1. Concepto de letanías
La palabra letanía procede del vocablo griego , que pasó al latín utilizado especialmente en su forma plural litaniae. Etimológicamente significa oración o súplica. El Diccionario de la Real Academia Española la define como «rogativa o súplica que se hace a Dios con cierto orden, invocando a la Santísima Trinidad y poniendo por medianeros a Jesucristo, la Virgen y los santos» [1]. En general las letanías son oraciones constituidas por una serie de breves invocaciones o súplicas a las que la asamblea responde con una concisa respuesta repetitiva.
Los estudiosos, analizando las diversas oraciones litánicas utilizadas a lo largo de la multisecular historia de la Iglesia, observan que esas oraciones se pueden agrupar en dos tipos:
a) Las letanías de súplica, en las que tiene una prioridad absoluta la petición. Tal es el caso, en la liturgia reformada del Concilio Vaticano II, la así denominada «Oración de los fieles», que se recita antes de la presentación de los dones en la celebración de la Eucaristía. Como es bien conocido, consta de dos partes: una petición hecha por un monitor o el sacerdote y la respuesta del pueblo que es siempre la misma a toda petición. Pongamos un ejemplo [2]:
Por el Papa, los obispos y los sacerdotes,
roguemos al Señor. Te rogamos óyenos.
Por cuantos ejercen autoridad en el
mundo, roguemos al Señor. Te rogamos óyenos.
Por los presos, los emigrantes, los desterrados
y los pobres, roguemos al Señor. Te rogamos óyenos.
Por nosotros, por nuestros familiares, amigos
y conocidos, roguemos al Señor. Te rogamos óyenos.
Lo mismo sucede en la segunda parte de las letanías de los Santos [3]:
De todo mal, Líbranos, Señor.
De todo pecado, Líbranos, Señor.
De la muerte eterna, Líbranos, Señor.
Por tu encarnación, Líbranos, Señor.
Por tu muerte y resurrección, Líbranos, Señor.
Por el envío del Espíritu Santo, Líbranos, Señor.
a) Letanías de invocación en las que en su primera parte predomina la alabanza e invocación, y la parte repetitiva es deprecativao de petición:
Madre amable, Ruega por nosotros.
Madre admirable, Ruega por nosotros.
Madre del Buen Consejo, Ruega por nosotros.
Madre del Creador, Ruega por nosotros.
Madre del Salvador, Ruega por nosotros.
A este tipo de letanías pertenecen la primera parte de los Santos, las del Santo Nombre de Jesús, las del Sagrado Corazón, las de San José, las letanías lauretanas, etc. De todas formas debe decirse que no cabe una oposición o separación total entre los dos tipos de letanías, porque, como ya hemos indicado, ambos tipos pueden coexistir en el mismo formulario, tal es el caso de la letanía de los Santos, que comienza siendo una letanía de invocación y finaliza con la letanía de súplica.
2. Antecedentes bíblicos de las letanías
Podemos afirmar que la plegaria litánica es una oración cuyo origen se remonta al Antiguo Testamento, porque, en cierto modo, es connatural a la estructura psicológica y sobrenatural de la oración.
En efecto, el hombre creyente, al percibir por su fe la grandeza de la santidad divina y su pequeñez personal, siente la necesidad de acudir reiteradamente con la oración de petición y súplica a ese Dios tres veces Santo.
Por otra parte, el hombre, al ver que toda su fuerza espiritual proviene de Dios, y que sin Él nada puede, siente la necesidad de agradecer insistentemente reconociéndole su gozo y gratitud por la misericordia divina que siente en su corazón.
De ahí que suplique una y mil veces y agradezca a Dios por todos los beneficios que ha recibido. En esta reiteración del alma agradecida está basada la letanía.
De hecho el paralelismo de los salmos y en especial la textura de algunos cánticos y oraciones del Antiguo Testamento, presentan una estructura de plegaria litánica. Véase por ejemplo el Salmo 135:
Dad gracias al Señor porque es bueno: porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Dios de los dioses: porque es eterna su misericordia.
