Cuando se cae en la corrupción, se quita la vida, se usurpa y se vende. En la Lectura de hoy el profeta Elías dice que el corrupto Acab se ha vendido. Es como si dejase de ser persona y se convirtiese en mercancía, de compra y venta. Esa es la definición: ¡una mercancía! ¿Qué hará el Señor con los corruptos, cualquiera que sea la corrupción? Ayer dijimos que había tres grupos: el corrupto político, el económico y el eclesiástico. Los tres causan daño a los inocentes, a los pobres, ¡porque son los pobres los que pagan la fiesta de los corruptos! La cuenta la pagan ellos. El Señor dice claramente lo que hará: “Haré venir sobre ti una desgracia y te echaré fuera. Exterminaré de Acab a todo varón, esclavo o libre en Israel”.
El corrupto irrita a Dios y hace pecar al pueblo. Jesús lo dijo claramente: “el que escandaliza es mejor que lo echen al mar”, el corrupto escandaliza a la sociedad, escandaliza al pueblo de Dios. El Señor anuncia el castigo para los corruptos porque escandalizan, porque abusan de los que no pueden defenderse, eslavizan. “Te devorarán las aves del cielo”. El corrupto se vende para hacer el mal, pero él no lo sabe: se cree que se vende para tener más dinero, más poder. Pero, en realidad, se vende para causar daño, para matar. Por eso, cuando decimos: este hombre es un corrupto; esta mujer es una corrupta… Pero detengámonos un poco: ¿Tienes pruebas? Porque decir a una persona que es un corrupto o una corrupta, es decir que está condenada, que el Señor la ha expulsado. Son traidores los corruptos, pero peor. Lo primero en la definición del corrupto es el que roba, el que mata. Lo segundo: ¿qué le espera a los corruptos? La maldición de Dios, porque han abusado de los inocentes, de los que no puede defenderse, y lo han hecho con guante blanco, desde lejos, sin mancharse las manos. Lo tercero: ¿hay salida, una puerta de salida para los corruptos? ¡Sí! “Cuando oyó las palabras, Acab se rasgó las vestiduras, se puso un cilicio de camisa, se acostó en un saco y ayunó. Se acurrucaba en el saco y caminaba con la cabeza gacha. Comenzó a hacer penitencia”.
Esa es la puerta de salida para los corruptos políticos, económicos y eclesiásticos: ¡pedir perdón! Y al Señor le gusta. El Señor perdona, pero perdona cuando los corruptos hacen lo que hizo Zaqueo:
He robado, Señor, pero devolveré cuatro veces más. Cuando leemos en los periódicos que ese es corrupto, que aquel otro es corrupto, que ha hecho aquel acto de corrupción y que el sobre va de aquí para allá, y tantas cosas de algunos eclesiásticos, como cristianos nuestro deber es pedir perdón por ellos y que el Señor les dé la gracia de arrepentirse, que no mueran con el corazón corrupto. Así pues, condenar a los corruptos, sí; pedir la gracia de no ser corruptos, sí; pero también rezar por su conversión.