ROMA, martes, 6 febrero 2007 (ZENIT.org).
La excelencia en el hogar es un valor a recuperar. Lo sostiene en esta entrevista la filósofa Maria Pia Chirinos, profesora de antropología en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz.
Chirinos acaba de publicar «Claves para una antropología del trabajo», (EUNSA), Pamplona, 2006, también en italiano: «Per un’antropologia del lavoro. Il “domestico” come categoría», Edusc, Roma 2005.
Actualmente es Visiting Scholar en la Universidad de Notre Dame (Southbend, USA) en el Notre Dame Center for Ethics and Culture, para continuar con esta línea de investigación.
La profesora Chirinos participó en un congreso en Londres dedicado a la excelencia en el hogar, organizado por la Dawliffe Hall Educational Foundation, entidad civil con inspiración cristiana de Gran Bretaña. Como fruto de aquel congreso se creó la Home Renaissance Foundation, en la que también está colaborando.
Zenit ha querido entrevistarla para comprender el alcance de este concepto «excelencia en el hogar».
--¿Qué es la excelencia en el hogar?
--Chirinos: Curiosamente nos encontramos ante dos términos que se han vuelto contradictorios: la excelencia es lo propio del héroe o –en nuestra sociedad- del hombre de finanzas, del cantante o… del futbolista. Pero no de quien ejerce un trabajo tan cotidiano como el de la casa.
Y, sin embargo, curiosamente también, ahí donde el fast food se ha impuesto, donde se ha perdido el sentido de hogar, encontramos más familias rotas, más desequilibrios psíquicos, más delincuencia juvenil, más adicción al alcohol o a la droga. Hay estudios que lo demuestran hasta la saciedad: otra cosa es que se publiquen con esa crudeza.
Pero independientemente de esto, con «excelencia en el hogar» me refiero a algo tan sencillo como serio. Concretamente: a no trivializar un elemento necesario para que la familia funcione. Me explico. Es un dato cierto que hay miles, cientos de miles de personas que comienzan su andadura matrimonial llenos de esperanza en el futuro. Quieren ser felices, desean tener hijos, educarlos, compartir un proyecto común… Pero, no pocos fracasan. ¿Por qué? ¿Cómo contribuir a que esa buena intención llegue a buen puerto?
Las respuestas son muchas. Una es precisamente la excelencia en el hogar. Esto es, otorgar más relevancia a la dimensión material de una casa y a sus trabajos, que no vienen incluidos automáticamente en la ceremonia del matrimonio, ni pueden encontrarse en un programa bajado gratis de Internet.
De ahí la seriedad del tema: la excelencia en el hogar implica un esfuerzo común de los esposos y luego de los hijos por crear un lugar con un clima de cariño y ayuda mutua, con tradiciones y personalidad propias, fruto también de unos trabajos que trascienden la cotidianidad y la materialidad.
El auténtico bienestar de un hogar es algo muy diferente al de la suite de un hotel de cinco estrellas, que al tercer día cansa: la excelencia del hogar es ese plus que hace de una casa algo más que cuatro paredes a todo lujo, pero sin calor. Esta excelencia material y cotidiana, diría, es una condicio sine qua non del éxito de un matrimonio que ambiciona ese proyecto común, con éxitos y fracasos, pero sin omisiones.
Este primer encuentro internacional tuvo el respaldo de una entidad cristiana. ¿Quién aporta la visión cristiana de las tareas domésticas al debate?
--Chirinos: El respaldo de la Dawliffe Hall Educational Foundation fue precisamente lo que permitió aportar esa visión y trascenderla. De todas maneras, si se me permite, antes de continuar querría señalar una extraña manera de entender la aportación cristiana a este debate.
Hay quienes piensan que la fe contribuye a asumir los trabajos del hogar con toda la carga de renuncia y de sacrificio que parecen tener. Pero, comprendiendo perfectamente que se hayan dado situaciones así e incluso que se sigan dando, el problema está mal enfocado y cabe otra visión también cristiana y por eso profundamente humana.
Precisamente la fe nos pone en la pista correcta porque corrobora una idea de fondo que, a mi entender, es la clave y que se la debemos al Fundador del Opus Dei, San Josemaría Escrivá de Balaguer: el trabajo, todo trabajo, desde el más material hasta el más intelectual, no es cuestión económica, ni sociológica, sino antropológica. En el caso de los trabajos del hogar, deben corresponder a una auténtica vocación profesional, que exige preparación y dotes muy específicas, para que puedan recibir el calificativo de «excelentes». No hay que darlo por supuesto: hay que aprender a hacer hogar y a hacerlo bien.
--¿Cómo convencería a las personas a apuntarse a un congreso de asuntos domésticos? A mi no me haría una ilusión especial...
--Chirinos: Y sin embargo, asistieron alrededor de 300 personas de todo el mundo, la BBC incluyó un reportaje de 4 minutos en su informativo, cuando en Londres hay cientos de Congresos diarios; el «Financial Times» publicó un amplio artículo dos días antes del comienzo de las sesiones. ¿Por qué? Quizá por tocar un punctum dolens de nuestra sociedad, que se está convirtiendo en lo que los anglosajones llaman «issue».
Lo prueba además un dato reciente: el éxito de un artículo de Matthew Crawford, de la U. de Virginia, sobre el trabajo manual, que el «New York Times» ha calificado como el mejor ensayo del 2006. En mi correspondencia con él, he compartido el problema y coincidimos en la perspectiva antropológica de fondo y en «poner el dedo en la llaga»: ¿por qué se han desprestigiado? La respuesta de Crawford es rotunda: se les ha despojado de su carácter racional. Nos hemos creído que cualquier trabajo manual puede ser sustituido por la máquina. Y esto ahora vale también para los blue collars y los white collars: nadie se salva. Sólo los hombres de finanzas y pocos más.
Un Congreso sobre la excelencia en el hogar es una respuesta positiva a este problema: se puede y se debe reflexionar para devolverles su carácter de conocimiento práctico, tal y como el viejo Aristóteles definió la poíesis, obviamente con todas las limitaciones del caso. A esto, añadiría que son trabajos creativos y artísticos: crean un hábitat profundamente humanizador, capaz de facilitar y adquirir virtudes como la generosidad, el espíritu de servicio, etc., muy necesarias en una sociedad individualista y consumista. Alasdair MacIntyre también lo ha formulado en uno de sus libros con una noción muy interesante: la dependencia humana. Van por ahí los tiros.
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