Numerarias auxiliares: una llamada específica para cuidar y fortalecer los lazos familiares en el Opus Dei.
Jesús acaba de hablar de semillas, aves, espinos y tierra fértil. Estaba ilustrando las disposiciones de quienes le escuchan, tan distintas entre sí. Unas y otras se revelarán, con el pasar del tiempo, más o menos fecundas: «Lo que cayó en tierra buena son los que oyen la palabra con un corazón bueno y generoso, la conservan y dan fruto» (Lc 8, 15). Probablemente el Señor tiene todavía en mente esta imagen cuando, al rato, alguien le interrumpe: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte» (Lc 8, 20). El Maestro responde entonces, para sorpresa de todos: «Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios y la cumplen» (Lc 8, 20). Es uno de los momentos del Evangelio en que Jesús habla de una nueva forma de relación, más fuerte que la que lo unía visiblemente a su madre: el vínculo de la familia sobrenatural, que surge con la escucha y la aceptación de la palabra de Dios.
A imagen de un Dios que es comunión
La Iglesia es, en palabras del Catecismo, «la verdadera familia de Jesús» [1]. El Papa Francisco lo reafirma: «Jesús ha formado una nueva familia, que ya no se basa en vínculos naturales» [2]. La fe tiene un poder de fecundidad tan fuerte que genera nuevas uniones reales. Y en el Opus Dei, que es una partecica de la Iglesia, sucede lo mismo: quienes han experimentado aquellos mismos «barruntos de amor de Dios» [3] de san Josemaría, pasan a formar parte de la pequeña familia que es la Obra. Una familia que respira en la intimidad de un Dios que no es soledad ni aislamiento, sino comunión entre personas, entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; una familia llamada a mantenerse unida, tanto por ese amor de las entrañas de Dios que la vivifica como por la misión divina a la que han sido llamados cada uno de sus miembros: transmitir, cada uno en sus circunstancias cotidianas, que Dios nos quiere como hijos.
Durante los primeros años de la Obra, san Josemaría no tenía claro cómo debía materializarse este rasgo esencial del espíritu del Opus Dei que es su carácter familiar. Al poco tiempo, sin embargo, se dio cuenta de que su madre y su hermana estaban de hecho generando el clima que él buscaba para los centros de la Obra. Tras considerarlo en la oración, decidió pedirles esta ayuda insustituible. El beato Álvaro del Portillo explicaba, años más tarde, cómo aquellas dos mujeres «transmitieron el calor que había caracterizado la vida doméstica de la familia Escrivá a la familia sobrenatural que el Fundador había formado. Nosotros íbamos aprendiendo a reconocerlo en el buen gusto de tantos pequeños detalles, en la delicadeza en el trato mutuo, en el cuidado de las cosas materiales de la casa, que implican –es lo más importante– una constante preocupación por los demás y un espíritu de servicio, hecho de vigilancia y abnegación; lo habíamos contemplado en la persona del Padre y lo veíamos confirmado en la Abuela y en tía Carmen» [4].
¡En cuántas ocasiones, al ver a niños que crecen sostenidos por el afecto de sus padres, o al conocer ancianos que se saben acompañados por las caricias o palabras de sus nietos, hemos comprobado la necesidad vital de la familia! La vida no es igual sin este soporte familiar, por más éxitos que podamos cosechar. Una persona que se sabe querida es capaz de superar o de sobrellevar con alegría cualquier dificultad. La necesidad de saberse querido, de pertenecer a un hogar, es universal: forma parte de nuestra identidad más profunda. Los cuidados, la gratuidad que esto requiere «jamás podrán faltar, por mucho que progrese la humanidad» [5].
Cuando decimos que las personas del Opus Dei forman una familia, no se trata solamente de un simple ambiente familiar, que es posible conseguir en tantos otros lugares. Este entorno de familia ha de ser una realidad palpable con raíces sobrenaturales y con frutos cotidianos, materiales, afectivos, de cariño. Cada uno y cada una cultiva y fortalece esos vínculos, porque de todos depende que no solo se respire un entorno de familia, sino que seamos verdaderamente familia.
Con todo, el fundador del Opus Dei vio claramente la necesidad de contar con personas que, desde la sabiduría para conjugar lo material y lo intangible, cuidaran estos lazos de manera particular. Asegurar esta misión, incluyendo hasta los detalles materiales más pequeños, corresponde de un modo especial a las numerarias auxiliares. Se trata de una llamada específica, que surge entre las primeras mujeres del Opus Dei, para ser esas manos que unen lo más divino y lo más humano, imitadoras de otras manos: las de la Madre de Jesús, que conjugaron siempre ambas realidades para discernir y cumplir la voluntad de Dios.
