de los Obispos sobre la familia. Con estas palabras inicia Mons. Javier Echevarría su Carta pastoral, y recuerda unas palabras del Papa en una reciente Audiencia general, donde no cesa de pedir“una oración llena de amor por la familia y por la vida…”.
Después de afirmar que la intercesión de la Virgen es decisiva, sugiere acudir a Ella con mucha confianza, y recuerda la próxima fiesta –el próximo día 16− de la Virgen del Carmen, que renueva la invitación a redoblar nuestras peticiones al Cielo. Mediante esa advocación, continúa el Prelado, la Iglesia nos anima a recurrir a Aquella que, con su auxilio y sus cuidados maternos, “nos haga dignos de llegar al monte santo que es Cristo”.
Con unas palabras de San Juan Pablo II, en las que subrayaba la absoluta necesidad de la catequesis en el ámbito del hogar, especialmente ahora, cuando en muchos lugares “una legislación antirreligiosa pretende incluso impedir la educación en la fe, o donde ha cundido la incredulidad o ha penetrado el secularismo hasta el punto de resultar prácticamente imposible una verdadera creencia religiosa”, recuerda el Prelado que todos nos hallamos gozosamente comprometidos en esta tarea; con la confianza puesta en Dios y con optimismo, sin dejarnos influir por ningún ambiente adverso ni por las dificultades objetivas que puedan presentarse.
Afirma que esta labor en el seno del hogar corresponde en primer lugar a los padres, quienes han de enseñar a los hijos los profundos significados de la fe y la caridad de Jesucristo, y recuerda las innumerables las manifestaciones de gratitud a san Josemaría, en todo el mundo, por sus palabras de ánimo a los matrimonios, a las familias. Con una frase tomada de la Sagrada Escritura decía: “Dícite iusto quóniam bene” (cfr. Is 3, 10); estáis haciendo todo muy bien, porque no habéis traído a vuestros hijos al mundo, como traen los animales a los suyos. Vosotros sabéis que tienen alma, y que hay una vida más allá de la muerte −una vida de felicidad eterna o de condenación eterna−, y deseáis que vuestros hijos sean felices aquí y allá. ¡Dios os bendiga!
También se refiere a la responsabilidad de los otros miembros de la familia –hermanos mayores, abuelos, etc.− en la labor de ayudar al crecimiento en la fe y en la vida cristiana de los más jóvenes. Y, en cualquier sitio donde tratemos de implantar el ambiente de Nazaret, hemos de comportarnos del mismo modo, procurando −con el testimonio del ejemplo y con la palabra adecuada− hacer este servicio fraterno, que es el más importante que podemos prestar, sin olvidar que en algunas familias y en otros lugares donde se cuida la formación en la doctrina cristiana, a veces penetran gérmenes que debilitan o incluso apagan la fe de los creyentes. Con sentido de responsabilidad, sin inquietudes ni decaimientos, las madres y los padres han de esmerarse en su gozosa obligación de educadores en la fe, como aconsejaba San Josemaría cuando le preguntaban sobre ello: “tenéis que defender la fe de vuestros hijos de dos maneras: primero, con vuestra conducta cristiana, con vuestro ejemplo. Y después, con la doctrina, procurando repasar el catecismo (...). Y sin dar la lata a vuestros hijos, les iréis formando en la buena doctrina. Así salvaréis su fe”.
Después de comentar diversos medios que ayudan en toda esta labor, y, antes de concluir su Carta, se refiere a la Santa Misa que celebrará este mismo día en una nuevaiglesia parroquial dedicada a san Josemaría, en Burgos. En esta ciudad recomenzó nuestro Padre la labor apostólica de la Obra al salir de Madrid durante la guerra civil española. Encomendemos a diario los frutos espirituales en todo el mundo, los preparativos de la expansión a nuevas tierras y todas las actividades con la juventud que se realizan en gran número de países, al servicio de la Iglesia y de las almas. En esta oración por ellos meted también a sus familias.
Y concluye con un confiado decid al queridísimo don Álvaro que nos ayude a ser muy fieles, cada día más.