Raïssa Oumançoff, esposa de Jacques Maritain: modelo de mujer intelectual, espiritual y ejemplarmente católica
Como sabemos —y lo han afirmado repetidamente muchos historiadores de la filosofía contemporánea— el filósofo francés Jacques Maritain aportó, con su obra, una gran riqueza al pensamiento cristiano del siglo XX. Fue uno de los pensadores más lúcidos del pasado siglo. Influyó en muchas de las corrientes actuales que configuran el humanismo y el personalismo cristiano. Su obra escrita en Francia, Estados Unidos, Canadá y Sudamérica es abundantísima. Intentó, con prestigio y también éxito, defender lo que se podría denominar "filosofía cristiana", un sistema filosófico que abarcara todo tipo de temas: desde los más profundamente metafísicos hasta cuestiones pedagógicas, políticas, artísticas, económicas, sociales. Defendió siempre las relaciones entre la fe y la razón, sin hacer ningún problema. Fue un hombre fiel a la fe católica siempre y desde su conversión. Un periodista, hace poco lo retrató así: «Ingenioso, vivo, agudo en sus juicios, despierto, alegre, mezcla de bondad y ternura, Jacques Maritain desprendía un hálito espiritual tan limpio, tan puro, que era imposible no sentirlo. Propugnaba la salvación actual de los valores de la inteligencia y los valores humanos. Con esta sabiduría, que parte de la necesidad profunda y consustancial de crecer y renovarse, Maritain aparece como uno de los más grandes pensadores del siglo XX. Un hombre de profunda pasión religiosa, filosófica y cívica, así como un testimonio activo participante en los acontecimientos de su tiempo: y, puede asegurarse, de una actualidad punzante».
Quizás lo que más se desconoce es la gran influencia que tuvo su esposa Raïssa sobre dicho filósofo en la redacción o corrección de todos sus trabajos éticos, sociales y filosóficos. Después de releer Las grandes amistades, obra biográfica de Raïssa, y algunos otros escritos paralelos, he llegado a la conclusión de que tanto la persona, el estilo, la manera de vivir y de trabajar de Jacques Maritain (1882-1973) así como su generosidad, su talante, la bondad, la ternura, la inteligencia y la agudeza, la espiritualidad y sus grandes aportaciones filosóficas, políticas y sociales... las debe —aparte de los dones de le bon Dieu— a la poderosa influencia que ejerció sobre él su esposa Raïssa Oumançoff (1883-1960), la cual, convertida a la fe católica a la vez que Jacques, le acompañó en todos y cada uno de los momentos más importantes y vitales de su camino cultural y filosófico. Lo hizo en la búsqueda de aquella Verdad, que ambos buscaban y en el camino que tuvieron que recorrer, no sin dificultades, hasta llegar al Bautismo. La larga trayectoria intelectual tomista y personalista, con la que Jacques Maritain sirvió a la Iglesia y la humanidad, la hizo siempre junto con Raïssa. La fidelidad de Jacques —a Dios, a Cristo, a su Cuerpo Místico, a la Iglesia—, su viveza e intuición, sus investigaciones filosóficas y pedagógicas, su optimismo frente al hombre, su apasionamiento por el intelecto y su profundo humanismo personalista, se debieron, en buena medida, a su esposa.
Ella se convirtió realmente, para Jacques Maritain, no ya en una musa sino sobre todo en un claro adiutorium ei simile, como se suele calificar a aquella verdadera e influyente amistad con la que dos personas encuentran las necesarias ayudas y las similitudes o empatías que facilitan una vida plena. La amistad de Jacques y Raïssa fue "indestructible" desde su primer encuentro hasta el final de la vida. Raïssa fue la compañera ideal para el filósofo: ella fue un fiel y constante apoyo como esposa, inspiradora, consejera, correctora... Jacques lo reconoce cuando dice: «Si algo bueno hay en mi trabajo filosófico y en mis libros, el origen profundo y la luz que se puede encontrar, se ha de buscar en la oración y en la entrega que Raïssa hizo de sí misma a Dios». Y añadirá: «Todo lo que hay de bueno viene de Dios; pero, como intermediaria en la tierra, todo esto me ha llegado de ella». También confesará: «Raïssa me ha ayudado en todos mis trabajos». Este mutuo entendimiento humano e intelectual llegará hasta el punto de que todo lo que Jacques escribía pasaba antes por las manos y la mirada de su esposa para que ella pudiera opinar, sugerir expresiones mejores, aportar ideas, hacer pequeños cambios o añadidos a los escritos...