Amor gratuito que afirma a la otra persona
Quizá la parte más externamente visible de la misión de una numeraria auxiliar sea la de organizar y planificar el cuidado de los centros, de modo que todos se sepan y se sientan responsables de su casa. Como en toda familia, las tareas se reparten con flexibilidad, según las posibilidades de cada uno. Se podría decir que las numerarias auxiliares tienen el hogar en sus manos para después darlo a los demás [6]. En algunos casos se podrá palpar esta entraña familiar a través de hechos concretos como la alimentación, la limpieza o la decoración, pero esta realidad nos conduce a otra que trasciende lo material: su principal misión, que es afirmar a cada persona en su identidad y en su misión apostólica.
«No se trata solo de realizar una serie de tareas materiales, que en diversas medidas podemos y debemos hacer entre todos –escribe el prelado del Opus Dei–, sino de preverlas, organizarlas y coordinarlas de tal manera que el resultado sea precisamente ese hogar donde todos se sientan en casa, acogidos, afirmados, cuidados y, a la vez, responsables» [7]. Por esto, san Josemaría consideraba a esta misión un «apostolado de apostolados», la «columna vertebral» que permite al Opus Dei moverse en el mundo con un espíritu de familia, o el «cañamazo» sobre el que tejen sus amistades todos los demás miembros de la Obra.
Con su vida diaria, una numeraria auxiliar trata de hacer palpables, en cierto modo, las palabras que rezamos en el Ángelus: «Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros» (Jn 1, 14). En su día a día procura una fuerte unión con la Eucaristía, para traer nuevamente a Dios al mundo y ponerlo ante los ojos de los demás: cada gesto, cada palabra, cada pensamiento y cada acción pretenden comunicar que Dios está presente en lo más cotidiano.
Como reflejo de la infinita fecundidad de María, un don que Dios ha regalado al Opus Dei es el celibato, raíz secreta de una auténtica paternidad y maternidad [8], a la que se añade, en el caso de las numerarias auxiliares, una manifestación específica: «Con vuestro trabajo cuidáis y servís la vida en la Obra, poniendo la persona singular como foco y prioridad de vuestra labor» [9]. De aquí surge –y esto es lo más profundo de su misión– un amor gratuito, expresado en todas las dimensiones del ser; un amor dotado de «la espontaneidad jugosa de lo que está vivo, de quien busca ocasiones inéditas de manifestar que cree y ama» [10]; un amor que saca a cada uno del anonimato, renovando su vigor, dándole fuerzas nuevamente, pues le recuerda que es amado simplemente porque existe, y no por lo que tiene o por lo que hace.
Verdadero poder transformador de la sociedad
En un mundo que apuesta con frecuencia por la notoriedad y el ruido, el trabajo de una numeraria auxiliar puede parecer discreto y silencioso, pero está dotado de un verdadero poder transformador en la sociedad. No existen dispositivos para medir la energía que libera la disposición a dirigir constantemente la atención hacia las personas, colocándolas siempre en el centro, buscando enriquecer todos los aspectos de su vida: físico, mental, emocional, espiritual, social, etc. Este genuino interés por cada uno y cada una va calando en la sociedad, empezando por los fieles de la Obra, que llevan a su vez esa actitud humanizadora a su ambiente profesional propio. La misión de unir lo divino y lo humano, tan propia del Opus Dei, se prolonga como en círculos concéntricos a todas las personas que se acercan a esta familia, hasta llegar a la sociedad entera. «Con la gracia de Dios, si queréis –decía mons. Javier Echeverría a las numerarias auxiliares–, podéis ser como una central atómica espiritual, apostólica, capaz de extender sus efectos a todo el mundo» [11].
Cada numeraria auxiliar enriquece, con su personalidad propia, la vida y el trabajo en cada centro de la Obra. Asimismo, procura capacitarse con la necesaria preparación y competencia para llevarlo a cabo. Esta profesionalidad puede abarcar también los ámbitos de la gestión económica y empresarial, la optimización de recursos, el liderazgo de equipos, el conocimiento nutricional, la capacidad de adecuación a las personas de cada lugar, la sostenibilidad, etc. Todo esto supone un aprendizaje continuo, al compás de los avances de la sociedad y de los distintos sectores profesionales, pero sin perder de vista que lo esencial es mantener viva la sensibilidad hacia el cuidado de la familia. Una persona llamada a vivir esta vocación «pone la competencia profesional directamente al servicio de las personas, mostrando de modo práctico cómo el mismo espíritu puede materializarse en distintas circunstancias históricas; se convierte en un factor de humanización de la cultura, de vanguardia, y, por tanto, de inspiración para el trabajo profesional de todos» [12].
El cuidado de las personas y de la casa es un ámbito privilegiado de diálogo con el mundo contemporáneo. «Tenéis una misión entusiasmante», escribe el prelado del Opus Dei: «Transformar este mundo, hoy tan lleno de individualismo e indiferencia, en un auténtico hogar. Vuestra tarea, realizada con amor, puede llegar a todos los ambientes. Estáis construyendo un mundo más humano y más divino, porque lo dignificáis con vuestro trabajo convertido en oración, con vuestro cariño y con la profesionalidad que ponéis en el cuidado de las personas en su integridad» [13].
