James Cameron es el productor de un documental —The Lost Tomb of Jesus (La tumba perdida de Jesús)— que tiene la pretensión de probar que el cuerpo de Jesucristo se encuentra entre diez antiguos osarios hallados en Israel hace unos cinco lustros.
En un suburbio de Jerusalen, encontraron en 1980 una cueva con diez tumbas antiguas: de este hecho se pasa a decir que entre ellas están “las de Jesús de Nazaret, su madre María, María Magdalena y un posible hijo de Jesús" (sic).
En un jugoso y amplio comentario, Juan José García-Noblejas dice en su blog scriptor.org que James Cameron "parece que quiere lograr visibilidad pública para su nombre, firmando una especie de documental sobre la religión católica y el cristianismo al estilo del Da Vinci Code. Es decir, pretendiendo mostrar su falta de fundamento. Si hay una 'tumba de la familia de Jesús', científicamente acreditada, ni hay Resurrección ni nada de nada: Cameron se instala en la senda escandalosa de Dan Brown, a ver qué pilla.
Y continúa más adelante: …"ponerse a estas alturas a hablar de la tumba de Jesús supone de entrada dos cosas. La primera, no ser original ni de lejos. La segunda, hacer el ridículo entre quienes saben de arqueología:
El profesor Amos Kloner, de la Universidad Bar-Ilan y arqueólogo oficial del Distrito de Jerusalén, que supervisó las excavaciones de la misma tumba en 1980, y es autor de numerosas obras sobre los descubrimientos, señaló que las afirmaciones del documental son sólo una farsa publicitaria, un excelente material para una película de televisión, pero un total sin sentido, algo absolutamente imposible.
Esto dice, por su parte, el arzobispo Bruno Forte, miembro de la Comisión Teológica Internacional:
El dato de hecho es que se habla de tumbas antiguas, algunas del siglo I, descubiertas en el barrio de Talpiot, a inicios de los años ochenta, en las que están grabados algunos nombres como los de Jesús, María, José, Mateo… Este es el dato de hecho.
Pero tumbas como ésas hay muchas en el territorio de Tierra Santa. Por tanto, no hay nada nuevo en esta revelación", constata el prelado, miembro de varios dicasterios de la Santa Sede.
¿Por qué, entonces, tanto ruido?, se pregunta y responde: Porque Hollywood ha querido lanzar una exclusiva. Dado el éxito de operaciones como 'El Código da Vinci', se ha tratado de provocar otro éxito análogo, jugando con la auténtica cuestión en juego, es decir, si Jesús verdaderamente ha resucitado.
En la misma línea, con mucha precisión y rigor, está escrito el artículo de Francisco Varo, titulado “La tumba perdida”, que fue publicado en el Diario de Navarra (23-III-2007) y que ahora reproducimos.
Francisco Varo es profesor de Sagrada Escritura en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra; entre sus recientes publicaciones están: ¿Sabes leer la Biblia? Una guía de lectura para descifrar el libro sagrado (Ed. Planeta, 2006) y Rabí Jesus de Nazaret (Ed. BAC, 2005).
El documental dirigido por Simcha Jacobovici y producido por James Cameron titulado The Lost Tomb of Jesus (La tumba perdida de Jesús) ha difundido la noticia del hallazgo en Jerusalén de una tumba que, según se dice, contendría las sepulturas de Jesús y su familia. En él se divulgan unos hechos conocidos con detalle hasta ahora sólo por algunos expertos, y llega avalado por una investigación que se presenta como rigurosa.
En los primeros días de marzo de 1980, mientras se realizaban movimientos de tierra en el barrio de East Talpiyot en Jerusalén, se descubrió una cámara sepulcral del siglo I que contenía diez osarios de esa época. Entre ellos había seis que tenían algo escrito. Uno decía en griego: Mariamenou (he) Mara (Mariamme también llamada Mara). Los demás, en arameo: Yoseh (José); Yehudah bar Yeshua‘ (Judá, hijo de Jesús); Mat[y]ah (Matías, una forma de Mateo); Maryah (María); y el que provocaría más revuelo tenía una inscripción torpemente rayada donde podía leerse algo así como Yeshua‘ (?) bar Yehosef (Jesús (?) hijo de José).
