CIUDAD DEL VATICANO, 20 FEB 2007 (VIS).
El pasado sábado a las 18,00, el Santo Padre visitó el Pontificio Seminario Romano Mayor, con motivo de la fiesta de la patrona, la Virgen de la Confianza. Durante el encuentro, el Papa ofreció unas respuestas a seis preguntas de los seminaristas, que se hicieron públicas ayer por la tarde.
Gregorpaolo Stano, de la diócesis de Oria (Italia), preguntó cómo discernir la voz de Dios "entre las miles de voces que se oyen cada día en este mundo".
"Dios habla -dijo el Papa- por medio de otras personas, de amigos, padres, (...) de los sacerdotes que os guían", pero habla "sobre todo en la Sagrada Escritura", que "es importante leer (...) no como palabra de un hombre o como un documento del pasado, sino (...) como una Palabra de Dios que es siempre actual y habla conmigo".
Benedicto XVI subrayó que "también es necesario estar atento a las otras voces del Señor, dejarnos guiar también por personas que tienen experiencia de Dios, por decir así, y nos ayudan en este camino. (...) De este modo crece el discernimiento y crece la amistad personal con Dios, la capacidad de percibir, en las miles de voces de hoy, la voz de Dios, que está presente y habla siempre con nosotros".
Claudio Fabbri, de la diócesis de Roma, quiso saber cómo era la vida del Santo Padre en el seminario alemán de Freising, durante el período en que se preparaba para el sacerdocio.
"Pienso que nuestra vida en el seminario de Freising estaba estructurada de modo muy parecido al vuestro. (...) Puedo decir que realmente la Sagrada Escritura era el alma de nuestro estudio teológico: vivimos con la Sagrada Escritura y aprendimos a amarla, a hablar con ella. (...) Para nosotros, un aspecto central era la formación litúrgica". Además, continuó, estaba el "interés" por la literatura y también había "una gran pasión por la música".
Gianpiero Savino, de la diócesis de Taranto (Italia), preguntó cómo responder a una vocación tan exigente como la de pastor del pueblo de Dios, teniendo en cuenta nuestra fragilidad humana.
"Está bien reconocer la propia debilidad -dijo el Papa-, porque así sabemos que necesitamos la gracia del Señor". Por otra parte, continuó, "es muy importante reconocer que tenemos necesidad de una conversión permanente, que es un camino donde no faltan las alegrías, las luces del Señor, pero tampoco faltan valles oscuros, donde tenemos que caminar con confianza, apoyándonos en la bondad del Señor. (...) Por eso, también es importante el sacramento de la Reconciliación, (...) para convertirnos de nuevo y crecer y madurar para el Señor, en nuestra comunión con El".
El Santo Padre señaló que también es imprescindible "no aislarse, no pensar que se puede caminar solos. Tenemos necesidad de sacerdotes amigos, también de laicos amigos, que nos acompañen, que nos ayuden". Por último, el Papa sugirió tener confianza en el "don de la perseverancia, que nos da alegría y la certeza de que somos amados por el Señor y este amor nos sostiene, nos ayuda y no nos deja solos con nuestras debilidades".
El búlgaro Dimov Koicio, de la diócesis de Nicopoli ad Istrum, le preguntó sobre la "suciedad en la Iglesia" a la que el entonces cardenal Ratzinger aludió durante el Vía Crucis del 2005 y los peligros de querer "alcanzar un puesto a través de la Iglesia".
"El Señor sabe, sabía desde el principio -dijo el Papa- que también en la Iglesia hay pecado y que para nuestra humildad es importante reconocerlo y verlo no solamente en los demás, en las estructuras, en los altos cargos jerárquicos, sino también en nosotros, para ser así más humildes y aprender que frente al Señor no cuenta la posición eclesial sino estar en su amor".
Francesco Annesi, de la diócesis de Roma, se interesó por "cómo el sacerdote puede ser testigo del sentido cristiano del sufrimiento y cómo debe comportarse ante quienes sufren sin correr el peligro de ser retórico o patético".
"Tenemos que reconocer que es justo hacer lo posible para aliviar los sufrimientos de la humanidad y ayudar a los que sufren a encontrar una vida mejor y a liberarse de los males que a menudo nosotros mismos causamos: el hambre, las epidemias", respondió Benedicto XVI. "Pero al mismo tiempo, reconociendo este deber de luchar contra los sufrimientos que causamos, tenemos que reconocer y entender que el sufrimiento es parte esencial de la maduración. (...) Es verdad que siempre es problemático cuando uno está bien (...) consolar a otro afectado por un mal grande. Frente a estos males que todos conocemos, inevitablemente casi todo parece retórico o patético. Pero, si estas personas pueden sentir que somos com-pacientes, que queremos llevar la Cruz con ellos (...) ayudándoles en todo lo que podamos, nos creerán".
Marco Ceccarelli, diácono de Roma, próximo a la ordenación sacerdotal, pidió consejo al Santo Padre sobre cómo vivir el inicio del ministerio presbiteral.
El Papa destacó "la necesidad de estar con el Señor en la Eucaristía cada día, no como un deber profesional, sino como un deber sentido interiormente; (...) dedicar tiempo a la Liturgia de las Horas, que es libertad interior" porque "nos ayuda a ser más abiertos y a estar en contacto profundo con el Señor" y "no perder la comunión con los otros sacerdotes, con los compañeros de vida, ni el contacto personal con la Palabra de Dios, la meditación".
"No perder nunca -subrayó- la amistad con los sacerdotes, la escucha de la voz de la Iglesia viva y naturalmente la disponibilidad para la gente que se nos ha confiado, porque precisamente de esa gente, con sus sufrimientos, sus experiencias de fe, sus dudas y sus dificultades también nosotros podemos aprender, buscar y encontrar a Dios.
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