Dad gracias al Señor de los señores: porque es eterna su misericordia.
Sólo él hizo maravillas: porque es eterna su misericordia.
Él hizo sabiamente los cielos: porque es eterna su misericordia.
La misma estructura se observa en el Cántico de los tres jóvenes del libro de Daniel (Dn 3, 57-88):
Ángeles del Señor, bendecid al Señor.
Cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor.
Ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor.
Astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor.
Vientos todos, bendecid al Señor.
Algunos estudiosos han encontrado también vestigios de la oración litánica en 1Tm 2, 1-3, cuando el Apóstol afirma: Te encarezco, pues, ante todo, que se hagan súplicas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y todos los que ocupan altos cargos, para que pasemos una vida tranquila y serena con toda piedad y dignidad. Todo ello es bueno y agradable ante Dios, nuestro Salvador. Esta perícopa encierra un planteamiento litánico por el carácter reiterativo de la petición común. De hecho algunos exegetas ven los orígenes de este texto paulino en una oración que se realizaba en las sinagogas y que consistía en impartir dieciocho bendiciones en las que se enumeraban las diferentes categorías sociales de personas y de intenciones por las que se rezaba.
3. Las oraciones litánicas en la patrística y en la liturgia
Existen vestigios de estas oraciones en algunos textos de los Padres de la Iglesia, con frecuencia inspirados en el texto paulino citado. Así encontramos ejemplos en la Didaché, en la parte final de la Epístola a los Romanos de S. Clemente (†101), en la Carta de S. Policarpo (†155), en las Actas de su martirio y en las obras de S. Justino (†165). En especial los investigadores se fijan en la obra De mortibus persecutorum de Lactancio [4]. Allí se narra la siguiente plegaria que un ángel enseñó a Licinio —aliado de Constantino— en la noche precedente a la batalla contra el emperador Maximino:
Sumo Dios, te rogamos.
Santo Dios, te rogamos.
Toda justicia, te encomendamos.
Nuestra salvación, te encomendamos.
Nuestro Imperio, te encomendamos.
Igualmente algunos estudiosos encuentran también oraciones litánicas, entre otros, en los escritos de S. Ambrosio (†397), de S. Agustín (†431), en las Aclamaciones que el pueblo de Éfeso elevó cuando se definió el dogma de la maternidad divina (431), en las invocaciones de Teódoto de Ancira (†446) y en la obra de Prósperode Aquitania (+ 455).
En la Liturgia también aparece con cierta frecuencia la oración litánica. De este tipo es, en las liturgias orientales, la «plegaria diaconal», así llamada porque está recitada por el diácono. Más frecuentemente recibe el nombre de «ectenia» (extensa), porque sus peticiones se extienden a todas las personas y a todas sus necesidades. El diácono enuncia la petición o súplica y el pueblo contesta Señor, ten piedad (Kyrie eleison).
Así, por ejemplo, la liturgia bizantina inserta varias letanías diaconales extensas (ectenias) y, a veces, más bre ves (synaptai) en las horas del ciclo catedralicio y en las Vísperas que preceden a la bendición final.
Ten piedad de nosotros, oh Dios, según tu gran
misericordia, te rogamos óyenos: Señor, ten piedad.
Te rogamos también por la misericordia, vida,
paz, salud, protección, perdón, y remisión de los
pecados de los siervos de Dios que están presentes: Señor, ten piedad.
En la liturgia caldea encontramos la misma estructura al final del oficio de Vísperas:
Elevemos nuestras súplicas al Señor con alegría
diciendo: Señor, ten piedad de nosotros. Señor, ten piedad de nosotros.
Oh Padre de las misericordias y Dios de todo
consuelo, te pedimos: Señor, ten piedad de nosotros.
Oh Salvador nuestro que te haces cargo de
nosotros y gobiernas todas la cosas: Señor, ten piedad de nosotros.
Por la paz, la concordia, la estabilidad del
mundo entero en todas las Iglesias: Señor, ten piedad de nosotros.
