Pio Santiago
Josemaría ha vivido, junto a su familia, momentos alegres y felices, pero no han faltado sufrimientos y dolores. Así aprende que el Señor bendice con la Cruz. En diciembre caen las primeras nieves. Se acerca la Navidad. En casa, todos juntos instalan el belén.
Colocan las figuritas de barro, la gruta, las casitas y el palacio de Herodes. También las montañas, los caminos y el río.
Un pastor se acerca con sus ovejas. Por el fondo se acercan los Reyes Magos por el camino que viene desde Jerusalén.
Después de colocar la estrella, sólo falta el Niño: Doña Dolores lo coloca con mucho cariño. Al acabar, todos miran al Niño Jesús, a la Virgen María y a San José, y cantan con amor el primer villancico: el que tanto gusta a doña Dolores:
Madre, en la puerta hay un Niño
más hermoso que el sol bello
diciendo que tiene frío,
porque viene casi en cueros.
Pues dile que entre y se calentará,
porque en esta tierra ya no hay caridad,
porque en esta tierra ya no hay caridad.
A don Josemaría le emocionaba oír este villancico. Y decía:
—Cuando yo tenía tres años, mi madre me cantaba esta canción, me tomaba en su brazos, y yo me adormecía muy a gusto.
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Pio Santiago
Josemaría cumple quince años y ya es un muchacho alto y fuerte, alegre y servicial. Ya piensa en su futuro:
- ¿Qué voy a ser? ¿Qué carrera voy a elegir?
Un día le dice a su padre:
- Papá, me gustaría ser arquitecto.
- ¿Estás totalmente seguro?
- Sí. Lo he pensado durante varios meses.
A don José le agrada que estudie esta carrera: - Me gusta que estudies Arquitectura. Pero es una carrera larga y difícil.
- Sí. Y además cuesta mucho dinero.
- Bueno - continúa don José -, eso tiene menos importancia ¡El dinero lo conseguiremos! Lo que sí importa es que a ti te guste.
- Sí, papá, estoy seguro. Me entusiasma hacer planos de casas y...
- Lo sé. Además te gusta el dibujo y tienes facilidad para las matemáticas.
Josemaría se aplica más aún y aumenta las horas de estudio. En los exámenes de junio, termina quinto de bachillerato con sobresalientes y notables.
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Navidad
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Pio Santiago
Josemaría ha aprendido a sufrir con alegría, a amar el trabajo, a ser generoso y a querer a Dios y a la Santísima Virgen.
- ¿Qué haces papá?
- Comer un caramelo.
- ¿Es qué no meriendas?
- No. Dice don José sonriendo.
- ¿Por qué?
- Porque necesitamos el dinero para otras cosas más importantes.
- ¿Cuáles son esas cosas importantes?
- Tus estudios, el alquiler de la casa, la ropa, la comida...
Josemaría guarda silencio y piensa en su madre. También doña Dolores calcula cada compra que hace. Hoy ha descubierto el valor del ahorro y la importancia de no gastar inútilmente.
Josemaría aprende también de sus maestros y de lo que les enseña en el aula. Una mañana, el profesor de química anuncia a los alumnos:
- Hoy haremos experimentos en el laboratorio.
Todos reciben la noticia con gran alegría. Pero al entrar...
- ¡Qué sucio está todo!
Después del verano nadie ha limpiado los tubos de ensayo y el resto del material. El profesor comprende que si limpia el aula no tendrá tiempo da dar la clase ¿Qué hacer?
- Olvidaos del desorden y de la suciedad. Cuando utilicéis un objeto lo limpiáis. Después, al colocarlo en su sitio, quitáis el polvo de donde está.
Pocos días después, el laboratorio queda totalmente limpio y ordenado. Así aprende Josemaría la importancia de aprovechar el tiempo, hacer todo en el momento previsto y realizar, sin quejarse, las cosas que cuestan.
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Pio Santiago
Algunas personas comentan entre sí: - ¿Te has enterado de lo que le ocurre a don José Escrivá?
- He oído rumores, pero no sé nada en concreto; ¿qué pasa?
- Su tienda de telas está casi en la ruina. -¿Cómo es posible? Siempre le ha ido muy bien.
- Sí pero ya conoces a don José. Es tan buena persona que, según dicen, le han jugado una mala pasada.
