CIUDAD DEL VATICANO, 14 ENE 2007 (VIS).
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La Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, en particular la familia emigrante, fue el tema de la meditación de Benedicto XVI antes de rezar el Angelus dominical con los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro
El Papa puso como ejemplo de las familias emigrantes a la Sagrada Familia de Nazaret y citó el relato de San Mateo sobre la fuga de San José, María y Jesús, para huir de la persecución de Herodes. "En el drama de la Familia de Nazaret -explicó- entrevemos la dolorosa condición de tantos emigrantes, especialmente de los refugiados, los exiliados, los desplazados, los prófugos y los perseguidos. Reconocemos, en particular, las dificultades de la familia emigrante: el malestar, las humillaciones, la estrechez económica, la fragilidad".
El Santo Padre recordó después que el fenómeno de la movilidad humana era "muy amplio y diversificado" y que según los datos recientes de las Naciones Unidas, "los emigrantes por razones económicas son casi 200 millones y los refugiados rondan 9 millones", mientras "los estudiantes fuera de sus países se cifran en 2 millones".
A esa cifra hay que añadir la de "los desplazados internos y los emigrantes irregulares, teniendo en cuenta que cada uno de ellos tiene de una manera u otra, una familia. Es importante, por tanto, tutelar a los emigrantes y a sus familias con medidas legislativas, jurídicas y administrativas específicas, y a través de una red de servicios, centros de escucha y estructuras de asistencia social y pastoral".
El Papa auspició que se llegase pronto a una "gestión equilibrada de los flujos migratorios y de la movilidad humana (...) para que aporte beneficios a toda la familia humana, comenzando con medidas concretas que favorezcan la emigración regular y la reunificación familiar".
"Sólo si se respeta por una parte la dignidad de todos los emigrantes, y, por la otra si los emigrantes reconocen lo valores de la sociedad que les da cabida -advirtió el Papa- las familias se integrarán en los sistemas sociales, económicos y políticos de lo países de acogida".
"Las migraciones -concluyó Benedicto XVI- nunca deben considerarse solamente un problema, sino también y sobre todo un gran recurso para el camino de la humanidad. Un recurso especial es la familia emigrante, siempre que sea respetada, y que no tenga que sufrir laceraciones irreparables, sino que pueda permanecer unida o reunirse, para cumplir su misión de cuna de la vida y de primer ámbito de acogida y de educación de la persona".