Por nuestro lugar, por todos los lugares y por
todos aquellos que en ellos viven la fe: Señor, ten piedad de nosotros.
Por la bondad del clima y la prosperidad de año,
por la cosecha de frutos y por la restauración
del mundo entero: Señor, ten piedad de nosotros.
En las liturgias occidentales se desarrolla la «oración universal» de una forma pro gresiva. Primeramente, en la época que va de finales del siglo IV a finales del V, se traducen los textos litánicos de la liturgia oriental. Tal es el caso de las letanías Dicamus omnes (digamos todos) que se encuentran en el Misal de Stowe. A finales del siglo V, en tiempos del papa Gelasio, se revisan los textos para mejorarlos y para adaptarlos a las circunstancias nuevas, dando lugar a diversas oraciones litánicas en la liturgia milanesa y en la galicana, y posteriormente en la liturgia hispánica.
En la oración universal un lector o el mismo sacerdote recita la invocación y todo el pueblo repite una deprecación [5]. Son paradigmáticas las recitadas en la liturgia del Viernes Santo y que se han conservado hasta nuestros días.
Veamos como ejemplo del primer periodo la oración universal del Misal Stowe [6]:
Digamos todos con todo el corazón y con toda la
mente: Señor, óyenos y ten piedad. Señor, óyenos y ten piedad.
Que miras la tierra y la hacer temblar te rogamos: Señor, óyenos y ten piedad.
Por la paz y la tranquilidad de nuestro tiempo
te rogamos: Señor, óyenos y ten piedad.
Por la santa Iglesia extendida por todo el orbe
te rogamos: Señor, óyenos y ten piedad.
Por nuestro padre Obispo y por todos los obispos
y presbíteros y diáconos y por todo el clero
te rogamos: Señor, óyenos y ten piedad.
Mostramos también un ejemplo de la segunda época, tomado de la liturgia ambrosiana en lasacclamationes matutinas:
Jesús, siervo de Dios, que llevas la justicia a los
gentiles, Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Tú que no gritas y no haces oír tu voz en la
plaza, Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Tú que has crecido como raíz en tierra árida,
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Tú que estás unido a nuestro dolor
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Tú que abres los ojos a los ciegos y libras a los
prisioneros, Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Jesús, siervo de Dios, alianza del pueblo y luz
de las naciones, Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
4. Las letanías de los santos
El testimonio más antiguo que en este momento se conoce, invocando de forma colectiva a los santos, se remonta a principios del siglo V. Sin embargo, la estructura de las letanías de los santos tal como se presenta en la actualidad tiene un origen incierto. Algunos ven en el Sacramentario Gelasiano ( entre 628 y 715) una referencia a ellas, cuando el obispo, después del introito y la oración, se dirige a los participantes y «recitan todos el Kyrie eleison con las letanías». No obstante, es el sentir común de los investigadores que estas letanías no tienen la misma estructura que las conocidas actualmente, sino que constituyen un estadio primitivo, que por modificaciones y ampliaciones ha dado lugar a las actuales.
Se podría decir esquemáticamente que, a partir del siglo VII, cuando en la Iglesia latina deja de utilizarse la «oración de los fieles», para llenar su vacío se componen unas oraciones que reagrupan felizmente tres elementos que ya existían independientes: una serie de invocaciones a Cristo, una serie de alabanzas a los santos y una serie de peticiones.
El primer documento que se conoce con este tipo de oración es el Salterio de Athelstan [7]. En su último folio contiene unas letanías de los santos en griego. Parece que este manuscrito llegó a Inglaterra e Irlanda a finales del siglo VII y nos ofrece la base de unas letanías utilizadas en Roma —se sabe que en tiempo del papa S. Gregorio Magno (590-604) se celebraba en Roma una procesión el 25 de abril, donde se recitaba un esbozo de las letanías [8]—.
