Pio Santiago
La guerra es un grave contratiempo. Hay ruinas y muertos, sufrimientos y tragedias por todas partes. El Padre sufre como todos, pero sabe que el Señor no le abandona. Y sigue haciendo la Obra de Dios, alegre a pesar de las dificultades.
Desde San Sebastián y Pamplona, el Padre se dirige a Burgos. Viste por fin su querida sotana y celebra todos los días la Santa Misa con ornamentos y vasos sagrados. Realiza, como siempre, un intenso trabajo.
Cierto día llega a las afueras de Madrid. Un hijo suyo ha sido gravemente herido y acude para acompañarle. El Padre tiene la ocasión de ver la capital de España rodeada por el ejército.
Con unos anteojos de campaña, el Padre mira la ciudad y se echa a reír. Está viendo destrozada la residencia DYA.Acepta alegremente la Voluntad de Dios.
Apenas acaba la guerra, el Padre vuelve a Madrid. En casa de su madre encuentra a su familia y a algunos miembros de la Obra que le están esperando. El encuentro es muy emocionante. Poco después se acerca a la Residencia. El edificio, destrozado por las bombas, está peor de lo que había visto desde las trincheras.
Poco tiempo después, junto con los miembros de la Obra, comienza, con gran ilusión y esfuerzo, a colocar los muebles de una nueva Residencia. Indica que coloquen un mapamundi. De este modo, cuando pasen y lo vean, recordarán que el Opus Dei debe extenderse por todo el mundo.
Poco a poco llegan los nuevos residentes. La casa está siempre llena de estudiantes, que asisten a las charlas de formación que da el Padre y a estudiar. Doña Dolores y su hermana Carmen cuidan todos los detalles materiales para que la Residencia sea un verdadero hogar, donde todos viven a gusto.
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Pio Santiago
Continúan la marcha a través del bosque. Varios días después, tras una larga noche de camino, es domingo. El Padre se prepara para celebrar la Santa Misa sobre una gran piedra, casi plana, que le sirve de altar. Don Josemaría reza sin prisa y con atención. Con el corazón, como es su costumbre. Todos los asistentes, muy conmovidos, se contagian de su amor a Jesucristo.
Un estudiante catalán escribe en su diario:
—Nunca he oído Misa como hoy. Este sacerdote es un santo.
Durante la tercera noche encuentran una carretera. La cruzan con mucho cuidado para no ser descubiertos. Caminan después por el centro de un río, con el agua a media pierna. Están agotados. El frío es cada vez más intenso. Al fin oscurece y empieza la última noche. En silencio avanzan hacia Andorra. Suben una sierra. Bajan después por la ladera opuesta y de pronto: —¡Chist! —el guía hace gestos con las manos.
—¡Cuidado! Son señales de que existe peligro.
—Escondámonos entre las rocas.El guía acaba de descubrir un puesto de soldados que guardan la frontera. Pasan cerca del control y ¡los perros huelen a los fugitivos y empiezan a ladrar! Se paran. El silencio es absoluto. Suben después una pequeña y difícil montaña y atraviesan un riachuelo.
—¡Lo hemos conseguido! —grita entonces el guía—.¡Estamos en Andorra!
Aún es de noche. De repente oyen disparos a sus espaldas. Son los soldados que han descubierto su huida. Gracias a Dios están fuera de su alcance. Todos oran con alegría y cariño a la Madre de Dios. Ya es diciembre.
Unos días después entran en España por San Sebastián. Aún quedan muchos meses de guerra.
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Pio Santiago
Al anochecer del día siguiente, les llevan hasta la cercana iglesia de Pallerols. Al lado hay una casa vacía y en un lugar pequeño, que parece un horno de pan. Se acuestan en el fondo de ese horno, sobre un poco de paja. Todos duermen profundamente porque están muy cansados. Pero el Padre está muy preocupado y no puede descansar. Don Josemaría se pregunta con frecuencia:
—¿Debo seguir adelante o quedarme? ¿Qué será de mis hijos que permanecen en Madrid?
Entonces acude a la Santísima Virgen y hace algo que nunca había hecho:
—Madre mía, no sé qué hacer ¡Ayúdame! Si quieres que siga adelante dame una señal clara.
Aún es temprano cuando el Padre pasa al pequeño templo vacío. Todo ha sido quemado. De pronto, descubre una rosa de madera dorada.
La rosa se ha salvado del fuego. El Padre está convencido de que es la respuesta de la Virgen a su oración. El Padre vuelve al lado de sus hijos. Regresa feliz con la rosa de madera apretada entre sus manos.
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Pio Santiago
Primero, el Padre se refugió en casa de doña Dolores. Aunque parece un sitio tranquilo, una mañana subió el portero:
—Ha habido una denuncia. Alguien ha avisado a los milicianos de que en estos piso hay refugiados. Están registrando las casas vecinas y aquí pueden entrar en cualquier momento.
El lugar ya no es seguro. El Padre es conocido como sacerdote y debe marcharse cuanto antes.