Este mutuo entendimiento, entre ellos dos, responde a la mutua ayuda que debe estar presente siempre en todo matrimonio y especialmente en el matrimonio-sacramento. Como tal, el matrimonio de los Maritain fue un emblemático ejemplo de compenetración afectiva e intelectual, que facilitó la dedicación de toda una vida al estudio, la oración y las buenas obras. Raïssa siempre fue líder espiritual tanto a nivel artístico, contemplativo y poético como en el literario. Por ello, las obras de ambos exhalan una profunda espiritualidad, un gran amor a la belleza y una constante defensa de la fe. Raïssa decía que siempre contemplaban los diversos problemas humanos teniendo en cuenta, no sólo la belleza de una obra artística o filosófica en sí misma, sino como obra divina, donde la Belleza y la Verdad destacaban con toda plenitud. La primacía de todo lo que pertenecía al mundo espiritual los conducía y era el centro de sus esfuerzos intelectuales. De ahí también que las obras de Jacques Maritain iluminaran la manera de vivir en el orden temporal las tareas —sociales, políticas, económicas— y se vieran empapadas por la trascendencia.
Raïssa Oumançoff, una vez ya convertida desde el judaísmo más o menos agnóstico al catolicismo —y dirigida por el dominico Clérissac y animada por el filósofo Etienne Gilson— se enamoró de los escritos de santo Tomás de Aquino y empujó también a Jacques hacia el estudio de la filosofía y teología tomista. Él, durante los posteriores años de estudio de las obras de santo Tomás, les dará una visión y un desarrollo específicos dentro del llamado genéricamente neotomismo. Mientras Raïssa promocionó los Círculos de Estudios Tomistas y otras reuniones con pensadores amigos de ella, entre los que encontramos a Emmanuel Mounier y Nicolás Berdiaev, que asistían con regularidad para poder fundamentar el pensamiento personalista cristiano.
Cuando Jacques ya se había encaminado decididamente hacia la filosofía tomista, Raïssa organizó, en su casa, en Meudon, como una especie de comunidad de contemplación, meditación y estudio, que les serviría —acompañados por amigos comunes— como fundamento espiritual, personal e intelectual en los diferentes trabajos que los dos desarrollarían más adelante. Así lo vivirán: Raïssa, de esos encuentros, hizo un centro de pensamiento cultural cristiano, siempre bajo el patrocinio de Tomás de Aquino. Aquella casa se convirtió, en un lugar donde todo tipo de artistas e intelectuales encontraron la auténtica amistad, la luz del Evangelio, e incluso en algunos casos, un notable debate interreligioso. Fue también el gran momento en que Raïssa manifiesta su facilidad para mostrarse como escritora, pensadora y poetisa.
Raïssa. Origen e itinerario de la conversión
¿Quién fue Raïssa Maritain (1883-1960)? Ella misma nos lo cuenta en Las grandes amistades y en Las aventuras de la gracia: el origen familiar judío de raíces hasidiques, la infancia, los viajes dentro de Rusia o al extranjero, los traslados familiares, los estudios en París, los interrogantes y dudas vitales durante algunos años, el amor por la búsqueda de la verdad... Ella da a conocer las conversaciones y relaciones amistosas con Jacques y otros personajes de la intelectualidad sorbonística; relata, con bastante detalle, su vida universitaria; retrata el ambiente docente de aquella época, los contactos con la familia, sobre todo con su hermana Vera y las amistades que cultivaba, hasta llegar a la conversión junto con Jacques. Se entretiene en otros aspectos, y en la segunda parte narra los años posteriores de su vida bajo el signo de la gracia.
