Homilía del Papa en Santa Marta
Miedo y alegría son las dos palabras de la liturgia del día (cfr. Hch 18,9-18 y Jn 16,20-23a).
1. El miedo es una actitud que nos hace daño: nos debilita, nos empequeñece y hasta nos paraliza. Una persona que tienemiedo ni hace nada ni sabe qué hacer. Estáconcentrada en sí misma para que no le pase nada malo. Y ese miedo lleva al egoísmo que paraliza. Un cristiano miedoso es una persona que no ha comprendido el mensaje de Jesús,que le dice a Pablo: ¡No temas. Sigue hablando! (Hch 18,9). El miedo no es cristiano. Es más bien laactitud —podemos decir— de un alma encarcelada, presa, que no tienelibertad para mirar adelante, para crear algo, para hacer el bien... Siempre dice ¡no!: No, porque existe este peligro, y aquel otro, y el otro... ¡Y eso es un vicio! ¡El miedo hace daño! No tengamos miedo; pidamos la gracia de la valentía, del valor del Espíritu Santo, que es quien nos envía. Hay comunidades miedosas que siempre van a lo seguro: No, no, no hagamos eso…, no, no, eso no se puede, aquello tampoco...Parece que en la puerta de entrada hayan escrito: ¡Prohibido! Todo está prohibido por miedo. Y si entras en esa comunidad, el aire está viciado, porque es una comunidad enferma, ya que el miedo enferma una comunidad. La falta de valentía enferma una comunidad.
El miedo hay que distinguirlo del temor de Dios, que es santo (Sal 18 [19],10: timor Domini sanctus): es el temor de la adoración ante el Señor. ¡Y este temor de Dios es una virtud!Porque el temor de Dios ni empequeñece, ni debilita, ni paraliza: nos lleva adelante, hacia la misión que el Señor nos da.
2. La otrapalabra de la liturgia es la alegría.Nadie os quitará vuestra alegría, dice Jesús (Jn 16,22). Y en los momentos más tristes,en los momentos de dolor, la alegría se convierte en paz.En cambio, en el momento del dolor, hasta lodivertido se vuelve triste, se pone oscuro. Un cristiano sin alegría no es cristiano. Un cristiano que continuamente vive en la tristeza no es cristiano. Y un cristiano que, en el momento de las pruebas, de las enfermedades, de tantas dificultades, pierde la paz, ¡algo le falta! La alegría cristiana no es una simple diversión, ni una alegría pasajera; la alegría cristiana es un don del Espíritu Santo. Es tener el corazón siempre alegre porque el Señor ha vencido, el Señor reina, el Señor está a la derecha del Padre: el Señor me ha mirado, me ha enviado, me ha dado su gracia y me ha hecho hijo del Padre. ¡Esa es la alegría cristiana! ¡Un cristiano vive alegre! Porque una comunidad sin alegría está enferma: quizá sea una comunidad divertida, pero está enferma de mundanidad, porque no tiene la alegría de Jesucristo. Así, cuando la Iglesia es miedosa y no recibe la alegría del Espíritu Santo, la Iglesia enferma, las comunidades enferman, los fieles enferman.
Pidamos todos esta gracia: Levántanos, Señor, hacia Cristo sentado a la derecha del Padre, eleva nuestro espíritu. ¡Quítanos todo miedo y danos la alegría y la paz!