En la calle camina de un lugar para otro. Hay días en que no sabe dónde pasará la noche. También sus hijos tienen dificultades. Pero el Padre está seguro de que Dios tampoco le abandonará en esta ocasión. Sabe que la Obra es de Dios y el Cielo está empeñado en que se realice.
Doña Dolores no sabía dónde estaba su hijo. Un día unas personas le dijeron:
—Hemos visto a Josemaría colgado de un árbol.
Doña Dolores vivió unos días muy tristes. Rezó mucho y aceptó la Voluntad de Dios. Poco después, sin embargo, supo que estaba a salvo en casa de unos amigos que exponen su vida por él.
ElPadre rezó por él en la Misa toda su vida.
A finales de agosto suena el timbre de la casa donde está refugiado. Aparece un grupo de milicianos armados que van a registrar la casa. Todos huyen deprisa por la escalera de servicio hasta la buhardilla, un trastero debajo del tejado, donde esperan tumbados en el suelo. Con un calor asfixiante, viven horas de inquietud y de angustia. El Padre les dice que es Sacerdote y les pregunta si quieren confesarse y recibir la absolución.
Hacia las nueve de la noche, parece que ha pasado el peligro. El Padre y sus dos acompañantes están sedientos. Desde la mañana no han podido comer ni beber nada. Bajan los tres a la casa de una vecina que les da de beber y de comer. Mientras comen, el Padre levanta la mano en la que tiene un vaso de agua y exclama agradecido:
—Hasta hoy no he sabido lo que vale un vaso de agua.
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Pio Santiago
A través de la Residencia DYA, eltrabajo que realizan se extiende cada vez más entre los estudiantes universitarios. Así, poco a poco, la Obra sale adelante con la oración y el sacrificio del Padre y de los hijos.
Pronto, sin embargo, aparecerá un nuevo obstáculo: estalla la guerra civil española, que durará casi tres años y en la que morirán muchos hombres de uno y otro bando.
La tensión crece por momentos y el Padre indica a sus hijos que se marchen. Dos de ellos se quedan acompañándolo.
Hombres y mujeres armados —se llaman milicianos— detienen y asesinan a mucha gente. Registran las casas y piden la documentación por la calle. Ser sacerdote o simplemente católico es razón suficiente para ser fusilado de inmediato.
Como el peligro aumenta a cada instante, el Padre decide salir de la Residencia con sus hijos. Viste un mono gris de hacer arreglos porque si sale con sotana le detendrían. El Padre sale a la calle vestido de esta manera y nadie se fija en él.
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Pio Santiago
Algunos de los que asisten a las charlas pertenecen al Opus Dei. Después de Isidoro, han venido: Juan, José María, Ricardo, álvaro, otro José María a quien llaman Chiqui...
Tiene ya bastantes jóvenes alrededor. Ahora hace falta un lugar donde se formen y estudien; donde recen y se reúnan porque son una familia. La primera Residencia de estudiantes la llaman DYA que significa Derecho y Arquitectura; y también Dios y Audacia.
El Padre y sus hijos se encomiendan a San Nicolás, el santo de las dificultades económicas. Poco a poco encuentran personas que les ayudan. Don Josemaría acude también a su familia.
Doña Dolores acuerda con Carmen y Santiago vender unas tierras que acaban de heredar de un tío sacerdote.
De esta forma, el Padre puede amueblar lo más imprescindible. Elige la mejor habitación de la casa para elOratorio. En su instalación ha puesto la mayor ilusión y empeño.
Por fin se puede celebrar la primera Misa en la Residencia. En un pobre Sagrario que le han prestado unas religiosas coloca a Jesús Sacramentado. Será el Dueño de la casa:
—El Señor —les dice el Padre— jamás deberá sentirse aquí solo y olvidado. En esta casa que frecuenta tanta gente joven, se sentirá contento, rodeado por nuestra piedad.
Es primer Sagrario del Opus Dei en el mundo.
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Pio Santiago
Dios desea que la Obra se extienda por todo el mundo. Don Josemaría lo sabe. Por eso se lanza a una aventura emocionante y difícil: descubrir a las personas que Dios quiere para su Obra.
Un día repasa nombres de antiguos compañeros y se acuerda de Isidoro Zorzano. Hace años que no le ha visto, aunque se han cruzado cartas en diversas ocasiones. Por ellas sabe que trabaja en Málaga. Hoy le escribe, diciendo:“Isidoro, no dejes de verme cuando vengas a Madrid; tengo que contarte cosas que pueden interesarte.”
Pasan los meses. Don Josemaría camina por la calle y ve venir hacia él a una persona que conoce: ¡Es Isidoro! Se dan un fuerte abrazo y marchan a casa.Isidoro le cuenta que siente que Dios le pide más y no sabe qué es. Don Josemaría le habla de la Obra. Mientras Isidoro oye sus palabras, el Señor le va descubriendo que es eso lo que quiere de él. Poco después, Isidoro decide pertenecer al Opus Dei.