Raïssa había nacido en Rusia, de familia judía. Con sus padres, judíos ortodoxos, y su hermana Vera, se trasladaron a París, donde ella encontró su gran oportunidad para crecer intelectualmente. Dotada para los estudios, aprende perfectamente el francés –lo escribirá primorosamente a lo largo de su vida, siendo una gran estilista–, y es admitida en La Sorbona a los 16 años. Allí conoce a Jacques Maritain y se hacen muy buenos amigos. Juntos emprendieron el camino de la búsqueda del sentido de la vida y de las verdades esenciales: buscaban algo que los estudios en La Sorbona no les acababa de dar. Fue por esta época cuando los dos —Jacques y Raïssa— llegaron a la conclusión de que los profesores mantenían una visión del mundo y una filosofía demasiado cientificista, ciertamente humanista, pero relativista, con toques fenomenaistas, pragmáticos, utilitaristas, que les conducían al absurdo, a la inutilidad, e incluso al pensamiento del suicidio. Raïssa constata la desesperanza que experimentó en estos ambientes que, en vez de darle seguridad con un conocimiento profundo, íntimo y esencial —metafísico— de las realidades circundantes, la llevaban al escepticismo. A raíz de esta situación, comenta Raïssa: "¿A qué conduce este poder sobre el Universo físico, si la razón misma de la vida, si todo el Universo debe quedar en un enigma indescifrable"? Lo que oía en las clases, era lo que estaba de moda en la facultad. Notaba que todas aquellas teorías eran endebles o llenas de vacío. Y ella buscaba —como Jacques— la Verdad última, el Absoluto. Y lo encontrará muy pronto. Como buena rusa, quizás debía haber leído aquel fragmento de Chejov, en Las tres hermanas: "Me parece que un hombre debe tener fe o debe buscarla. De otra manera, su vida está vacía, completamente vacía".
Raïssa y Jacques contraen matrimonio en 1904. Asisten a las lecciones de Henri Bergson —fue un gran amigo de los Maritain—, el cual comenzará a darles más claridad. En aquellos años y posteriormente, hacen otros grandes amistades: Chagall, Rouault, Psichari, Desvallières, Bonhomme, Péguy —con éste solían discrepar, según Raïssa, en algunos aspectos—; pero Charles Péguy aportará, antes de morir durante la Primera Guerra Mundial, interesantes datos sobre el trato con el matrimonio Maritain. Lo hace en los Cahiers de la Quinzaine. El matrimonio Maritain conoce, entretanto, el dominico Clérissac, que los introducirá en la lectura y comprensión de Tomás de Aquino. También tratan a Étienne Gilson y Reginald Garrigou-Lagrange, conocidos filósofos tomistas: el primero les animó a escribir buscando la inspiración en santo Tomás, y el segundo se lo facilitó. En el círculo de amistades, encontramos a Jean Cocteau, de quien Raïssa —después de leer la obra La Máquina infernal— escribirá: "Estoy trastornada con la pieza de Jean Cocteau"... "iEs admirable! La obra es una de las mejores que ha escrito, la más pura, la más humana, la más sencilla. La auténtica tragedia y la comparación que podemos hacer con el 'Corolià´, de la Comédie Française, es bastante curiosa". Con el tiempo, se relacionaron con Thomas Merton, Gabriela Mistral, Juan Bautista Montini —futuro Pablo VI—, y muchos otros intelectuales, filósofos, teólogos y escritores.
Influencia de Léon Bloy
Pero fue especialmente el escritor Léon Bloy —padrino en su bautizo junto con Vera, la hermana de Raïssa, en la Iglesia de San Juan Evangelista de Montmartre— su gran mentor, el modelo para entender aspectos sustanciales y prácticos de la vida cristiana. Fue él quien más les influyó, a partir de 1905, en el camino hacia la conversión. Bloy, desde entonces, fue el íntimo amigo e instrumento para ayudarles a alcanzar la fe, o sea para llegar al puerto de la Verdad que buscaban desde hacía tantos años. Léon les muestra la vida trascendente en Cristo. Jacques Maritain describe el encuentro y la amistad con Bloy con esta frase: "Para mí la vida se divide en dos partes: la que precede y la que sigue al encuentro con Léon Bloy”. La lectura de los libros de Bloy les impresionó. Él les dio a leer La mujer pobre. Raïssa comentará: "Leímos inmediatamente esta extraña novela, que no se parecía a ninguna otra. Por primera vez, nos encontramos ante la realidad del cristianismo"; después leerán también El mendigo ingrato y La salvación por los judíos del mismo Léon Bloy, que dedicará esta obra a Raïssa con estas palabras: "A Raïssa Maritain. Dedico estas páginas escritas para la gloria católica del Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob". Los Maritain observan la vida personal y familiar del escritor, que vivía casi en la miseria; captan su profundo humanismo y su celo por la pureza de la doctrina, y, al final, se sienten conmocionados por su manera de vivir y defender los valores cristianos. En él ven encarnada la entrega a Dios. Qué bien lo expresa Bloy en una carta dirigida a una Raïssa todavía dudosa, como respuesta a unas palabras desesperanzadas de ella, en momentos de dudas: "todo es un buscar y un no encontrar" le escribe Raïssa. Y le responde Léon Bloy: "¿Por qué seguir buscando amiga mía? iSi ya lo ha encontrado! iCómo podría usted amar lo que escribo si no pensara y sintiera lo mismo que yo"!