A pesar del gran esfuerzo, el negocio familiar se viene abajo. Los padres de Josemaría llevan los problemas con gran serenidad, fortaleza y buen humor. Una vez más ven en todo la Voluntad de Dios y la aceptan por amor al Señor.
Una mañana muy temprano:
- Un beso, Carmen. - Dame un abrazo.
- Buen viaje, doña Dolores.
- Hasta la vista, Josemaría.
Son amigas de Carmen. Todas están allí para decirle adiós.
En Logroño, Josemaría comienza el cuarto curso en el Instituto de la ciudad. Y conoce nuevos amigos:
- Hola, ¿cómo te llamas? - Isidoro Zorzano.
- ¿De dónde eres?
- De un pueblo pequeño de Logroño, aunque nací en Argentina.
- ¿En Argentina?
- Sí, pero soy español. Mis padres emigraron a ese país y yo nací en Buenos Aires. Siendo yo muy pequeño, regresaron de nuevo. Y aquí estoy ¿Y tú, cómo te llamas? - pregunta Isidoro. - Josemaría.
- ¿Eres de Logroño?
Poco a poco Josemaría se hace muy amigo de Isidoro y de otros compañeros de clase.
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Dios me pide algo
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Pio Santiago
Josemaría y sus hermanos, rodeados del cariño de sus padres, viven en casa días felices. Pronto, sin embargo, va a cambiar ese ambiente de paz. Se acercan tiempos en que Josemaría y su familia van a sufrir mucho.
En julio muere María del Rosario. Al año siguiente fallece Lolita. Y, poco después, María Asunción. Josemaría ve a su madre preocupada y le pregunta:
- Mamá ¿cómo está Chon?
- Muy bien, hijo mío; ya está en el cielo, con Jesús.
La serenidad de doña Dolores y la quietud de su cara, ayudan a Josemaría a aceptar esta separación.
A Josemaría no le dejan entrar en el dormitorio de su hermana. Pero en un descuido de los mayores, entra y ve que todos están allí rezando por Chon. También él llora, reza y se despide de su hermana. La muerte de sus hermanas le impresiona mucho y se pregunta: ¿Moriré yo ahora? Por eso dice a su madre:
- mamá, ahora me toca a mí.
Doña Dolores sufre con él, pero le tranquiliza diciéndole:
- No te preocupes. A ti no te puede pasar nada porque estás ofrecido a la Virgen de Torreciudad.
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Pio Santiago
- Josemaría ¿Te has fijado en el cuadro que hay en la sala de estar?
- Sí. Es la Virgen María abrazando al Niño Jesús.
- ¿Sabes por qué lo he colocado allí? - Pues... No lo sé.
- Es para que podamos mirarlos con cariño y hablarles con el corazón.
- Y ¿qué podemos decirles?
- A veces, un piropo. Otras pedirles ayuda para nosotros y para los demás.
Cada mañana, doña Dolores acude al dormitorio de Josemaría y le dice:
- Josemaría, es hora de levantarse.
- Ya voy, mamá.
Pero da una vuelta en la cama y sigue durmiendo. A veces, le cuesta levantarse a tiempo.
- ¿Porqué no te levantas? - insiste su madre.
- Es que tengo mucho sueño.
- Anda. No seas perezoso. Ofrécele a Jesús ese esfuerzo.
Josemaría, animado por su madre, mira el cuadro de la Virgen que tiene en su habitación y se levanta deprisa. Entonces reza con fuerza y cariño:
¡Oh, Señora mía! ¡Oh, Madre mía!
Yo me ofrezco del todo a Vos;
y en prueba de mi filial afecto,
os consagro en este día mis ojos,
mis oídos, mi lengua, mi corazón;
en una palabra, todo mi ser.
Ya que soy todo vuestro,
Madre de bondad,
guardarme y defendedme
como cosa y posesión vuestra. Amén.
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Pio Santiago
Son casi las cinco de la tarde.
- Carmen!
- Sí, aquí estoy. ¿Qué quieres?
- Vamos a casa. Es hora de merendar.
Carmen se dirige hacia su casa, situada en la plaza. Allí vive don José Escrivá Corzán y doña Dolores Albás y Blanc, padres de Carmen, Josemaría, Chon, Lolita, y María del Rosario.
En doña Dolores destacan su elegancia, sencillez y alegría. Cuida con cariño de su hogar y hace unos dulces riquísimos.
