Homilía de la Misa en Santa Marta
San Pablo es perseguido pero, a pesar de las muchas tribulaciones, sigue firme en la fe y anima a los hermanos a esperar en el Señor (cfr. Hch 14,19-28). Consideremos hoy tres puntos: tribulación, encomendar, paz.
1. Tribulación. Para entrar en el Reino de Dios hay que pasar por momentos oscuros, difíciles. Sin embargo, no es una actitud masoquista, sino la lucha cristiana contra el príncipe de este mundo que intenta separarnos de la Palabra de Jesús, de la fe y de la esperanza. Soportar las tribulaciones es una frase que el Apóstol Pablo usa mucho. ¡Soportar!: es más que tener paciencia, es llevar a cuestas, cargar el peso de las tribulaciones. Porque la vida del cristiano tiene momentos así. Pero Jesús nos dice: Tened ánimo en esos momentos. Yo he vencido; vosotros también seréis vencedores. Esta primera palabra nos ilumina para seguir adelante en los momentos más difíciles de la vida, en esos momentos que hasta nos hacen sufrir.
2. Encomendar. Pablo organiza aquella Iglesia, reza e impone las manos a los presbíteros, y los encomienda al Señor. Un cristiano puede llevar adelante las tribulaciones e incluso las persecuciones confiándose al Señor. Solamente Él es capaz de darnos la fuerza, de darnos la perseverancia en la fe, de darnos la esperanza. Encomendar algo al Señor, encomendar al Señor ese momento difícil, encomendar al Señor a mí mismo, encomendar al Señor a nuestros fieles —nosotros sacerdotes, obispos—, encomendar al Señor nuestras familias, nuestros amigos, y decir al Señor: ¡Cuida de estos, que son tuyos! Es una oración que no siempre hacemos, esta oración de confianza: ¡Señor te encomiendo a éste, sácalo Tú adelante!, es una bonita oración cristiana. Es la actitud de la confianza en el poder del Señor, y también en la ternura del Señor que es Padre. Cuando una persona reza esa oración desde su corazón, entonces siente que está encomendada al Señor, está segura, porque Él nunca defrauda.
3. Paz. La tribulación nos hace sufrir, pero encomendarnos al Señor te da esperanza, y viene la tercera palabra: la paz. Así se Jesús se despide de sus discípulos: La paz os dejo, mi paz os doy (Jn 14,27). Pero, no una paz cualquiera, una simple tranquilidad, sino una paz que va adentro, y una paz que te da fuerza, que refuerza lo que hoy hemos pedido al Señor: nuestra fe y nuestra esperanza.
Tres palabras: tribulación, encomendar y paz. En la vida debemos ir por caminos de tribulaciones, ¡es ley de vida! Pero en esos momentos, encomendarse al Señor y Él nos responde con la paz. Este Señor que es Padre nos quiere tanto y nunca defrauda. Continuemos ahora la celebración eucarística con el Señor, pidiendo que refuerce nuestra fe y nuestra esperanza, que nos dé la confianza para vencer las tribulaciones porque Él ha vencido al mundo, y nos conceda a todos su paz.