Léon Bloy hablará a menudo del joven matrimonio en sus obras: sobre todo, en los ocho volúmenes de Mi Diario (1898-1917) y en las Cartas a mis ahijados, Jacques Maritain y Pieter van der Meer de Walcheren (con prólogo de Jacques Maritain). También hablará en la obra Cartas de Léon Bloy a Verónica. Bloy, como se sabe, fue un escritor visionario, un profeta celoso, un hombre rebelde e independiente, un polemista arrebatado hasta la santa iracundia. No le gustaba su Francia y la llenaba de invectivas; denunciaba ardorosamente los defectos, tanto de los cristianos aburguesados o mediocres como los de los demás conciudadanos laicistas y liberales. Así se ganó muchos enemigos en el mundo intelectual, pero también se atrajo a muchos admiradores. Fue uno de tantos apasionados defensores de las apariciones de la Virgen, en la Salette, ocurridas durante el siglo XIX.
Vida y obra intelectual de Raïssa
A partir de la conversión, en la vida de los Maritain, entran primero la lectura constante de la Sagrada Escritura, después el estudio de la Patrística y del Magisterio de la Iglesia... la meditación de los escritores místicos y de muchos santos: Casiano, Benito de Nursia, Catalina de Siena, Catalina de Génova, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Francisco de Sales, Luis María Grignon de Monfort, Teresa de Lisieux, Anna Caterina Emmerich, Charles de Foucault, y sobre todo santo Tomás de Aquino. Todos ellos —junto con Bossuet— iluminan el espíritu de los esposos Maritain, y así lo demuestra muchos de sus escritos.
A partir de la conversión, Raïssa se dedica sentimental e intelectualmente a su esposo. Todo el mundo ha reconocido que el matrimonio Maritain tuvo un solo cuerpo y una sola alma, no sólo como esposos sino especialmente por la santa amistad que les proporcionó la Fe, vivida hasta las últimas consecuencias. La producción literaria y filosófica de Jacques y Raïssa sintetizarán perfectamente lo que supone armonizar estas dos alas que llevan a la plenitud del conocimiento humano de toda realidad: la ciencia y la fe.
Para hablaros de Raïssa Maritain, sería necesario que nos extendiéramos mucho más. Ella nos dejó escritos, recuerdos y pensamientos de orden espiritual, cultural, intelectual, musical, literario y artístico, obras que no podemos separar de las de Jacques Maritain. Podemos dar un vistazo a su pensamiento, espigando entre las variadas obras encontradas, aquí y allá, escritas originalmente en francés. Los títulos de las más conocidas (las cito en castellano, prescindiendo de si se han traducido a esta lengua) son los dos grandes escritos autobiográficos: Las grandes amistades (I) —traducido hace años por Joan Carrera, quien fue obispo auxiliar de Barcelona— y Las aventuras de la gracia (II), éste sólo publicado en Sudamérica, en castellano. A continuación está el Diario de Raïssa, dado a conocer por Jacques Maritain, con un precioso prólogo-advertencia de él mismo, explicando su composición post-mortem. Otras obras son: Sobre la vida de oración (la oración y la inteligencia), que es como una guía espiritual para los grupos de estudio tomista que habían creado, Liturgia y contemplación y Situación de la poesía, todos ellos escritos por Jacques y Raïssa conjuntamente. De Raïssa tenemos: Carta de noche. La vida recibida, Historia de Abraham o Las primeras edades de la conciencia moral, Chagall o la conciencia encantada, Notas sobre el Pater, Al príncipe de este mundo, En el hundimiento de la roca, Sin tardanza, Los dones del Espíritu Santo, La conciencia moral y el estado de la naturaleza. También escribió varios apuntes sobre santo Tomás de Aquino y sobre algunos santos.
