Todos los hombres inteligentes de todos los tiempos han sido feministas
Ángel García Dorronsoro
La Gaceta de los negocios, 15 de enero de 2007
Quizás uno de los asuntos más graves de la actualidad sea el que concierne a la mujer ante sí misma y ante la sociedad y la cultura. Hace ya mucho tiempo que resulta patente la incomodidad de la mujer para vivir su vida con naturalidad y serenamente, sin tener que esforzarse para reclamar un espacio que echa de menos y del que parece haber fuerzas que la alejan.
Para dar con la condición de la mujer, a algunos les parece necesaria una comparación con el hombre, con lo que, en su mismo arranque, la indagación adquiere un tono reivindicativo: ¿Quién es más inteligente o más sensible o más noble? Y ¿la intuición? ¿Quién anda mejor de intuición?, porque la intuición femenina es siempre muy alabada. Se ve que hay mujeres que triunfan como jefes de recursos humanos y de política presupuestaria de empresas multinacionales y el éxito de la mujer cuando dirige un Ayuntamiento se ha hecho proverbial.
Pero si ponemos la atención en la Historia y queremos encontrar mujeres famosas por su aportación a la Arquitectura o a la Música, a la Filosofía o a las Matemáticas... entonces un silencio y una oscuridad notables parecen el resultado del balance.
Pero, ¿es posible que la mujer no haya sobresalido por sus aportaciones a la cultura en el pasado? Esto mismo pregunté en clase, hace años, a un público en el que había más mujeres que hombres y en el que, además, las mujeres aportaban los mejores expedientes. Y di una pauta que podía orientar en la búsqueda; Gertrud von Le Fort sugiere que el hombre, a las realidades que ama más y las necesita de modo mas hondo y vital, les pone nombre femenino, aún inconscientemente: la Arquitectura, la Música, la Filosofía... La intuición de la escritora alemana ayuda a encontrar una cierta confirmación en algo más cotidiano y cercano: lugares y ocasiones en que el hombre compromete su familia y su vida, llevan, con frecuencia, nombre de mujer: minas Maria Luisa o Conchita, y para la mar los vaporcitos se llaman muchas veces Carmen, Juanita o Miren Itziar y los conductores de los más pesados camiones suelen poner en la delantera de la cabina: Lucía, Antonia, María como una referencia o como una necesidad.
Comenté con Alvaro D’Ors la observación de la escritora alemana y de entrada mostró su desacuerdo, porque el árbol de las Ciencias del que dependen los nombres citados, en griego es femenino, pero luego un poco pensativo añadió: "Espera, que para los griegos el mar era un camino abierto a la aventura y a la vida, el horizonte de un misterio atrayente y mar en griego es femenino y en cambio para los romanos el mar era una pared, un constante obstáculo, que hay que superar pacientemente, y mar, en latín es neutro”.
¿Es fácil saber, en general, quién es más inteligente y quién aporta más a la cultura? Chesterton, quizás viendo venir la discusión y anticipándose a las comparaciones sumarias escribió: “El hombre aventaja sin duda a la mujer en virilidad y la mujer al hombre, en femineidad”.
EL pensamiento de G. von Le fort, recogido sobre todo en su libro La mujer eterna, se orienta a profundizar en la condición femenina no desde una psicología comparativa, si no desde su profundo misterio personal de mujer y entonces la que triunfa como directora de recursos humanos o como asesora financiera o como excepcional investigadora de biología molecular no sorprende a ninguno de los feministas de todos los tiempos; porque la mujer, además de triunfar en cualquier ocupación laboral o política habitualmente masculina, retiene un misterio profundo que puede generar sus largos silencios históricos. La mujer hace e inspira al hombre. Existen países del Tercer Mundo que van poco a poco incorporándose a una vida algo más actual, impulsados por mujeres, porque sus maridos son casi inoperantes, y quizás la fuerza principal que les ayuda a luchar tan tenazmente venga de su condición de madres. La intelectual alemana contempla el misterio de la mujer con sus raíces plantadas en lo más profundo de la realidad humana, al señalar que la mujer puede ser virgen, esposa y madre. La virgen manifiesta el valor de un hombre, al margen de sus rendimientos y de su eficacia en asuntos materiales; la virginidad y la contemplación enseñan la grandeza del ser humano en sí mismo. La esposa sin abandonar su vivir independiente ni su progresiva integración en los afanes generales, alumbra fuerzas que su marido no contaba poseer; el misterio esponsal que algunos quieren reducir al sexo y a la psicología, ha inspirado las páginas más elevadas de la literatura y de la mística e incluso la Revelación recurre a la “Esposa” para enseñarnos aspectos muy importantes del Amor, que es la plenitud de toda Ley.
Y para von le Fort, si no recuerdo mal, la maternidad representa una categoría aparte en la Creación, mostrando, en muchísimas especies animales, comportamientos admirables. La madre es una referencia para el hombre en peligro y se puede decir que una Civilización está en el ocaso cuando para la mujer ser madre deja de ser una meta atrayente: cuando una mujer desdeña, lamenta o teme ser madre los niños están desamparados y los hombres también.
Pero ¿quién tiene la culpa de que tantas mujeres no estén abiertas a la maternidad?, ¿sólo ellas? Ahora que es raro escuchar afirmaciones explícitas contundentes voy a hacer una que es como un homenaje. Todos los hombres inteligentes de todos los tiempos han sido feministas; no sólo partidarios de que las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres, sino que en cuanto haga falta tengan más.
CON la mujer fuera de su sitio, se tambalea una sociedad. Estaban las alumnas muy serias tratando de encontrar en el pasado alguna arquitecto famosa o alguna compositora universal, cuando nos preguntamos: ¿qué prefiere una mujer?, ¿haber realizado el Partenón o habérselo inspirado a Fidias?, ¿haber escrito la Divina Comedia o ser la luz que conducía al Dante? Unas cuantas contestaron sin ninguna vacilación que haber inspirado esas maravillas.
A algunos estas ideas les parecen de “derechas”; pero cuando la distinción “izquierda-derecha" o “progresismo-conservadurismo” no apunte a la verdad de nada, el misterio de la mujer orientará, respaldará y sostendrá a la civilización; porque cuando los hombres ya no pueden más, siempre salvan a la civilización las mujeres y me congratula citar a mi amigo, con el que estoy en contacto y a quien —a pesar de las discrepancias— leo con mucho gusto, José Vidal-Beneyto, quien en un reciente artículo pide a las mujeres que salven a la democracia en Europa, porque los hombres necesitan su ayuda para que la política no se ahogue sin aire, en los zulos asfixiantes de los partidos (la redacción es mía pero la idea suya); y Vidal es un expertísimo politólogo tanto teórico como práctico, añadiendo además él, un hombre con tantísima experiencia, que el político no escucha y la mujer que hace política sí.
Mi inexperiencia política hacía que no contase yo con ese dato tan alentador, porque fuera de la política las cosas están más igualadas.
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San Josemaría, maestro de perdón (1ª parte) |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
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El marco moral y el sentido del amor humano |
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