Es más libre quien dispone de sí mismo de una manera más intensa, y ésta no es otra que el compromiso que dispone del propio futuro, porque a uno le da la gana hacerlo así
Después de varios años agotado EUNSA decidió reeditar en 2010 Agonía del matrimonio legal del profesor Pedro J. Viladrich, una interesante invitación a pensar sobre qué cosa es amar y qué casarse.
Para entender bien lo que es el matrimonio quizá hay que entender lo que no es. No es una formalidad legal. No es pasar por la ventanilla de la ley para obtener el permiso o la documentación según el cual ya se pueden tener relaciones sexuales o hijos con "honorabilidad social". Para quienes piensan así los que "casan" o "descasan" son el juez o el párroco. Casarse o descasarse se entiende como un trámite legal, un cambio de status jurídico, una formalidad. Por eso es muy importante distinguir entre "matrimonio legal" y "matrimonio natural".
El matrimonio natural es un compromiso voluntario y libre de los contrayentes, mediante el cual deciden quererse y entregarse el uno al otro en lo conyugal, uno con una, para siempre. Los enamorados se aman sin que nadie les obligue: el amor es gratuito. Una vez que han descubierto el sentido vocacional de su amor, que les lleva a reorganizar su vida y a convertir al otro en el proyecto y la tarea de la propia biografía, a fundar una vida común, ambos toman consciente y libremente la decisión de quererse, porque quieren quererse.
Viladrich: Sentir el deseo de unión total y decidir su fundación aquí y ahora son, pues, dos momentos esencialmente diversos en el cuaderno de bitácora de toda historia sentimental (...) Sólo cuando, mediante un acto nuevo de su voluntad (aspecto inaugural de la voluntad) con plena reflexión y libertad deciden que exista aquella unión tan profunda y total a la que les invita su amor, esa unión queda establecida.
Prometer, comprometerse, significa incluir el futuro en el amor presente. "El hombre es un ser que promete" quien no sabe comprometerse no logra vivir en la dimensión más profunda de su condición de persona. La libertad de una persona se mide por la calidad de sus vínculos: es más libre quien dispone de sí mismo de una manera más intensa, y ésta no es otra que el compromiso que dispone del propio futuro, porque a uno le da la gana hacerlo así. Quien no se siente tan dueño de sí mismo como para decidir darse del todo porque le da la gana, en el fondo no es muy libre: está encadenado a lo pasajero, a lo trivial, al instante presente. Libertad y compromiso no se oponen, sino que se potencian.