Las Oeuvres complètes de Jacques et de Raïssa Maritain —publicadas por Ed. Saint Paul, en 1982— abarcan los trabajos de los dos esposos. Recomendamos el prólogo y anotaciones del Diario de Raïssa, traducido a muchos idiomas. En otros escritos de su marido, como son Le Centenaire de Raïssa y Cahiers y Carnets de notes —este último sin lugar a duda un escrito autobiográfico—, explicará el proceso de la conversión de ambos. Naturalmente, tenemos muchos otros recuerdos dispersos en varios escritos de Jacques.
De Raïssa, aquí en Catalunya, tenemos también alguna alusión en el prólogo de la edición de La sangre del pobre y otros escritos de Léon Bloy (Proa, 2001). Otros datos importantes sobre Jacques y Raïssa, las encontramos en algunas obras del escritor holandés Pieter van der Meer de Walcheren —influido por Bloy—, converso y bautizado ya adulto, en 1911, junto con su esposa Cristina, en el iglesia de Saint Medard. Pieter van der Meer nos habla de Raïssa en sus Diarios, publicados bajo títulos diversos. Entre ellos está el Diario de un convertido. Nostalgia de Dios, donde narra las relaciones con los Bloy y los Maritain, aparte del énfasis que pone en la muerte de su hijo sacerdote Pierre-León. También son de interés las obras de Van der Meer de Walcheren: El Paraíso blanco (con un prólogo de Jacques Maritain), y Hombres y Dios, La hora de Dios y Mis amigos, publicados en la década de los años cincuenta y sesenta.
En todo este conjunto, vemos cómo Raïssa cultivó siempre aspectos directamente religiosos y humanísticos, partiendo de la fe católica. En Las grandes amistades (I) y Las aventuras de la gracia (II) nos da a conocer su vida familiar e intelectual antes y después de su "vida nueva". En los dos libros, narra acontecimientos que van desde su infancia hasta la madurez. Narrará, con delicados detalles, cosas de la vida de Léon Bloy y del fallecimiento de este viejo amigo del alma. El primer volumen, Las grandes amistades, apareció en 1941 y, Las aventuras de la gracia, en 1944. Descubrimos cómo ella se ofreció siempre para ayudar a conocidos y amigos agnósticos dedicados, como ellos —los Maritain— a actividades directamente intelectuales. Confió siempre en la gracia divina. No intentó hacer filosofía pura, porque le correspondía hacer una labor espiritual desde otro ángulo como resultado de una profunda y coherente consecuencia de la conversión para convencer a los amigos de cuál fue su creencia transformadora, gracias a la contemplación de la belleza y la verdad. En todas estas obras, nos transmite el secreto de su progreso espiritual. Como ella dice: "La inteligencia sólo puede desarrollar sus poderes más altos en la medida en que esté protegida y fortalecida por la paz que da la oración. Cuando más se acerca un alma a Dios por el Amor, más sencilla crece la mirada de su intelecto y más clara es su visión".
La casa de los Maritain —como ya hemos explicado— bajo la supervisión de Raïssa y su hermana Vera, se convirtió en un centro de renacimiento intelectual católico. Mientras tanto, Jacques era cada vez más reconocido internacionalmente como pensador, escritor y filósofo. Raïssa le ayuda en todo lo que escribe y colabora plena y amorosamente dentro de sus posibilidades. De vez en cuando, Raïssa hará también alguna incursión en escritos de tipo poético y estético, pero permaneciendo, por virtud, en un segundo plano sin hacerle ninguna sombra a Jacques.
En los dos mencionados libros de memorias, se encuentra toda una teología de la conversión. También afloran muchas reflexiones sobre el misterio del sufrimiento humano, que lo ve santificador, plenamente salvífico. La enfermedad y la muerte, las ve ella como los grandes acontecimientos que la llevarán a la Felicidad. Sus escritos nos hablan constantemente de la dignidad humana, de la gracia, de la misericordia, de la conformación con Cristo, de la gratitud y rectitud, de la oración, de la generosidad y pobreza, del sufrimiento redentor, etc. Ella también buscó y encontró el sentido del dolor en la verdad de un Dios personal que aparece con el rostro de Cristo en la cruz, el colmo del sufrimiento humano.
