21 de enero de 2007
Mons. Manuel Ureña Pastor, Arzobispo de Zaragoza
Almudi.org
Nos encontramos en plena celebración del Octavario de oración por la unidad de los cristianos, un octavario que, desde comienzos del siglo XX, tiene lugar cada año entre el 18 y el 25 de enero.
Desde 1968, los temas y los textos de cada octavario vienen siendo elaborados por la comisión “Fe y Constitución” del Consejo Ecuménico de las Iglesias y por el “Secretariado para la Unidad de los Cristianos”, hoy, “Pont...
21 de enero de 2007
Mons. Manuel Ureña Pastor, Arzobispo de Zaragoza
Almudi.org
Nos encontramos en plena celebración del Octavario de oración por la unidad de los cristianos, un octavario que, desde comienzos del siglo XX, tiene lugar cada año entre el 18 y el 25 de enero.
Desde 1968, los temas y los textos de cada octavario vienen siendo elaborados por la comisión “Fe y Constitución” del Consejo Ecuménico de las Iglesias y por el “Secretariado para la Unidad de los Cristianos”, hoy, “Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los Cristianos”.
Este año, el texto bíblico del Octavario es el contenido en Mc 7,37: “Él (Jesús)... hace oír a los sordos y hablar a los mudos”. El proyecto de texto nació en Sudáfrica y fue aprobado en la Reunión preparatoria, que tuvo lugar esta vez en Francia, concretamente en el castillo de Faverges (Alta Saboya).
El tema del octavario de este año de 2007 es doble.
Por una parte, la Iglesia nos exhorta, como es obvio, a intensificar la oración por la unidad de los cristianos y a buscarla juntos. Y, por otra, a unir las fuerzas de todos los creyentes en Cristo para responder a los sufrimientos humanos.
Ambos temas están internamente conectados, pues expresan la doble dimensión de la vida y de la misión de la Iglesia: llegar a ser en Cristo una comunión en la verdad y en el amor; y llegar a ser una comunión que, habiendo recibido las maravillas de Dios, se percibe enviada a anunciar éstas a todo el mundo. Tal anuncio comporta, como se sabe, dos tareas: la de proclamar la verdad del Evangelio a todos los pueblos y la de ponernos incondicionalmente al servicio de los que sufren y de los que están en necesidad.
Pues bien, el mismo Espíritu que está actuando en todos nuestros esfuerzos por hacer verdadera y visible la comunión de los cristianos es el que nos urge a anunciar el Evangelio y a escuchar la voz de todos los que sufren, a estar animados por la comprensión de los más pobres y a prestar la palabra a los que no tienen voz.
“Por sus frutos los conoceréis”, dice el Señor. ¿No son ya muchos los frutos cosechados por el Movimiento Ecuménico? ¡Cuántas verdades de la fe son ya compartidas por la mayor parte de los cristianos! Con la ayuda constante del Espíritu, que trabaja sin cesar en las almas de todos, un día conoceremos la comunión en la verdad del Evangelio y en el amor pleno. Y, sin duda, es un logro que los cristianos nos unamos este año en el trabajo común por purificar y renovar las realidades temporales, tan dañadas por el pecado.
Nuestra mirada se centra en Sudáfrica, concretamente en Umlazi, un “township” fundado bajo el “apartheid” para una población mayoritariamente negra. El racismo, el desempleo y la pobreza, problemas que vienen de lejos, siguen representando un enorme reto para los habitantes de allí: faltos de escuelas, de centros médico-sociales y de viviendas adecuadas. Pero el mayor problema que afecta a la población es hoy el Sida. Más todavía: muchas personas maltratadas por estas situaciones límite sienten vergüenza de hablar sobre lo que les pasa. Por eso, los católicos y los cristianos de distintas confesiones han decidido, desde la razón y desde la fe, “romper el silencio”.
Ayudemos con la oración a nuestros hermanos de Sudáfrica. Y que los católicos y los no católicos de aquí tengamos la valentía de ejercer también en nuestros ambientes la denuncia profética de tantas situaciones en las que no brillan la verdad y la justicia.