La primera información fue dada a conocer en 1981 por Yosef Gat, el arqueólogo que dirigió las excavaciones, y todos los detalles son bien conocidos del mundo científico gracias al informe técnico publicado por Amos Kloner en 1996. Desde entonces no se ha producido ningún hallazgo nuevo en relación con esa sepultura ni con esos osarios.
De los nombres que figuran en ellos no se puede extraer ninguna conclusión convincente sobre una supuesta relación con Jesús y los personajes mencionados en los Evangelios, ya que son muy comunes. Téngase en cuenta que sólo 16 nombres, 13 de varones (Simeon, Yosef, Yehudah, Eleazar, Yehoazar, Yohanan, Yeshua, Shaul, Hananiah, Matiah, Yehonatan, Yaacob y Hezekiah) y 3 de mujeres (Shelomzion [Salomé], Mariah-Mariamme y Marta-Mara) eran usados por más del 75% de la población. Todos los nombres inscritos en los osarios de esa tumba se encuentran entre ellos.
Teniendo en cuenta que la población estable de Jerusalén era de unas 100.000 personas, se calcula que debería haber en torno a 3.850 varones de nombre Jesús, de los cuales unos 250 tendría como padre a un José, y se llamarían, por tanto, «Jesús, hijo de José». Por eso, para intentar identificar con un cierto rigor científico a Jesús de Nazaret con alguno de los muchos «Jesús, hijo de José» que había en la ciudad será necesario tomar en consideración otros motivos que no sean simplemente el llevar ese nombre.
Una de las razones que lleva a rechazar la identificación de los personajes de esa tumba con Jesús es que su familia estaba asentada en Nazaret y tenía raíces en Belén. Lo lógico sería que, si poseían una sepultura familiar, estuviera en alguno de esos dos lugares, pero no en Jerusalén. A esto se añade que, en las tumbas de Jerusalén, cuando se trata de personas pertenecientes a estirpes originarias de la ciudad, se señala quién es su padre (por ejemplo, Yehudah hijo de Yohanan), pero si se trata de familias de fuera, en la inscripción se indica su procedencia (Simeón de Ptolemaida). Si el osario fuera del Jesús que conocemos por los Evangelios, la inscripción debería ser «Jesús, hijo de José, de Nazaret», o simplemente «Jesús de Nazaret».
The Lost Tomb of Jesus no aporta ninguna información relevante que no fuera conocida. Sólo es original en dos cuestiones. Una de ellas, la supuesta identificación, carente de todo fundamento científico, de la Mariamenou (he) Mara con María Magdalena. Después del éxito comercial del Código Da Vinci es un ingrediente de éxito asegurado. La otra, la prueba del ADN sobre unos restos orgánicos que, según dicen, han podido ser rescatados de los osarios de Yeshua bar Yeshosef y Mariamenou (he) Mara, y que pondría de manifiesto que no hay entre ellos una relación de pertenencia a la misma familia de sangre. Como las tumbas suelen ser familiares, si no son consanguíneos ¡ha de ser su esposa! Aunque el análisis fuera riguroso, la conclusión sería temeraria. Pero si se tiene en cuenta, como lo señalaban los arqueólogos que realizaron la excavación, que en los osarios había restos de más de una persona, la conclusión es totalmente infundada.
En los días que han seguido a la difusión del documental todos los arqueólogos han sido unánimes en rechazar las hipótesis que propone. No por razones religiosas, sino por la inconsistencia de sus razones y su notable falta de rigor científico. Tal vez sea un buen negocio. Pero no parece que vaya a plantear problemas a la fe de nadie que tenga algo de cultura y sentido común. En todo caso, han hecho reír a los expertos ante la vulgaridad de los tópicos y la ingenuidad del argumento empleado.
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