Diario de Raïssa
En el Diario de Raïssa —publicado por Jacques a raíz de la muerte de la esposa, después de hacer una selección de notas diversas, hojas sueltas, agendas, páginas parciales de periódicos, fragmentos anexos, cartas...— se nos dan a conocer algunas de las poesías compuestas por ella. Y en todo el conjunto encontramos una magnífica unidad: aquella que se da siempre entre contemplación y acción, entre la gracia y su adecuada correspondencia, entre oración y trabajo, entre la tierna y admirable sensibilidad femenina y la fortaleza o firmeza de ánimo y de convicciones, entre la vida espiritual y los consiguientes enfoques humanistas de la realidad creada, entre la intimidad cotidiana y la trascendencia divina.
Se trata del diario de una mujer cristiana que manifiesta toda la belleza interior de la persona que ama de verdad y de todo el heroísmo de una convertida que se enfrenta a posibles incomprensiones. Y a esto hay que añadir la cristiana aceptación de las enfermedades que la llevaron a una prematura y dolorosa muerte. Del Diario de Raïssa podemos extraer afirmaciones tan preciosas como esta: "Tengo la sensación de que lo que se nos pide es vivir en el torbellino, sin sustraer nada de nuestra sustancia, sin guardarnos nada, ni descanso, ni amigos, ni salud, ni placeres; orar incesantemente... En realidad, dejarnos llevar y sacudir por las olas de la voluntad divina hasta el día en que se nos diga: ya basta". Su mirada eclesial, como miembro del Cuerpo de Cristo, lo unirá todo con transparencia, delicadeza, veracidad, sinceridad...
Raïssa podría ser considerada como —también lo encontramos en otras personas— el arquetipo de la mujer frágil y de salud física inestable que desborda bondad; toda la bondad que puede caber en el ser humano: la de la Mujer eterna, tal como la describe Gertrudis von Le Fort, la gran novelista de La última del cadalso, novela que inspirará a Georges Bernanos para escribir Diálogos de Carmelitas; la mujer que ofrece a Dios su propia muerte y la de su hermana Vera, tras los largos sufrimientos de ambas, "para completar lo que falta a la Pasión de Cristo", tal como afirmaba san Pablo. Como se comprueba en todas las páginas, Raïssa conservó al final de la vida, en su mente aquellas preciosas palabras de Juan de la Cruz: "Sin otra luz ni guía que la que en el corazón ardía". En el silencio de la contemplación, pero también en medio de los afanes de la vida, encontró Raïssa el secreto del "conocimiento de lo que es la vida y la muerte".
Muerte de Raïssa
Acompañada por su esposo Jacques y por los íntimos amigos, como fue el caso de Pieter Van der Meer de Walcheren —ya monje profeso en ese momento y que se trasladó expresamente desde su abadía de Holanda para darle apoyo—, Raïssa vivirá la enfermedad en unión con Cristo, viviendo con una gran paz y en una serena alegría. Vivió acercando a todos sus amigos —las grandes amistades— a la fe; luchó para vivir aquella Verdad que no había encontrado en la Sorbona, sino en casa de los Bloy. Raïssa murió, en su casa, el 4 de noviembre de 1960, un año después de su hermana Vera. Hace ahora poco más de cincuenta años que dejó este mundo. Fue una santa y admirable muerte, rodeada por todos sus amigos.
Jacques Maritain explicó sus sentimientos de esposo y de amigo del alma: "Ahora todo ha quedado roto y descoyuntado en mi interior y desde ese golpe repentino, que comenzó con la última enfermedad de Raïssa (exactamente en el momento cuando, a la llegada de América, cruzábamos el umbral de la habitación del hotel en París, el día 7 de julio de 1960). Aquel día 4 de noviembre, al cabo de cuatro meses de dolor, Dios se la ha llevado con Él y de ahora en adelante me encuentro solo, aquí en la tierra, al menos según las apariencias de este mundo visible. Me encuentro como un árbol viejo que aún mantiene algunas raíces en la tierra, aunque algunas otras ya han sido entregadas a los vientos del cielo".
Como sabemos, Jacques Maritain colaboró más tarde con el papa Pablo VI, trabajó activamente en y para el Concilio Vaticano II; años después, ingresó en la comunidad de los Pequeños Hermanos de Foucauld, donde murió después de muchos años de servir a la Iglesia y a la sociedad, como gran humanista cristiano, profundo pensador y auténtico filósofo. En gran parte, todo esto lo debió a Raïssa. Por esta razón, la recordamos y le hacemos homenaje desde estas páginas de Temes d´Avui dedicadas a la mujer.
Josep Vall i Mundó. Doctor en derecho canónico
TemesD´Avui.org
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