Don José es un caballero elegante y sencillo con un carácter alegre y un buen corazón: ayuda y socorre a los necesitados. No lejos de su casa tiene, asociado con don Juan Juncosa, una tienda de tejidos, en cuyo sótano hacen delicioso chocolate.
Josemaría quiere mucho a su madre. Sin embargo, a veces no entiende lo que ella le pide y le molestan algunas cosas. Le da mucha vergüenza saludar a las amigas de su madre y se esconde debajo de la cama.
Doña Dolores sale al pasillo y le llama varias veces. Sospechando el motivo de la tardanza, toma uno de los bastones de don José y va al dormitorio de su hijo. Abre la puerta, levanta la colcha de la cama y...
- ¿Qué haces ahí escondido?
- Es que me da vergüenza saludar a tus amigas.
- Anda; sal, por favor, y dales un beso.
JOSEMARÍA, ¡LA VERGÜENZA SÓLO PARA PECAR!
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Pio Santiago
A Josemaría le gustan mucho los cuentos. Como a su hermana Carmen. Como a todos. Goza escuchándolos de labios de María, la cocinera.
A María le hace muy feliz contarles su cuento de policías y ladrones. María lo cuenta como nadie. Es siempre el mismo, pero parece distinto. Josemaría y Carmen siguen la narración sin perder detalle.
Con su imaginación, escuchan las rápidas pisadas de los ladrones que huyen y los gritos de los guardias que los persiguen de cerca. María termina el cuento contenta y feliz.
Cuando Josemaría tiene catorce años adquiere una afición extraordinaria a los libros. Lo que lee lo comenta con su amigo Isidoro.
Estudia mucho para sacar buenas calificaciones. Sus padres están haciendo un gran esfuerzo para pagar sus estudios y él quiere corresponder.
Los resultados de los exámenes finales, en junio, son excelentes.
Don José y doña Lola están muy contentos por el esfuerzo que ha hecho Josemaría.
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Primera Comunión
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Pio Santiago
Josemaría tiene muchos amigos. Los quiere mucho y no deja que se peleen o discutan.
El mejor amigo de Josemaría es su padre. Por él siente un inmenso cariño. Don José dedica mucho tiempo a su hijo. Le acompaña en sus juegos; en las salidas al campo y a la ciudad; en la oración antes de acostarse, cuando dan a la Virgen el último beso...
Una tarde de otoño el padre de Josemaría compra un cucurucho de castañas. Las pone en el bolsillo del abrigo y sigue paseando.
- Papá, ¿dónde te has guardado las castañas?
- Búscalas ¿A que no das con ellas? Josemaría palpa el abultado bolsillo del abrigo y...
- ¡Están aquí! Pero no las alcanzo. Entonces se alza depuntillas e introduce la mano. Allí encuentra, además de las castañas calientes, un afectuoso apretón de manos de su padre. Los dos se miran y sonrían muy contentos.
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Buen estudiante
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Pio Santiago
A los cuatro años, Josemaría es un niño alegre, listo y travieso. Le encanta ir al colegio y tiene grandes amigos con los que se divierte jugando. En el parvulario aprende a leer, a escribir y a hacer las primeras cuentas.
Una mañana una niña entró llorando en clase, después del recreo.
- ¿Quién te ha pegado? le preguntó la profesora.- Ha sido Josemaría - dijo uno de los compañeros -. - ¡No! ¡Eso es mentira! ¡Yo no he sido!
Josemaría es acusado y castigado injustamente. Pero el no quiere ser rencoroso. Se da cuenta de que la injusticia hace daño y no la desea para nadie. Ha aprendido la lección, y ya no la va a olvidar nunca.
Cuando Josemaría volvía del colegio, le gustaba jugar con sus hermanas y sus amigos. Sus padres le regalaron un caballo de cartón como regalo por su cumpleaños.
- ¿Me dejas subir la primera? Preguntó Chon sonriendo.
- ¡Ni hablar! Protestó Lolita
- ¡Seré yo, que soy la más pequeña.
- ¡Bueno, no os enfadéis! Montaréis las dos, dijo Josemaría. Y las pasea tirando de una cuerda.
A Josemaría le gusta jugar con sus amigos al escondite, a la gallina ciega y otros juegos; y también le gusta sentarse en el balcón balanceando las piernas entre los barrotes y leer divertidos cuentos.
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Don José
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