El ensordecedor estrépito que proviene de la política, seguramente nace no de una, sino de más de una cuestión mal planteada
La medievalista francesa Régine Pernoud, después de muchos años de trabajo bien hecho y con resultados extraordinarios, nos alentó: “Una cuestión bien planteada está muy cerca de alcanzar la verdad, antes sólo presentida”. El ensordecedor estrépito que proviene de la política, seguramente nace no de una, sino de más de una cuestión mal planteada. Si algunos medios de comunicación pueden referirse a las próximas elecciones (las que sean y donde sean) como unas “primarias” del Juicio Final, entonces el peligro de una ruina gravísima y sin remedio, si no ganamos nosotros; de una catástrofe histórica irremediable a todas luces, si ganasen nuestros adversarios es un peligro que acecha siempre, y teniendo en cuenta que hay elecciones de algo casi siempre, los ciudadanos de esta democracia tendrían que instalarse en la ansiedad y ser por mucho tiempo víctimas de los daños que la acompañan.
Y ¡pensar que hubo un tiempo en que relajarse era una cosa mala! Aflojar en el cumplimiento del deber, descuidar la atención el vigilante... Ahora que ya muchos se despiden de nosotros con un "¡cuídate, cuídate mucho!" se podría intentar (aunque habrá previsores que ya estén en ello) un "¡relájate, relajate mucho!" menos inquietante y más necesario. Empresas económicas, equipos de fútbol, familias enteras, matrimonios... necesitan relajarse y no saben cómo, mientras entre todos destrozamos el lenguaje convirtiéndolo en un arma de pésimos presagios y de guerra abierta en muchas ocasiones.
A lo mejor también los periódicos necesitan relajarse y un buen ejercicio, con beneficio para todos, sería el de cuidar con esmero el lenguaje y devolver a las palabras sus indudables posibilidades pacificadoras; porque los periódicos suelen tener sus libros de estilo y más de uno se ufana de que su libro de estilo es ya una invitación a la ética. Pero luego, en la práctica, su militancia ideológica o sus problemas económicos les llevan a forzar su libro de ética y escriben asiduamente que el Papa “arremetió” contra Europa, o contra la familia, o contra la diversas formas de libertad. SS el Papa Benedicto XVI o el cardenal de Colonia u otros —los ejemplos están tomados de la prensa diaria reciente, sin visitar ninguna hemeroteca— “arremeten”, cuando la palabra castellana, para quien haya leído el documento, es enseñan o sugieren; y cuando señalan (el Papa o los obispos) una orientación, entonces “conminan” a sus fieles, habitualmente .
El diccionario de la Lengua Española, editado por la RAE dice: Conminar: “Amenazar, manifestar con actos o palabras que se quiere hacer algún mal a otro. Amenazar, el que tiene potestad a quien está obligado a obedecer, con penas o castigos temporales o espirituales”. Arremeter: 2) Acometer con ímpetu y furia, chocar, disonar u ofender a la vista alguna cosa... acometer. Es tan difícil el entendimiento con el anticristiano que no sabe lo que es el cristianismo, como con el anticomunista que no conoce algo verdadero acerca del marxismo. Pero como intentamos situarnos en la Pascua, debemos aceptar la luz que abre la mirada a la Esperanza .
Porque, ¿no puede ocurrir que, tras un desacuerdo tan general y tan tenazmente mantenido, subyazca una idea equivocada de Dios? Ya que el Dios que rechazan muchos laicistas y ateos, lo rechaza cualquier cristiano instruido: un Dios amo de muchos esclavos, o una explicación más satisfactoria de los enigmas del universo. ¿Resulta muy difícil admitir que Benedicto XVI no conmina a nadie ni arremete contra nada? No es fácil aceptar que es el sucesor de San Pedro y, por lo tanto, íntimamente relacionado con Cristo (aunque eso no se le puede exigir a nadie, porque es una Gracia). Pero basta mirarle cuando sale en la pantalla para advertir que atrae más que asusta. Pensar que Dios o las religiones separan a los hombres y que lo mejor es apartarlos, para convivir pacíficamente entre nosotros, es un malentendido tan clamoroso —teniendo cerca a Stalin y a Hitler—, que la Pascua invita a revisarlo.
PERO, ¿y la Edad Media? Encuentro en el Breviario, una lección de doctrina que S. Pedro Crisólogo enseñó a los catecúmenos que se preparaban para recibir el bautismo y establecer así un vínculo definitivo con Cristo; S. Pedro era obispo de Ravenna y cuidaba a los que Cristo le había confiado en el año 450, aproximadamente, enseñándoles: “Os exhorto por la misericordia de Dios, Pablo o, mejor dicho, Dios por boca de Pablo, nos exhorta, porque prefiere ser amado antes que temido. Nos exhorta porque prefiere ser Padre antes que Señor. Si rehuís al que es Señor, ¿por qué no recurrís al que es Padre? Quizás os avergüence la magnitud de mis sufrimientos, de los que vosotros habéis sido la causa. No temáis: La cruz más que herirme a mí, hirió a la muerte. Estos clavos más que infligirme dolor, fijan en mí un amor más grande hacia vosotros. La extensión de mi cuerpo en la Cruz, más que para aumentar mi sufrimiento sirve para prepararos un regazo más amplio”.
San Josemaría Escrivá nos animaba a sus hijos a hacer oración dialogando con Cristo vivo, clavado en la Cruz, como Dimas en aquella conversación, que alimenta la esperanza, de los que escuchan la voz del Crucificado. Jesús dice al ladrón: “Esta misma tarde estarás conmigo en el Cielo”. Y San Josemaría nos decía que él se sentía sostenido, abrazado por los brazos de Jesús extendidos en el madero. Tuvo mucho interés en que se hiciera un crucifijo con Cristo enclavado y vivo; y se comprueba lo mucho que ayuda a rezar y a confiar, su contemplación, en Torreciudad o en Cavabianca. Hay palabras lejanas en el tiempo a las que su contenido, muy necesario, otorga una alegre actualidad; por ejemplo, las del salmo: “Aquietaos y reconoced que yo soy Dios”.