ABC, 24 de enero de 2007
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Los ayuntamientos catalanes ya pueden «bautizar», casar y enterrar por lo civil siguiendo un ritual enteramente laico. La Asociación Catalana de Municipios y Comarcas, con la colaboración de la Generalitat, acaba de publicar un libro titulado «Manual de Ceremonial Civil. Los días más grandes» como una herramienta para «aquellos y aquellas que quieran, bajo unos parámetros exclusivamente laicos, encontrar fórmulas para vivir con plenitud, solemnidad y espiritualidad lo que conocemos como ritos de paso».
Para el autor, Joan Surroca i Sens, la publicación de su obra está más que justificada, ya que, por ejemplo, «durante el año 2004, por primera vez en Cataluña, el número de matrimonios exclusivamente civiles superó al de católicos». De ahí la iniciativa de Surroca de elaborar el manual, tarea «dura» a su juicio, por la «presencia secular del cristianismo en todos los ámbitos de la existencia». Esto ya no parece ser un problema pues, tras las «demoledoras críticas» de filósofos como Feuerbach, Marx o Nietzsche, «el concepto de Dios ha quedado fuertemente cuestionado desde los cuatro puntos cardinales».
Los Beatles y Beethoven
Ahora que «Europa se ha transformado en una sociedad laica», conviene hacer unos nuevos ritos que sustituyan a los antiguos. De entrada, «no hace falta imitar a los templos, porque disponemos de edificios civiles solemnes de todas las épocas que cumplen las características idóneas para celebrar allí ceremonias que pueden satisfacer el nivel más alto de exigencia». Después vienen los rituales. La «Ceremonia de acogida» recuerda inevitablemente al bautismo: consta de un rito de bienvenida, unas lecturas, las palabras del celebrante y hasta de la participación de unos padrinos. Los textos escogidos para la ocasión, al igual que para el resto de ceremonias que recoge el manual, son de lo más variado: desde Neruda hasta Charles Chaplin pasando por la Declaración Universal de los Derechos del Niño, Salvador Espriu, la Constitución Española, Lao Tse, Primo Levi, Joan Maragall, Anthony de Mello, Séneca, Tagore y hasta el profeta Isaías. Nadie debería extrañarse, según el autor, de que también haya autores religiosos entre los escogidos. Si muchos se casan por lo civil y no por lo religioso es, opina Surroca, «por un desacuerdo con la manera de actuar de la jerarquía eclesiástica, más que por un rechazo total a la religión».
La música que acompaña estos momentos tan especiales debe estar cuidadosamente seleccionada. Y la variedad, de nuevo, es amplísima. Valen Beethoven, Abba, Bach, Cat Stevens, Pau Casals, Vivaldi, The Corrs, Haydn, Louis Amstrong o The Beatles.
Respecto al matrimonio, el autor asegura que, «a lo largo de la historia, se reconocen otras variedades además de la forma más habitual de matrimonio entre un hombre y una mujer», aunque sólo cita la poligamia. Esto abre la puerta al matrimonio homosexual, al que dedica todo un apartado, algo que reconoce que «no me gusta», ya que «indica que aún no hemos entrado en un período de normalidad». El libro editado por la Generalitat aprovecha para apostillar que, sobre este asunto, «la jerarquía de la Iglesia católica ha sido muy combativa con la polémica que ha generado la nueva ley, pero no merece la pena darle ninguna importancia. La Iglesia es sabia y experimentada en la adaptación a los tiempos históricos».
El autor cree que, aunque la voluntad de los novios sea que el matrimonio dure para siempre, «es bueno que os planteéis diversas posibilidades para los tiempos venideros»: divorcios y rupturas especialmente. Por eso recomienda tener cuidado «con la hipoteca».
El buen humor del difunto
«Ha de merecer nuestro respeto aquella persona que, tras una meditación serena, llega a la determinación de poner fin a su vida. No se tendría que penalizar el hecho de apoyarle si fuera necesario, siempre que se cumplan las medidas que la ley de despenalización establece». Con esta proclama se abre el capítulo de las exequias por lo civil y de la muerte, ante la que «hay que prepararse para afrontarla con dignidad». A juicio del autor, «el ambiente que se respira en un funeral católico suele ser artificial, aunque el difunto y su familia fuesen católicos». En cambio, el «Acto de despedida» civil debe ser «un abrazo amoroso y fraternal». Después viene el entierro, en el que hay que agradecer al autor una serie de consideraciones prácticas, como que «quizás sería bueno que el grupo se mantenga a una distancia prudencial del nicho donde están trabajando los albañiles». Ése es un buen momento «para leer un poema» o para que «algunos de los presentes expliquen su relación con el difunto, el lado más humano y, por qué no, el más humorístico, que ayude a romper la tensión».