Según Bishop [9], las letanías de los santos pasaron rápidamente de las Islas Británicas al Continente y ya, a finales del siglo VIII, aparece en el Sacramentario Gellonense [10] y en el Ordo Romanum [11] un «ordo letaniæ maioris» para la procesión del 25 de abril, que contiene todos los elementos de la Letanía de los Santos, aunque no del todo desarrollados. Veamos su estructura:
Señor, ten piedad (tres veces) Señor, ten piedad.
Cristo, óyenos Cristo, óyenos.
Santa María, ruega por nosotros.
San Pedro, ruega por nosotros.
San Pablo, ruega por nosotros.
San Andrés, ruega por nosotros.
San Juan, ruega por nosotros.
San Esteban, ruega por nosotros.
San Lorenzo, ruega por nosotros.
Todos los Santos, rogad por nosotros.
Sé propicio, perdónanos, Señor.
Sé propicio, líbranos, Señor.
De todo mal, líbranos, Señor.
Por tu cruz, líbranos, Señor.
Pecadores te rogamos, óyenos.
Hijo de Dios, te rogamos, óyenos.
Para que nos des la paz, te rogamos, óyenos.
Cordero de Dios (tres veces)
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
La senda está ya abierta para la inflación de las letanías por la multiplicación de nombres de santos y por la introducción de invocaciones nuevas o antiguas tomadas de las antiguas fórmulas de intercesión. Esa inflación serealiza especialmente a lo largo del siglo VIII, debido a la gran aceptación que adquirió esta oración por su carácter popular y por la variedad y libertad en la elección de los santos.
Se puede decir que «como otros formularios litúrgicos, las letanías de los santos han realizado un largo itinerario circular: partiendo de Roma, a finales del siglo VII llegan a las islas Británicas y a Irlanda, donde encuentran una gran aceptación; después en el siglo VIII pasan a las Galias y a los países germánicos, donde tienen un gran desarrollo; finalmente, muy enriquecidas vuelven a Roma hacia el siglo X-XI, época en la que la Urbe acoge en sus libros litúrgicos muchos elementos transalpinos» [12].
Ese carácter popular de las letanías de los santos explica la variedad de formularios diversos, según la sensibilidad religiosa del lugar. Se usaban en las procesiones penitenciales, en la vigilia pascual, en las ordenaciones, en las oraciones por los enfermos y moribundos, en las rogativas y en general en las fiestas religiosas. Podemos decir que cada región, catedral o abadía tenía sus propias letanías. La mayoría de esos formularios estaban redactados en prosa, aunque también existían algunos en verso.
5. La Virgen en las letanías de los santos
Las letanías de los santos más arcaicas —como la mostrada anteriormente— contienen una sola invocación a Santa María colocada a continuación de la de Cristo. Estas letanías estaban muy vinculadas a la liturgia bautismal de la vigilia pascual.
Sin embargo, la singularidad de María, su excelsa dignidad por ser Mad re de Dios y sus eximios privilegios, junto a la devoción filial del pueblo cristiano llevaron a ampliar el número de invocaciones marianas. En primer lugar se añadieron dos: Sancta Dei genitrix y Sancta Virgo Virginum [13]. Con ello se confesaban públicamente los dos dogmas definidos por la Iglesia: la maternidad divina y la virginidad perpetua.
Progresivamente fueron añadidos otros títulos que hacen referencia a la relación de la Virgen con los hombres en la tierra y con los santos del cielo, como es el caso de Sancta Mater misericordiæ, Sancta Regina mundi, oSancta Regina cœlorum, etc.
Así, por ejemplo, presentamos un texto que se remonta a finales del siglo X [14]:
Sancta María, ora pro nobis.
Sancta Dei genitrix, ora pro nobis.
Sancta Mater Domini, ora pro nobis.
Sancta Virgo Virginum, ora pro nobis.
Sancta Regina cœlorum, ora pro nobis.
Sancta Mater misericordiæ, ora pro nobis.
Este formulario es indicativo de cómo en el seno de las letanías de los santos se van fraguando las letanías marianas: conjuntando los diversos elogios marianos esparcidos en esas letanías más primitivas se podría obtener una primera estructura de las letanías de la Virgen.
