Existen opciones científicas que no incluyen la destrucción de embriones humanos
EL Senado de los Estados Unidos acaba de aprobar un polémico proyecto legislativo que abriría las puertas del erario federal a la experimentación médica con células madre embrionarias. Es la segunda vez, en un periodo muy corto, que el Parlamento norteamericano autoriza una medida de este tipo. El proyecto anterior fue frustrado por el presidente Bush y la Casa Blanca ha manifestado que volverá a vetar cualquier iniciativa similar.
Por años, los norteamericanos hemos sido testigos del enconado debate acerca de los cuestionamientos éticos que implicaría la financiación pública de investigaciones médicas que conlleven la destrucción de embriones humanos. La discusión pública sobre los aspectos morales inherentes a la manipulación de embriones conlleva una pesada carga emotiva que impide mantener un adecuado nivel de honestidad intelectual. Esta situación sólo ha contribuido a aumentar el grado de confusión sobre un asunto de por sí bastante complejo. Creo que, a pesar del radical enfrentamiento ideológico, existen por lo menos seis presupuestos objetivos innegables.
Primero: la experimentación con células madre embrionarias no se encuentra prohibida en los Estados Unidos. Muchos laboratorios norteamericanos se dedican actualmente a extraer células madre a partir de embriones humanos. No existe restricción alguna a la financiación privada de tales actividades. Por otra parte, los científicos estadounidenses lideran el panorama mundial en estudios experimentales sobre manipulación embrionaria.
Segundo: estamos muy lejos de encontrar terapias efectivas a partir de células madre embrionarias. Actualmente no se ha desarrollado ningún tipo de terapia médica en base a células madre embrionarias. Por el contrario, existen más de 1.200 ensayos clínicos con células madre derivadas de tejido adulto. Incluso los científicos de mayor renombre en el campo de la investigación con embriones han aceptado expresamente que la posibilidad de conducir terapias médicas basándose en dicho tipo de células es aún muy remota.
Tercero: se reconoce un status moral propio al embrión humano. El Comité Nacional de Asesoría Bioética del presidente Bill Clinton señaló “que la mayoría estará de acuerdo en que los embriones merecen respeto dado que constituyen una forma de vida humana.” El comité aceptó la posibilidad de utilizar los embriones sobrantes de las terapias realizadas en clínicas de reproducción asistida, pero únicamente si tal manipulación contribuye a la investigación de avances que permitan salvar vidas. El grupo de estudio no recomendó jamás la creación de nuevos embriones mediante la clonación o cualquier otro método que conlleve su destrucción.
Cuarto: hay otras alternativas que vale la pena explorar. Es cada vez más evidente que existen opciones científicas que no incluyen la destrucción de embriones humanos, a partir de las cuales se obtendrían células madre con propiedades equivalentes. Tales alternativas incluyen la reprogramación de células somáticas, la obtención de células madre del líquido amniótico o la transferencia nuclear alterada.
Quinto: los cuestionamientos a la destrucción de embriones no obedecen únicamente a convicciones religiosas. Charles Krauthammer, antiguo miembro del Consejo de Bioética del presidente de EEUU, se refirió a este punto con gran claridad: “No creo que la vida humana —refiriéndose a los atributos morales de la persona–– comience con la concepción. Sin embargo, muchos individuos de orientación secular encontramos serios dilemas éticos en la destrucción de embriones humanos. No se necesita ser una persona religiosa para mostrar preocupación sobre el tema. Sólo es necesario ser consciente de la capacidad demostrada del hombre para causar el mal en su intento por hacer el bien.”
SEXTO: salvar vidas humanas es el principal motivo de quienes investigan con células madre, pero no el único. La mayoría de los científicos son concientes de que las células madre embrionarias no tienen valor terapéutico actual y que no se vislumbra que lo tengan en un futuro próximo, principalmente por su inestabilidad y grave tendencia a producir tumores. No resulta sorpresivo que muchos científicos admitan que su principal interés en relación con la manipulación de embriones no es el desarrollo de tratamientos médicos, sino el afán de “aprender más” sobre los mecanismos biológicos que permiten el desarrollo temprano de los humanos en el vientre materno.
La experimentación destructiva de embriones no puede ser justificada moralmente, incluso si fuera verdaderamente efectiva para encontrar curas a terribles enfermedades. Aunque algunos sostienen que la vida humana no goza de inviolabilidad moral desde el momento de la concepción, el desacuerdo es serio y profundo. Al menos, clarifiquemos aquellos aspectos en los que sí estamos de acuerdo.
Robert P. George es catedrático de Jurisprudencia en la Universidad de Princeton y miembro del Consejo de Bioética del presidente de los Estados Unidos.