Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
(Ez 2,2-5) "Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas"
(2 Cor 12,7b-10) "Te basta mi gracia"
(Mc 6,1-6) "Y se extrañó de su falta de fe"
Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
En el Angelus (4-VII-1982).1. «A ti levanto mis ojos, oh Dios» (Sal 123 (122), 1).
2. En la liturgia de este domingo nos habla el Apóstol Pablo y sus palabras merecen una reflexi6n de parte nuestra. « Muy a gusto presumo de mis debilidades porque así residirá en mi la fuerza de Cristo... Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Cor 12, 9-10).
3. Cuando rezamos el Angelus, meditamos sobre el momento supremo de la colaboración con la gracia de Dios en la historia del hombre. Maria, al decir: He aquí la sierva del Señor; hágase en mí segun tu palabra» (Lc 1, 38) y aceptar la maternidad del Verbo encarnado, une de modo particularísimo su debilidad humana con el poder de la gracia. Por ello, cuando manifiesta sus temores humanos, oye estas palabras: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc 1, 35).
4. Al rezar el Angelus admiramos la plenitud de la gracia y la plenitud de la colaboración con la gracia en la Virgen de Nazaret. AI recitar el Angelus, pidamos colaborar constantemente con la gracia de Dios.
Pidámoslo para nosotros mismos y para cada hombre sin excepción. “¿Qué aprovecha al hombre (a todo hombre) ganar todo el mundo si pierde su alma?” (Mt 16, 26)
Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
La Liturgia de la Palabra de hoy nos recuerda los dos grandes obstáculos a superar al dar a conocer a Jesucristo: la incredulidad y la propia debilidad. “Te envío para que les digas: Esto dice el Señor... te hagan caso o no te hagan caso (pues son un pueblo rebelde), sabrán que hubo un profeta en medio de ellos”, Y en la 2ª Lectura continúa S. Pablo su labor evangelizadora sobreponiéndose a su debilidad y apoyado en la gracia de Dios.
También el Señor al comienzo de su ministerio público encontró una gran resistencia para que aceptaran su mensaje. Los prejuicios pudieron más que la evidencia: “¿No es éste el carpintero, el hijo de María...? Y desconfiaban de él”. También hoy se mira con desconfianza a Jesucristo, a su Iglesia y a sus enseñanzas. Esta reserva inicial que es una dura prueba para nuestra fe, no debe ni retraernos de seguir difundiéndola entre nuestros familiares y amigos ni acomodarla para hacerla más atractiva a una mentalidad permisiva.
“¿Cómo callar, dice Juan Pablo II, ante la indiferencia religiosa que lleva a muchos hombres de hoy a vivir como si Dios no existiera o a conformarse con una religión vaga, incapaz de enfrentarse con el problema de la verdad y con el deber de la coherencia?”.
Debemos pedir al Señor que nos ayude a sobreponernos a la tentación del desaliento al detectar las resistencias o la débil respuesta que la verdad de Jesucristo encuentra tanto en nosotros mismos como en quienes nos rodean. La verdad tiene un enorme poder de convocatoria. Ella se abre paso por sí sola en la cabeza y el corazón de quienes la buscan sinceramente. Tomemos ejemplo del Señor en Nazaret donde sus paisanos le miran con desconfianza, como acabamos de oír en el Evangelio de la Misa de hoy, o en aquella entrevista con Pilato donde parece derrotado y frente a un mandatario escéptico: “Yo para esto he nacido y para eso vine al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz” (Jn 18,37).
No nos dejemos impresionar por los obstáculos que encontremos en el camino. El futuro es de los que no se desaniman y continúan difundiendo entre sus iguales la doctrina salvadora de Cristo. Habrá dificultades, incomprensiones y hasta rechazos violentos, pero el éxito final está asegurado. “En el mundo tendréis tribulación; pero confiad: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).
Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
"Sabemos que hay un Profeta en medio de nosotros"
Ez 2,2-5: "Son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos"
Sal 122,1-2a.2bcd.3-4: "Nuestros ojos están en el Señor esperando su misericordia"
2 Co 12,7b-10: "Presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo"
Mc 6,1-6: "No desprecian a un profeta más que en su tierra"
Llamado a ser profeta en medio de un pueblo obstinado y rebelde, Ezequiel es denominado "hijo de hombre", destacando la debilidad humana, frente a la grandeza de Dios. Parece desprenderse de la expresión: "Sabrán que hubo un profeta en medio de ellos", que hubiera alguna queja en el pueblo contra Dios.
Mientras Jesús va dándose a conocer, se suceden ocasiones de hostilidad. Al principio, en esta su tierra, hay "asombro" y "extrañeza"; luego, enemistad. Por eso el poder milagroso de Cristo parece quedar sin efecto ante la incredulidad de sus paisanos. Lo que san Marcos describe como "no pudo", san Mateo lo suaviza con un "no hizo"; pero por idéntico motivo.
No es fácil reconocer que alguien, cuyos orígenes y pasos sean conocidos, intente un día enseñarnos algo. Sobre todo si ha ascendido de categoría social. Nuestra ramplona visión se retrotrae en el tiempo. Y, dejando de ver lo que tenemos ante los ojos, preferimos recordar lo que tenemos en la memoria. A Jesús le dolió la falta de fe de la gente de su tierra. Pero también le dolería que le trataran despectivamente con los títulos más "humillantes" que encontraron. Y no por Él, sino por María y José.
_ "Cristo viene de la traducción griega del término hebreo «Mesías» que quiere decir «ungido». No pasa a ser nombre propio de Jesús sino porque Él cumple perfectamente la misión divina que esa palabra significa. En efecto, en Israel eran ungidos en el nombre de Dios los que le eran consagrados para una misión que habían recibido de Él. Éste era el caso de los reyes, de los sacerdotes y, excepcionalmente, de los profetas. Éste debía ser por excelencia el caso del Mesías que Dios enviaría para instaurar definitivamente su Reino. El Mesías debía ser ungido por el Espíritu del Señor a la vez como rey y sacerdote pero también como profeta. Jesús cumplió la esperanza mesiánica de Israel en su triple función de sacerdote, profeta y rey" (436; cf. 3783, 1241).
_ "Cuando Jesús confía abiertamente a sus discípulos el misterio de la oración al Padre, les desvela lo que deberá ser su oración, y la nuestra, cuando haya vuelto, con su humanidad glorificada, al lado del Padre. Lo que es nuevo ahora es «pedir en su Nombre» (Jn 14,13). La fe en Él introduce a los discípulos en el conocimiento del Padre porque Jesús es «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6). La fe da su fruto en el amor: guardar su Palabra, sus mandamientos, permanecer con Él en el Padre que nos ama en Él hasta permanecer en nosotros. En esta nueva Alianza, la certeza de ser escuchados en nuestras peticiones se funda en la oración de Jesús" (2614).
_ "Cristo, que es Maestro y Señor nuestro, manso y humilde de corazón, atrajo e invitó pacientemente a los discípulos. Cierto que apoyó y confirmó su predicación con milagros para excitar y robustecer la fe de los oyentes, pero no para ejercer coacción sobre ellos. Cierto que reprobó la incredulidad de los que le oían, pero dejando a Dios el castigo para el día del Juicio. Al enviar a los Apóstoles al mundo, les dijo: «El que creyere y fuere bautizado, se salvará; mas el que que no creyere, se condenará» (Mc 16,16)" (DH 11).
No ser reconocido como profeta en su tierra no significó para Cristo dejar de serlo. No ser reconocida la Iglesia como la voz legítima de Cristo, no quiere decir que no lo sea.
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