A finales de diciembre, el frío es muy intenso. Durante la noche cae una intensa nevada, como no había ocurrido desde hacía años. El río está congelado y las calles están cubiertas de nieve.
Josemaría observa la nieve. De pronto, algo llama poderosamente su atención: ¡Son huellas de pies descalzos que se alejan! ¿A quién pertenecerán? A cierta distancia descubre a un religioso carmelita descalzo que se dirige a su convento, situado en las afueras de la ciudad. ¡Son suyas!, se dice Josemaría, ¡Pobre sacerdote! ¡Cuánto frío estará pasando!
Este hecho le remueve el corazón. Si ese carmelita es capaz de sacrificarse así por amor a Dios, ¿qué es lo que yo debo hacer por él? Nadie se da cuenta, pero a partir de ese momento, siente grandes deseos de acercarse a Dios. Asiste a la Santa Misa y comulga a diario; se confiesa más a menudo; hace más sacrificios por amor a Dios y a los demás.
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