Si de los primeros cristianos se decía: “mirad cómo se aman”, de los hogares cristianos de hoy se deben decir cosas similares; y allí está la clave para llamar a los trabajos del hogar “apostolado de apostolados”
El trabajo doméstico es soporte de cualquier otra actividad apostólica al servicio de la evangelización de los pueblos
El 26 de junio se cumplirán 40 años del tránsito a la eternidad de San Josemaría Escrivá, el santo de la vida cotidiana y muy especialmente del trabajo ordinario y de la familia. En todo el mundo se celebrará su fiesta con una luz espléndida, porque en este tiempo, que nos lleva al Sínodo Ordinario de la Familia, el rol de los hijos espirituales de San Josemaría es sumamente importante. La mayoría de los fieles del Opus Dei forman nuevas familias por el Sacramento del matrimonio y los que dedican su vida a Dios, en celibato apostólico, viven con sus padres, parientes o en centros de la Obra, desde donde impulsan la labor de formación cristiana de muchos, cuidando en todo momento el sentido familiar que conviene irradiar a toda la sociedad.
En la carta que envía todos los meses el Prelado a los fieles del Opus Dei, cooperadores y amigos, se detiene este mes de junio en la consideración de los trabajos domésticos, que mantienen el clima de unidad y cariño familiar, resaltando su importancia para la sociedad. Me ha parecido oportuno destacar esos aspectos en esta consideración de hoy, vísperas de un nuevo dies natalis de San Josemaría, porque a él siempre le gustó hablar del apostolado de los apostolados al referirse a todas las labores que mantienen un ambiente de servicio, de cariño humano y solidaridad: soporte de cualquier otra actividad apostólica al servicio de la evangelización de los pueblos. Si de los primeros cristianos se decía: mirad cómo se aman, de los hogares cristianos de hoy se deben decir cosas similares. Y allí está la clave para llamar a los trabajos del hogar apostolado de apostolados.
“Me atrevo a afirmar −dice el Prelado en su Carta− que, en una buena parte, la triste crisis que padece ahora la sociedad hunde sus raíces en el descuido del hogar. Si el padre, la madre, los hijos, se ocuparan con mayor atención de la casa, responsabilizándose con alegría de los diversos quehaceres, se incrementaría la calidad humana; se propagaría la caridad sincera que Cristo ha venido a traernos, y se evitarían muchas causas de conflictos”. También se recoge allí un texto en apariencia sencillo, donde hemos encontrado el título para estas consideraciones cargadas de cariño, portadoras de inmenso valor: “Nuestro Padre aludía a la gran importancia social de las tareas domésticas, como factor de notable trascendencia para la labor apostólica del Opus Dei”. Y nos invitó a trasladarnos con gozo y con frecuencia a Nazaret, al lugar donde residieron Jesús, María y José, modelos de virtudes cristianas.
“Entre esas paredes, en las amistades con la gente de aquella aldea, en las conversaciones, un lazo fortísimo unía el cielo y la tierra; el mismo que hemos de crear en donde habitemos o trabajemos”… “Jesús, María y José sabían aprovechar sus diversas ocupaciones, hasta las más pequeñas, con un amor que aportaba sabor de hogar amable, alegre, a aquellas pobres habitaciones en las que residían; pobres, pero ricas por la intensidad de contenido sobrenatural y humano de los tres. Así hemos de proceder nosotros, con sentido de responsabilidad; y las veinticuatro horas del día, bien desgranadas en la presencia de Dios, acercarán la tierra al cielo y traerán el cielo a la tierra”.
San Josemaría enseñó a amar al mundo apasionadamente; porque allí, en medio de la ciudad o del campo, de la vida pública o privada, debemos los cristianos hacer presente el amor que Cristo vino a traernos a todos. En el hogar, en la calle, en las instituciones creadas por los ciudadanos, debemos encontrar ese amor misericordioso que Jesús nos manifiesta desde la Cruz y en los Sacramentos.
Las circunstancias del mundo nos piden volver la mirada a ese apostolado de apostolados sin el cual es muy difícil alcanzar las metas en el mundo universitario, en las empresas, en los talleres, en el campo, en las oficinas de cualquier tipo… Donde el hogar se descuida y la importancia de lo doméstico no se expresa, las instituciones extra familiares sufren, las personas enferman y los niños pierden su natural alegría. La misma labor catequística que puede desarrollar una parroquia y una escuela, padece si en la familia no se valoran las tareas que son raíz de la paz y el sosiego de la sociedad. Por eso suelo decir que el primer y más importante trabajo social de un joven es perfeccionarse en el trabajo doméstico. Así se asegura su preparación para la propia familia y se logra el talante humano y moral necesario para cualquier realización profesional.
Beatriz Briceño Picón, Periodista UCV-CNP. Fundación Mario Briceño-Iragorry, en reportecatolicolaico.com.