Poco a poco don Josemaría conoce a varios jóvenes y se reúne con ellos donde puede. Unas veces en una chocolatería. Otras, en un parque. Casi siempre en su propia casa. Les anima a tratar a Jesucristo y a invitar a las reuniones a otros amigos y compañeros con deseos de mejorar y de llenar el mundo de espíritu cristiano.
Doña Dolores les ofrece lo que, con esfuerzo, ha podido guardar para la merienda. Más tarde, Santiago, que ya tiene quince años, llega hambriento del colegio. Al ver que en la cocina y en la despensa no queda nada, se queja diciendo:
—Los chicos de Josemaría se lo comen todo.
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Pio Santiago
Don Josemaría tiene un gran cariño a la Santísima Virgen. Sobre la mesa del despacho ha colocado una imagen de nuestra Madre del Cielo. La llama la Virgen de los Besos porque siempre que sale y entra en casa le da un beso lleno de cariño. Y con el beso, le pide lo que necesita.
Cuando camina por las calles de Madrid, la busca y habla con Ella. En lo alto de una casa hay una Purísima pintada sobre azulejos y la saluda al pasar. En un monumento ha descubierto una Virgen del Pilar, a la que le reza.
También le gusta visitarla en sus santuarios o ermitas. La primera vez que acude como romero, va a un santuario cerca de ávila. Desde esa romería de don Josemaría muchos millones de personas tienen costumbre de visitar los santuarios marianos.
Don Josemaría visitó a Nuestra Madre del Cielo en muchos santuarios construidos por todo el mundo: Guadalupe, en México; Luján, en Argentina; Fátima, en Portugal; Lourdes, en Francia; Loreto, en Italia; El Pilar, en España... Acude a ellos para mostrarle su cariño y para pedirle, entre otras cosas, por la Iglesia, por el Papa, por la Obra y por la paz.
él mismo, quiso que se edificase un nuevo santuario en honor de la Virgen, en Torreciudad.
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Pio Santiago
La protección de Dios y de su ángel Custodio se hace cada vez más evidente: el Señor cuida de don Josemaría de un modo especial. Una mañana camina por Madrid. Un hombre se le acerca de frente y le mira irritado, hace el gesto de pegarle y le amenaza.
Pero, inesperadamente, otro hombre sujeta al descarado. El agresor se aleja. El que le ha defendido se acerca y le dice al oído: —¡Burrito! ¡Burrito!
Es el nombre que él mismo se da, cuando habla con elSeñor. Se siente como un borrico porque ese simpático animal le recuerda eltrabajo duro y la obediencia.
No se queja, aguanta la carga que se le echa y se contenta con muy poco: un simple puñado de paja para comer. Los buenos borricos conocen a su dueño y hacen lo que les pide sin rechistar.
Pero es éste un pequeño secreto que nadie sabe. Poco después, su protector desaparece entre la gente. Josemaría piensa que ha sido su ángel Custodio.
Días más tarde habla con el Señor en la oración y le dice:
—Aquí tienes a tu borrico.
Entonces oye estas palabras de Jesús:
—Un borrico fue mi trono en Jerusalén.
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Pio Santiago
Grandes son las dificultades en los comienzos del Opus Dei. Don Josemaría no tiene dinero ni personas que le ayuden. En España, además, hay en estos momentos mucha oposición a Dios. Bastantes iglesias y conventos han sido quemados. Algunas personas, cuando ven sacerdotes por la calle, los insultan y les tiran piedras.
Un día va en el un tranvía de pie. Cerca de él viaja un hombre con elmono untado de yeso. Cuando el conductor frena, el hombre se deja caer sobre el sacerdote y le ensucia de blanco la sotana.
Cuando don Josemaría llega al lugar de destino, le toma por los hombros y le dice con voz tranquila, sin rencor:
—Hijo, vamos a completar esto.
Ante la extrañeza de aquel hombre, le da un fuerte abrazo.
Pasa el tiempo, y cada vez son más grandes los obstáculos. Dios, sin embargo, no le abandona. Una mañana, don Josemaría sale de la iglesia de Santa Isabel y sube a un tranvía. En medio de todo aquel ruido de voces, Dios le habla por dentro. Y le dice: —¡Tú eres mi hijo!
Baja del tranvía y camina por la calle, diciendo sin cesar:
—¡Padre, Padre mío! ¡Padre, Padre mío!
Don Josemaría sabe bien como son los padres: que quieren a sus hijos, que les ayudan; que les enseñan y también que les reprenden con cariño, cuando hace falta.
Ha tenido, además, el ejemplo de su padre. Don José hizo todo lo que pudo por él. Después de este suceso, la alegría y la paz se agigantan dentro de él. El Señor le hace ver que no está solo, que cuenta con la ayuda de su Padre, que es Dios.
Con él podrá vencer todas las dificultades. ¡Y la Obra saldrá adelante! Esta realidad, ser hijos de Dios, será el fundamento del Opus Dei.
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