Homilía de la Misa en Santa Marta
En el Evangelio del día Jesús pregunta a los fariseos se es lícito o no curar en sábado, pero ellos no le responden. Entonces, toma de la mano a un enfermo y lo cura. Los fariseos, puestos ante la verdad, se callan, pero luego critican por la espalada, y buscaban cómo hacerlo caer. Jesús reprocha a esa gente tan apegada a la ley, que habían olvidado la justicia y hasta negaban la ayuda a los padres ancianos con la excusa de haber dado todo para el Templo. Pero, ¿qué es más importante, el cuarto mandamiento o el Templo?
Ese camino de vivir apegados a la ley les alejaba del amor y de la justicia. Cumplían la ley, pero descuidaban la justicia. Cumplían la ley, pero descuidaban el amor. ¡Eran modélicos! Pero, para esa gente, Jesús solo encuentra una palabra: ¡hipócritas! Por una parte, vais por todo el mundo buscando prosélitos. ¿Y luego? Cerráis la puerta. Hombres de cerrazón, hombres muy apegados a la ley —a la letra de la ley, no a la ley, porque la ley es amor—; a la letra de la ley, que siempre cerraban las puertas de la esperanza, del amor, de la salvación. Hombres que solo saben cerrar.
El camino para ser fieles a la ley, sin descuidar la justicia, sin descuidar el amor, nos lo recuerda la Carta de San Pablo a los Filipenses: es el camino inverso: del amor a la integridad; del amor al discernimiento; del amor a la ley. Ese es el camino que nos enseña Jesús, totalmente opuesto al de los doctores de la ley. Y esa vía del amor a la justicia, lleva a Dios. En cambio, el otro camino, el de estar apegados solo a la ley, a la letra de la ley, lleva a la cerrazón, al egoísmo. La senda que va del amor al conocimiento y al discernimiento, al pleno cumplimiento, lleva a la santidad, a la salvación, al encuentro con Jesús. En cambio, el otro lleva al egoísmo, a la soberbia de sentirse justos, a la santidad entre comillas de las apariencias. Jesús les dice: A vosotros os gusta ser vistos por la gente como hombres de oración y de ayuno. ¡Hacerse ver! Por eso Jesús dice al pueblo: Haced lo que dicen, pero no lo que hacen.
Esos son los dos caminos, y hay pequeños gestos de Jesús que nos hacen entender cómo es el camino del amor al pleno conocimiento y al discernimiento. Jesús nos toma de la mano y nos cura. Jesús se acerca: la cercanía es la prueba de que vamos por el buen camino. Porque es la senda que eligió Dios para salvarnos: la cercanía. Se acercó a nosotros, se hizo hombre. ¡La carne! La carne de Dios es la señal de la verdadera justicia. Dios se hizo hombre como uno de nosotros, y nosotros debemos hacernos como los demás, como los que necesitan nuestra ayuda.
La carne de Jesús es el puente que nos acerca a Dios… no la letra de la ley: ¡no! En la carne de Cristo, la ley tiene su pleno cumplimiento, y es una carne que sabe sufrir, que dio su vida por nosotros. Que estos ejemplos —el ejemplo de cercanía de Jesús, del amor a la plenitud de la ley— nos ayuden a no caer nunca en la hipocresía: ¡jamás! ¡Es tan feo un cristiano hipócrita! Tan feo. ¡Que el Señor nos libre de eso!