En el aniversario de la muerte de Juan Pablo II, el Papa Benedicto XVI reconoce su «rápido proceso de beatificación». «La casa se llena de perfume; es decir el mundo se ha llenado de buena fama. El buen olor es la buena fama».
Benedicto XVI conmemoró ayer en el Vaticano el segundo aniversario de la muerte de Juan Pablo II. Lo hizo presidiendo una misa funeral y rodeado por el entusiasmo de unos treinta mil fieles, ante quienes pronunció una larga homilía vespertina en la que constató que el proceso de beatificación del difunto Papa «procede velozmente». Coreado por los peregrinos polacos, que siempre pueblan San Pedro cuando se celebra la memoria del Papa Wojtyla, Ratzinger volvió una vez más a elogiar la figura de su predecesor, destacando el «luminoso testimonio de amor por Cristo, que ha ofrecido sin reservas». Sirviéndose de un pasaje bíblico, el Papa alemán narró cómo el «perfume del amor» de Juan Pablo II «ha llenado toda la casa» de la Iglesia católica. Y en Roma volvieron a tronar los ecos del «Santo súbito».
Benedicto XVI insistió en que «el amor del Papa Wojtyla por Cristo ha llegado a cada región del mundo, de cuanto era fuerte e intenso». Después, citando el Evangelio según San Juan, ofreció un comentario sobre la «fama de santidad» de su predecesor: «La casa se llena de perfume; es decir el mundo se ha llenado de buena fama. El buen olor es la buena fama». El Papa también quiso hablar de la larga enfermedad que arrastró Juan Pablo II durante tantos años. «Es intenso y fructuoso el ministerio pastoral, pero lo es todavía más el calvario de la agonía y la serena muerte de nuestro amado Papa, que ha hecho saber a los hombres de nuestro tiempo que Jesucristo era realmente su “todo”», reclamó.
Sus últimos momentos
«Desde hacía tiempo él se preparaba para este último encuentro con Jesús, como documentan los diferentes pasajes de su Testamento. Durante las largas estancias en la capilla privada hablaba con Él, abandonándose totalmente a su voluntad y confiaba en María, repitiendo “Totus tuus”», agregó el Papa y rememoró además los últimos momentos de Juan Pablo II: «Con ayuda de las personas que lo asistían, quiso tomar parte en todos los rezos cotidianos y a la Liturgia de las horas, llevar a cabo la adoración y la meditación. Murió rezando. Realmente, se durmió en el Señor», afirmó el Santo Padre. A la misa funeral asistieron decenas de cardenales y obispos, así como algunas autoridades políticas como el presidente de Polonia, Lech Kaczynski. También hicieron acto de presencia las monjas que cuidaron a Juan Pablo II en su residencia del Palacio Apostólico, así como la monja francesa Marie Simon Pierre, la religiosa sobre cuyo testimonio podría documentarse el primer milagro «por intercesión» reconocido al Papa polaco. La monja francesa, que sufría Parkinson (la misma enfermedad que padeció durante años Juan Pablo II), se recuperó de manera inexplicable dos meses después de la muerte de Wojtyla, tras haberse encomendando al Pontífice. «Yo sé que estaba enferma y que ahora estoy curada. Esto es todo», se limitó a explicar la religiosa a los micrófonos de Radio Vaticana.
La jornada en memoria de Juan Pablo II tuvo también un episodio matutino, en la clausura de la fase diocesana de su proceso de beatificación. Durante dicho acto, al que acudieron igualmente miles de fieles, el cardenal italiano Camillo Ruini dejó un discurso repleto de alabanzas, en la que enumeró algunos de los méritos del fallecido, entre los que destacó «su lucha por la liberación del totalitarismo comunista y la reivindicación intransigente de la justicia por los pueblos que pasan hambre, el empeño hasta la extenuación por la paz en el mundo y porque las religiones promuevan la paz y no la intolerancia y la violencia». Decenas de personalidades públicas de todo el mundo aprovecharon la fecha para renovar su admiración por Juan Pablo II. Fue una fiesta más en recuerdo y elogio al difunto Papa, una cita que volvió a colmar los aledaños del Vaticano de cantos, banderas de Polonia y fieles llegados de todos los rincones del planeta.