Pueden estar contentos: han tenido políticos con “conciencia”, que han conseguido mantener la legislación defensora de la vida de los concebidos, de los nacidos, aunque todavía no hayan visto la luz del sol fuera del vientre de su madre
Por ser buena la noticia, quiero hacerle un poco de eco; y también porque, como suele ocurrir en estos casos, ha pasado bastante inadvertida.
La Comisión de Justicia del Congreso peruano ha decidido casi por unanimidad −sólo un voto en contra−, no dar curso a una solicitud de proyecto de ley que pretendía que se aceptara el aborto en caso de mujeres violadas.
Los miembros de esa Comisión han señalado, claramente, el crimen de la violación. Una injusticia y un mal que hay que combatir. A la vez, subrayan que el modo de combatirlo no es con otro crimen todavía mayor, como es la muerte de un ser inocente.
El camino que debe recorrer la justicia, señala un comentarista es el de “emprender y afianzar una lucha por la defensa de los derechos de la mujer, contra todo tipo de acto repugnante que vulnere su libertad”.
“La violación es un delito terrible, subrayó uno de los ponentes de la Comisión; sin embargo, victimizar a un niño en gestación no es mi opción”.
Más de medio millón de personas, número que duplicó el del año pasado, llenaron las calles de Lima hace unos meses en defensa de la vida “desde la concepción hasta la muerte natural”.
Notas de este canto a la vida están sonando en todo el mundo; y éste llegado desde más allá de los Andes es muy bien venido. Es el canto agradecido y alegre del matrimonio que anhela ver realizado su deseo de tener hijos, y recibe con un gozo lleno de estupor, el anuncio de la primera criatura.
Hace pocos días otra noticia alentadora llegó de Estados Unidos: el número de abortos sigue bajando. Una de las dirigentes de una asociación pro-vida de ese país reconoce que es una buena señal de “toda una generación de mujeres que vieron un sonograma como primera foto de su bebé”; y que con esas fotos, se ha ido consiguiendo “una mayor conciencia de la humanidad del bebé antes de su nacimiento”.
Me parece que toda madre tiene una muy buena conciencia de la “humanidad” de quien está palpitando en su vientre. Verle cara a cara, aunque él no pueda abrir los ojos, hace más patente, sin duda, su humanidad; su derecho a vivir; su alegría de poder decir un día que ha tenido a esta mujer como madre.
Las llamadas a la paz son constantes en todos los rincones del mundo. El Papa Francisco lo ha vuelto a recordar en el reciente viaje a Sarajevo: “Paz es el sueño de Dios, es el proyecto de Dios para la humanidad, para la historia, para la creación. Y es un proyecto que encuentra siempre oposición por parte del hombre y por parte del maligno”.
¿Puede realizar Dios este sueño en Europa, si los europeos le damos una mano al diablo, y continuamos empecinados en llenar las leyes de nuestros países con alabanzas, reconocimientos, “derechos”, para este acto radical de guerra que es el aborto?
El cardenal Cipriani, arzobispo de Lima, sabía lo que decía cuando, al dirigirse a la manifestación limeña reconoció que: “ésta es la generación fuerte y el futuro de la patria. Somos un Perú que defiende la vida, el matrimonio y la familia”. Y, en este caso, las cifras le dan también la razón: Perú ha pasado de 10 millones de habitantes en l960, a más de 30 millones en 2010. Y, por supuesto, la población goza de un nivel de vida bastante mejorado en relación a cincuenta años atrás.
En Lima pueden estar contentos. Han tenido políticos con “conciencia”, que han conseguido mantener la legislación defensora de la vida de los concebidos, de los nacidos, aunque todavía no hayan visto la luz del sol fuera del vientre de su madre, que lucharán para sembrar la paz en la sociedad peruana.
Ernesto Juliá Díaz, en religionconfidencial.com.
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