Elección, entrega, felicidad
El discernimiento para descubrir la propia vocación como numeraria auxiliar no se basa principalmente en la inclinación a un tipo de tareas concretas, como lo son las más directamente relacionadas con el cuidado. Cualquier estudio o perfil profesional puede aportar en este anhelo por afirmar a la persona en su integridad. Dios da esta misión a quien quiere: basta el deseo de mirar a Cristo y, por Cristo, a los demás miembros de su familia y de su entorno.
Generalmente nada impide que las numerarias auxiliares puedan continuar su formación o su desarrollo personal en cualquier ámbito: se trata de una riqueza que les aporta valor a ellas mismas, y también a sus relaciones y a su trabajo. Lo importante es integrar ese desarrollo profesional y personal en su identidad más profunda, que echa raíces en una decisión firme y madura de fidelidad a la llamada de Dios.
Por otro lado, puede suceder también que la entrega de una numeraria auxiliar suponga la renuncia a una profesión anterior. Es algo que sucede a tanta gente, sobre todo a quienes deciden dedicar más tiempo a cuidar directamente de un hogar. Pero no se trata de un simple sacrificio ciego, sino de una decisión madura, fundamentada en la alegría de quien abraza algo que ama, en el gozo de quien elige dar vida. El Papa descubre esta realidad en la figura de san José: «La felicidad de José no está en la lógica del auto-sacrificio, sino en el don de sí mismo. Nunca se percibe en este hombre la frustración, sino sólo la confianza (…). Toda vocación verdadera nace del don de sí mismo, que es la maduración del simple sacrificio (…). Cuando una vocación, ya sea en la vida matrimonial, célibe o virginal, no alcanza la madurez de la entrega de sí misma deteniéndose sólo en la lógica del sacrificio, entonces en lugar de convertirse en signo de la belleza y la alegría del amor corre el riesgo de expresar infelicidad, tristeza y frustración» [14].
La vocación de numeraria auxiliar es, como toda vocación en el Opus Dei, «omnicomprensiva», es decir, abarca todos los aspectos y momentos de la vida [15]. No se trata de una llamada profesional que se pone en acción solamente durante la jornada laboral. Esa misma misión de hacer palpable el amor de Dios anima los momentos de formación, de descanso, de convivencia familiar, de amistad, o en cualquier tipo de actividad. Dios quiere que haya en el Opus Dei personas que, enamoradas de Él, transmitan con su presencia el mismo cariño de Dios, el mismo cuidado hacia su Hijo encarnado y presente en la Eucaristía, y hacia los hombres y mujeres, hijos de Dios.
* * *
Cae la tarde. La gente se mantiene en pie escuchando cada palabra del Maestro. Jesús se compadece de su cansancio. Sabe que la mayoría se encuentra lejos de su casa, y pide a sus discípulos más cercanos que acomoden a los grupos en la hierba. Jesús obra el milagro de alimentarlos con solo cinco panes y dos peces, y todos reponen fuerzas para seguir su camino junto a Él: hombres, mujeres y niños (cfr. Jn 6, 1-15).
Más adelante, Jesús enviará de nuevo a los discípulos a preparar una comida. En el cenáculo, con el mismo gesto anterior de bendición y con la mirada al cielo, Jesús se da a sí mismo en el pan y el vino, antes de su Pasión (cfr. Mt 26, 17-27). El Señor materializa su inmenso amor en dos alimentos modestos, y asegura de este modo su presencia en la tierra hasta el fin de los tiempos, como anticipo del banquete del cielo. Desde ese amor escondido en el pan y el vino, presente en el sagrario de los centros de la Obra, las numerarias auxiliares protegen el espíritu de familia, resaltan el valor único de cada persona y enseñan al mundo a construir relaciones de afecto, servicio y apoyo.
Elvira Lorenzo López, en opusdei.org/es
Notas:
[1] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 764.
[2] Francisco, Ángelus, 10-VI-2018.
[3] San Josemaría, Homilía, 2-X-1968.
[4] Beato Álvaro del Portillo, Entrevista sobre el Fundador, Rialp, cap. 6: “Familia y milicia”.
[5] Beato Álvaro del Portillo, Carta pastoral, 24-I-1990, n. 44.
[6] Cfr. San Josemaría, Cartas 36, n. 33.
[7] Mons. F. Ocáriz, Carta pastoral, 28-X-2020, n. 14. El énfasis se encuentra también en el original.
[8] Cfr. Mons. F. Ocáriz, Carta pastoral, 28-X-2020, n. 13 y n. 22.
[9] Cfr. Ibíd., n. 15.
[10] San Josemaría, Cartas 36, n. 62.
[11] Mons. J. Echevarría, Carta pastoral, 23-X-2005, p. 6.
[12] “Reflexiones sobre la Administración en el Opus Dei: riquezas y perspectivas”, en Romana, n. 72, 2021.
[13] Mons. F. Ocáriz, Carta pastoral, 28-X-2020, n. 17.
[14] Francisco, Carta apostólica Patris corde, n. 7.
[15] Cfr. Mons. F. Ocáriz, Carta pastoral, 28-X-2020, n. 8.
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