Manuel de la Fuente: No se debe generalizar, pero, ¿somos hoy en día menos dueños de nuestro destino que en otras épocas?
Nuria Chinchilla: Es cierto que hoy el hombre está más disperso, porque tenemos muchas más realidades que nos dispersan y descentran, y es más difícil reencontrarse con uno mismo y saber elegir. Hay demasiadas opciones, demasiadas alternativas sobre cualquier cosa, y cuesta tomar las decisiones más adecuadas. De hecho, hay estudios psicológicos que dicen que a partir de seis alternativas para elegir se produce infelicidad.
M.F.: Hablan ustedes de no confundir la felicidad con el bienestar. ¿no estarán reivindicando al buen salvaje?
N.Ch.: No, no, para nada. Está claro que el bienestar puede ser una condición importante para conseguir la felicidad, pero no es cuestión de mil, ni doscientos mil, ni un millón de euros. El bienestar es una cosa y el bienser es otra. Muchas veces nos encontramos con gente que tiene un altísimo bienestar, pero con un desastroso bienser, que no están bien consigo mismos.
M.F.: Perdón por la broma, pero ¿el dolor es uno de los puntos donde más le duele al hombre de hoy?
N.Ch.: El dolor es connatural con la vida y también es parte de nuestro crecimiento. En lugar de querer olvidarse de que el dolor existe, hay que afrontarlo y hay que sacar la mejor lección, que nos valga para crecer más y para madurar. Pero hoy en día, parece que es anatema mencionar todo lo que es dolor. No tenemos las ideas claras sobre el dolor, y hacemos gente inmadura, incapaz de ser feliz.
M.F.: Aunque viendo un telediario no lo parezca, estamos llenos de sentimentalismo.
N.Ch.: En otras épocas, el hombre ha vivido bajo el imperio de la razón, cuando lo que valía era lo medible, cuantificable y demostrable. Sin embargo, ahora parece que frente a eso estamos cayendo en un sentimentalismo exagerado, en el que el pensamiento se vuelve blandengue. Ahora parece que uno sólo es lo que uno siente y que las personas deben actuar según sientan. Ese sentimentalismo nos lleva a unas vidas irreales inmersas en la fantasía de pensar que si hago caso de los sentimientos seré feliz. Pero eso es totalmente inútil, porque al final, uno se da cuenta de que el sentimiento es tan voluble como el viento, y si te dejas llevar sólo por los vientos, sin saber dónde está el norte y alejado de la razón, pues vaya usted a saber en qué isla se puede acabar, pero seguro que ésa no era la isla de su destino.
M.F.: Es necesario el entrenamiento del corazón inteligente, escriben. Eso suena a palizón.
N.Ch. Este entrenamiento debe empezar desde que somos pequeñitos, desde que se es capaz de compartir el caramelo con tu hermano, ahí empieza el verdadero amor, el de abrirse a los demás, y que los demás entren a ser parte importante de tu toma de decisiones.
M.F.: Supongo que para jugar bien el partido del amor se necesita sudar la camiseta, esforzarse.
N.Ch.: Si uno quiere el bien del otro, si está entrenado en lo que es el amor, después es mucho más capaz de entregarse en un amor que se va construyendo se refuerza cada día. Pero eso, claro, exige sacrificio, que es una palabra que parece fuera del diccionario actual. El sacrificio significa que nos esforzamos para conseguir nuestras metas y nuestra felicidad.
M.F.: Pero se necesita tiempo, además de entrenamiento.
N.Ch.: El entrenamiento del corazón al que nos referimos es algo cotidiano. Cada día hay miles de decisiones para poder entrenar el corazón. Si introducimos en nuestra toma de decisiones cómo lo que yo haga y lo que deje de hacer impacta en los demás, sólo con esto ya estamos entrenando el corazón. No es cuestión de tiempo, es cuestión de saber gestionar el tiempo con los motivos adecuados. Ésa idea es el meollo y el fondo de nuestro libro.
M.F.: Pero parece que vivimos más deprisa, deprisa, que nunca.
N.Ch.: Hay que volver a la calma. Está demostrado que yendo sin prisa se acaba por ahorrar tiempo . Hay que hacer menos cosas y hay que hacer las que son importantes y necesarias. Y no se puede decir que sí a todo, también hay que aprender a decir que no.Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
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