6. Las letanías de la Virgen
Aunque, como acabamos de exponer, desde un punto de vista estructural, estas letanías proceden de las de los santos, su proceso de gestación no ha sido tan inmediato como parece a primera vista. En efecto, para los cristianos de aquella época las letanías de los santos no sólo están compuestas por una serie de alabanzas o elogios, sino de invocaciones y deprecaciones. En la invocación se recurre a la Virgen o a los santos y en la deprecación se pide ayuda para las necesidades espirituales o materiales, y para alcanzarla se acude a los méritos de Jesucristo.
Por tanto, para formular unas letanías compuestas exclusivamente de elogios o alabanzas, como son las de la Virgen, era necesario cambiar toda una tradición litúrgica y esto sólo se podía realizar poco a poco pasando por estadios intermedios. Esos estadios son la utilización de tropos marianos y la múltiple repetición de la invocación Sancta María. El repetir la misma invocación es algo que se realizaba con frecuencia en la liturgia eucarística y procesional. Baste adve rtir el uso múltiple del Kyrie eleison en la Eucaristía o, en las procesiones penitenciales, la repetición de la misma invocación tres, cinco o siete veces, dando lugar a las Letanías ternarias, o quinarias oseptenarias.
Poco a poco se fueron simplificando hasta llegar a una letanía compuesta exclusivamente de alabanzas marianas (obtenidas por la acumulación de calificativos tributados a la Virgen) y en la que se han eliminado los tropos y las repeticiones del título Sancta María. Y se puede afirmar que ya en la segunda mitad del siglo XII existían letanías marianas completamente autónomas [15], que coexistían con letanías de los santos con un número elevado de invocaciones marianas.
Juan Luis Bastero, dadun.unav.edu/
Notas:
1. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, Diccionario de la Lengua Española, Madrid 1992.
2. COMISIÓN EPISCOPAL ESPAÑOLA DE LITURGIA, Oración de los Fieles, Madrid 1968, Formulario común breve II, 46.
3. Cfr. COMISIÓN EPISCOPAL ESPAÑOLA DE LITURGIA, Ritual de Órdenes, Madrid 1977, 55.
4. LACTANCIO, De mortibus persecutorum, X LVI, Sources Chretiennes 39, 129. Maximino había jurado a Júpiter exterminar de la tierra a los cristianos.
5. La oración universal a partir del siglo VII fue reduciéndose, hasta llegar a desaparecer en las misas ordinarias. Ha sido en la Liturgia renovada del Concilio Vaticano II donde se ha vuelto a recuperar este tipo de oración.
6. Cfr. P. DE CLERCK, L’«prière universelle» dans les liturgies latines anciennes, Münster 1977, 145ss.
7. Este Salterio se encuentra en el Museo Británico de Londres, Cotton MS Galba A XV, f. 200.
8. Algunos eruditos sostienen que el original griego de este esbozo de letanías procede de la Galacia o de Capadocia y se remontaría a finales del siglo IV o comienzos del V.
9. E. BISHOP, The Litany of Saints of the Stowe Missal, en Liturgia histórica, Oxford 1918, 142-143.
10. Este Sacramentario se encuentra en la Biblioteca Nacional de París, lat. 12048, f. 173v ss. 1 1. Biblioteca Nacional de París, lat. 974. Cfr. ANDRIEU, M., Les «Ordines Romani» du Haut
11. Moyen Age, t. III, 239-240.
12. CURIA GENERAL DE LA ORDEN DE LOS SIERVOS DE MARIA, Suppliche litaniche a Santa María, Roma 1988, 28-29.
13. Existen diversas variantes de estas dos invocaciones. Por ejemplo: Sancta Mater Domini y Sancta perpetua Virgo o Sancta et perpetua Virgo Maria.
14. Fragmentum Missae, PL 138, 1337-1338.
15. Cfr. G.G. MEERSSEMAN, Der Hymnos Akathistos im Abendland, II, Freiburg Schweiz 1960, 214-215.
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